Me hubiera gustado decir que desperte por propio instinto, que la sabana blanca no descansaba en el suelo y mis manos no se encontraban en algún lugar bajo mis boxers. Y me gustaría decir que mi madre no entro en mi habitación en aquel momento exacto.
"joshua" dijo esta tranquilamente, golpeando la puerta de madera blanca. Su paciencia se agotó rápidamente luego de unos escasos golpes comenzando a aporrear estar con más fuerza y logrando así que saltará de mi cama. Logré escuchar su risa siendo amortiguada por una de sus manos. Y con los ojos levemente abiertos intente enfocarla bajo el umbral de mi puerta. Entonces lo recordé.
"Vamos, ya es algo tarde." Me comentó antes de irse. Su único día libre en la semana, domingo, había prometido llevarme a una vieja feria de garaje a la que solía ir sólo con la esperanza de tomar aquella foto que esperaba hace ya algunos años.
El día cubierto de nubes me dejó ver mi habitación mucho más triste de la normal. Los montones de ropa se amontonan en las esquinas. Las fotos se caían lentamente de las paredes blancas repletas de pequeños trozos de cinta adhesiva. Las flores amarillas que por alguna razón había cortado del jardín vecino se habían marchitado hace algunos días sobre mis libros de texto.
Era un bonito día de fotos.
Logré tomar impulso con mis manos sobre el colchón y así empujarme hacia arriba. Los rulos negros insistentes molestaban mis ojos mientras mis pies se estremecieron contra el suelo helado. El reloj sobre la mesa de luz me indicaba el que en realidad no era tan tarde como esperaba, podría tomar una ducha o leer algunos capítulos de algunos libros de ficción junto a mi cama. Elegí lo primero al sentir una migraña nacer detrás de mis ojos amenazante.
Tome la toalla celeste de mi armario y unos pantalones de deportes mientras pasaba la palma de mi mano derecha por sobre mis ojos. La sensación de cansancio no se despegaba de mis ojos, como si estuvieran repletos de pequeños granos de arena me reclamaban que vuelva a mi cama. Los ignore con dificultad apresurado mis pasos en dirección al cuarto de baño. Tropezando con unas baquetas en el suelo, un libro que jamás había leído, y algunas fotos tristes que se pegaron en la planta de mis pies.
Desconecte el móvil del cargador con un movimiento ágil, presione el pequeño icon y royal blood comenzó a tocar en un pequeño equipo en el baño. La ducha fue rápida, bañada de tristes tonos blancos y negros gracias a la deprimente luz adentrándose por una pequeña ventana en lo alto de la pared.
Finalmente al descender las escaleras al living mi cámara descansada sobre mi pecho, colgada desde mi cuello y mi madre me esperaba con una pequeña sonrisa tirando de sus labios, su brillante ropa de colores se encontraba en guerra con el clima de invierno y sus colores apagados.
En el camino cantamos algunas canciones, casi nos estrellamos algunas cinco veces y finalmente arribamos
"Tienes que apresurarte, las nubes parecen a punto de explotar" comentó mi madre, la tristeza pintando sus ojos. Asenti mientras comenzaba a enfocar con mi cámara. Luego de algunas vueltas y algunas fotos con caras desconocidas Susan, la dueña de la gran casa y la coordinadora de aquella feria comenzó a hacerme algunas señas para que ma acercará.
Las ojeras debajo de sus ojos no dejaron que preguntará alguna cosa, sus ojos parecían querer explotar muchísimo más que las nubes que nos cubrían.
"Buenos días, joshua" comentó mientras estiraba una de sus arrugadas manos pálidas a mi cabello, acomodando algunos mechones y empujando mis lente hacia arriba desde el puente en el marco. Sonreí al sentir aquella costumbre que la mujer de cabello rubio poseia. Naturalmente sus ojos verdes claros similares los tallos de las flores que regaban su jardin poseían una pequeña chispa de astucia y complicidad. Hoy sólo parecían vacíos ojos de muñeca.
El sentimiento cálido se extinguió rápidamente mientras observaba una lágrima siendo derramada de sus ojos. Algo lograba decirme que llevaba un par de horas llorando.
"Susan" intente hablar mientras una de mis manos intentaban tomar la suya. Sólo sonrió, gesto que no llegó jamás a sus ojos y su brillo doloroso, mientras con su mano libre empujaba una gran caja de cartón en mi dirección.
"Eran cosas de mi hijo" su voz salió rasposa y entrecortada mientras sus dientes salían rápidamente a morder sus labios en un gesto que intentaba controlar los sollozos.
"¿max?" Pregunté, rápidamente, luego de escuchar el nombre salir de entre mis labios, deseé poder retractarme. El cuerpo de susan comenzó a temblar, también mis manos lo hicieron. Claro que recordaba a max, el adolescente de cabello rubio y ojos castaños. El tipo de chico del que los padres del vecindario hablaban maravillas sobre su futuro en la Universidad. También fue el primero en regalarme una cerveza, intento enseñarme a fumar un par de meses antes de irse a la Universidad definitivamente.
"Lo lamento muchísimo Susan. Max era un chico increible." Repetí la frase que seguramente llevaba todo el día escuchando. Tal vez ahora me golpearia por ser un estúpido insensible, pensé. Pero sólo estiró sus brazos para que la rodeada con los míos.
La caja con pequeños dibujos a mano en uno de sus lados pesaba muchísimo más de lo que podría verse o tal vez mis manos temblaban demasiado como para sostenerla correctamente. Acelere mi paso ya que las nubes comenzaban a descargarse en pequeñas gotas, estas podrían hacer de la tinta azul de los dibujos borrones irreconocibles. Y yo sin duda no permitiría tener el recuerdo de max como un borrón azul.
Mi madre al verme corrió rápido a mi encuentro, sus manos sosteniendo un gran vestido color amarillo que tal vez acaba de comprar. Intentó, torpemente, quitarme la caja para así llevarla ella. Negué rápidamente y señale con un movimiento al automóvil.