El aroma a café recién hecho impregna el aire de la cafetería, permitiéndome cerrar los ojos y ver con el resto de mis sentidos. Oigo los murmullos de los clientes, el característico sonido de la cafetera, percibo a través del tacto la rugosidad de la mesa hecha de madera... Y en breve, mis papilas gustativas podrán saborear esa taza de café que tanto ansío.
Tras un minuto empapándome del ambiente, me permito abrir los ojos para comenzar a sumergirme entre las letras del libro que he traído. Y es que, ¿puede haber algo mejor que un buen libro en compañía de una bebida caliente en tu cafetería favorita? Solo se me ocurre algo mejor: un buen libro en compañía de una bebida caliente bajo el calor de una manta un día de frío, con la lluvia golpeando los cristales de fondo.
No tardan demasiado en servirme. Levanto la vista del libro para agradecerle a la camarera y cuando acerco la taza para echar el azúcar me percato de algo; no tengo azúcar que echar. Además, este no es el café que he pedido, o al menos el dibujo que han hecho.
Esta cafetería es conocida tanto por sus maravillosas tartas y galletas como por la gran variedad de dibujos que puedes pedir en tus consumiciones. Esa es una de las principales razones por las que me encanta este sitio.
Observo la pluma que me han dibujado. Observo cómo resalta el blanco sobre el marrón y decido que no me importa que se hayan confundido, el café es café. No obstante, lo que sí llama mi atención es la nota que descansa en el sitio del azúcar.
<<¿Buen libro?>>.
Inconscientemente miró el libro que tengo sobre la mesa. Tiene una pluma dibujada en la portada, una pluma como la que hay en mi café. Demasiadas casualidades me parecen. Llamo a la camarera para preguntarle si sabe algo al respecto y para que me traiga el dichoso azúcar.
—No tengo ni idea—responde confundida.
Le doy las gracias y cuando se va pienso en si debería responder. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
Rebusco en mi bolso, tengo que tener un boli en alguno de los tantos bolsillos que jamás utilizo. Seguro que tengo uno, siempre llevo encima... por si acaso.
<<Pinta bien, pero acabo de empezarlo>>.
La misma camarera viene a llevarse la nota en cuanto la dejo sobre la mesa. Veo cómo me sonríe y guiña un ojo.
Mentirosa.
No la sigo con la mirada, no quiero saber de quién se trata... todavía. Quiero disfrutar del misterio un poquito más. Sienta bien. Miro por última vez la pluma del café antes de destruirla con el azúcar.
No llevo demasiado tiempo leyendo cuando la camarera vuelve con otra nota. En cualquier otra situación la interrupción de mi lectura me hubiese molestado, pero esta no es una situación cualquiera.
<<Espero que no te decepcione. Duele cuando las cosas que pintan bien al principio no terminan saliendo bien>>.
Por alguna razón, me siento demasiado identificada con esta nota. ¿Podría esta persona estar pasando por una situación similar a la mía? No lo creo. Ya serían demasiadas coincidencias.
<<Yo prefiero arriesgarme aún sabiendo que es probable que no termine bien>>.
Después de esa nota la camarera no trae ninguna más. Me termino el café un poco decepcionada.
¿Habré escrito algo que no debía? No, será que tenía que irse.
No dejo de pensar en las notas durante todo el trayecto de vuelta a casa, no dejo de hacerlo mientras como o me preparo para ir a trabajar. Mis pensamientos solo se detienen cuando, con las llaves ya en la mano, entreabro la puerta de nuestra habitación con cuidado de no hacer demasiado ruido. A pesar de la oscuridad consigo encontrar el rostro de la persona que duerme plácidamente sobre nuestra cama. Odio el turno que lleva. Odio que trabaje de noche, duerma durante la mañana y que yo trabaje por las tardes. Odio que ya no podamos vernos más que un día a la semana. Odio... que estando tan cerca nos sintamos tan lejos.
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Mensajes de café.
Short StoryUn dibujo en el café, una nota anónima y una decisión importante. Jamás creí que estas tres cosas podrían relacionarse. Queda prohibida la copia o adaptación de la historia.