Capítulo 23

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Esa noche dormimos en la misma cama, la suya. Pero nuestro despertar fue diferente por primera vez.

No me abrazó nunca; tampoco me pidió que lo hiciera en algún punto de la madrugada. Cada uno se acostó en la orilla opuesta, deseando que no hubiera ningún tipo de contacto por las horas posteriores. Incluso me resultó divertido despertar por culpa suya cuando colocaba una almohada en medio de los dos.

La luz llegaba mejor en su apartamento que en el mío por las mañanas, era demasiado directo por tener la gran ventana del balcón apuntando hacia el este y hacia mí. Fue el calor gratificante —nada esperado para el invierno— y la gran cantidad de luz la que hizo que mis párpados se despegasen y me trajeran de vuelta a la vida real.

Tras estirarme y bostezar, giré el cuerpo hacia la acolchonada barrera, pero no pude verlo recostado al otro lado. Él, por primera vez, se despertó primero que yo. Me senté a toda prisa y examiné los alrededores; Moon-jae se encontraba sentado en el suelo, al borde de su ventana y con un pie fuera. Miraba hacia la calle con concentración, pues no se percató jamás que yo desperté.

Lo observé por un par de minutos más en lo que despertaba mejor. Pensé también en lo acontecido horas atrás y en todas las reflexiones que tuve. Nada que no hubiese repasado antes con cierto cansancio y que ya no valía la pena repetir por enésima vez.

Moon sostenía con su mano izquierda una pequeña bolsa de hielo que presionaba contra su nariz. Además de la pequeña marca en su antebrazo, se añadieron otras a su rostro cuando la noche anterior lo dejé caer contra el suelo aun estando débil. Me sentí mal por mi imprudencia, pero bien muy en mi interior como cobro al mal rato que me hizo pasar.

—¿Te sientes mejor, Aoki? —Fue mi saludo matutino.

El chico amargado y decaído había regresado. Se giró un poco nada más para que yo pudiera ver cómo me volteaba los ojos y se quedaba en silencio de nuevo. Sonreí, aunque no por mi comentario o su reacción, sino para olvidarme por un instante que este sujeto frente a mí tenía problemas graves.

No me sentí demasiado preparado para afrontar ese tema y abordarlo con seriedad. Me hallaba incluso nervioso por ofrecerle mi ayuda, aunque solo existieran dos respuestas a eso.

—Por supuesto. —Bajó la mano y me mostró lo morada e hinchada que estaba su nariz—. Muchas gracias.

Su piel tenía un color más pálido, sus ojeras no cambiaron, pero sus ojos entrecerrados eran la clara muestra del agotamiento del que aún no se recuperaba. Todavía no estaba en las mejores condiciones, pero sí fuera de un peligro mortífero como en el que creí que se metió anoche.

Volvió a ignorarme, viendo hacia el frío exterior. Permanecí sentado en el borde de su cama un poco más, debatiéndome en si interrumpir o no su calma para sentarme a su lado y charlar. No quería que este asunto se tratara como uno más o se olvidara porque él así lo quisiera. Tampoco deseé que la seriedad en nuestras palabras se ausentara gracias a mi comportamiento o al suyo.

Caminé lentamente hasta él una vez que me decidí por hablar, pero no me senté junto a él, sino al frente, en el otro borde de la ventana. Me miró de reojo antes de devolver la vista lejos de mí. Dejó caer la bolsa de hielo a un costado, alzó una de sus rodillas y apoyó el brazo sobre esta. Pude verle los pequeños y delgados raspones, pero también esa particular hinchazón sobre su nariz.

Me disculpé muy bajo por tirarlo cuando aún no podía estar de pie. Él fingió que me ignoraba pese a tener el oído bien enfocado en mis palabras. Después de eso, esperé a que añadiera algo para iniciar así con los comentarios sobre lo que sucedió y por qué. Siguió en silencio, así que me fue un poco más fácil llegar al punto. Moon no era de esos chicos que recurrían a la evasión hablando disparates.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora