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Hospital West Branch, China, Zhejiang

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Hospital West Branch, China, Zhejiang.

Silencio en la habitación. El señor Qian trataba de mirar al rededor para evitar la tensión. Entraba poca luz por la ventana, probablemente a causa de las cortinas, que, al ser muy oscuras, impedían el paso de los rayos del sol.
Los muebles eran de caoba, de talla muy recargada, seguramente de época.
En las paredes había cuadros muy grandes, de diferentes estilos colocados al azar, alguno un poco retorcido; se diría que se llevaban mal.
En una mesita de un rincón junto a un pequeño adorno de flores, había un termo de café y una tetera, extraña combinación.
Por último, en el suelo una pesada alfombra persa daba a la habitación un aspecto todavía más sombrío y recargado.

"Es raro — Pensó— que un médico tenga tan poco gusto en la decoración."

Pero en el fondo no era cosa suya ocuparse de los muebles.
Un leve tic-tac rompió el silencio: un viejo reloj en un rincón del escritorio, quizá también comprado por azar.
Observó durante un instante al hombre que estaba sentado frente a el. Tenía la frente arrugada y examinaba con atención unas hojas. Casi parecía no prestarle atención.
Se preguntó que hora era y miró el reloj: las 16:47.
Habían pasado 10 minutos desde que había entrado en esa habitación. Quién sabe cuánto tendría aún que esperar.
Al volverse, se dió cuenta de que el doctor Kovacic lo estaba mirando con gesto mas bien preocupado.
Suspiró el también; luego se dió ánimos y exclamó:

— ¿Y bien, doctor?

Y volvió a sentarse en la silla.

— Por desgracia, lo que me dispongo a decirle no va a gustarle. He examinado atentamente los resultados de las últimas pruebas  y ...

Siguieron unos minutos de silencio, el señor Qian entendía que el médico estaba buscando las palabras apropiadas para afrontar el tema y empezó a jugar nerviosamente con los botones de su chaqueta.
Observó con atención a aquel hombre de barba y pelo entrecanos, buscando entre las arrugas de su rostro un destello de esperanza. Pero no lo encontró.

— Lo siento — continuó el doctor — , pero ya no hay nada que hacer. Seré sincero, a su hijo no le queda mucho tiempo de vida.

Qian palideció de pronto, sintió que el suelo se desmoronaba sobre sus pies, trató de mantener la calma pero por mucho que se esforzaba no pudo evitar que la voz le temblase mientras preguntaba:

— ¿Cuánto... cuánto tiempo?

— Cinco meses o seis a lo sumo. No más. La enfermedad avanza velozmente y, aunque parezca que no hay síntomas, las pruebas en realidad son elocuentes. La situación se ha agravado mucho, el corazón esta visiblemente dañado. Ya hemos echo todo lo posible, de verdad no quedan mas opciones. A menos que..

El doctor Kovacic se interrumpió titubeante. No sabía si continuar hablando.

El aire de la habitación se hacía cada vez mas pesado, casi irrespirable, y la tensión no permitía que Qian adoptara su habitual compostura.

𝐄𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫𝐚́𝐬 𝐌𝐢 𝐂𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧.ꨄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora