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León

—Ella supo elegir bien, ¿eh? Porqué conformarse con un empleado si podía aspirar a más alto y atrapar al jefe, ahora es su esposa —me sorprende una voz fina y femenina mientras, tomando mi almuerzo miraba la pareja en una mesa lejana a la mía besarse sin importar quien los vea: el señor y la señora Forter.

—Ten cuidado con ese veneno, Liliana. Te puedes terminar envenenando tú misma —musito, alejando la vista de la pareja para posarla en una de las ejecutivas de la empresa, tan hermosa como venenosa—. Además, si el jefe te escucha hablando así de su esposa, podrías perder tu trabajo.

Se ubica en el asiento frente a mí cruzándose elegantemente de piernas y mete la mano en mi plato para tomar una papa frita, llevándola a su boca y mastica despacio con sus labios pintados de rojo pecado. No comento nada y solo tomo de mi mesa la lata de mi soda para llevarla a mi boca y tomar un trago.

—No estoy diciendo algo que sea mentira, ¿acaso no es verdad que Carolina Lander te dejó a ti por, Iván Forter?

Me dejo caer sobre mi asiento, cruzándome de brazos.

—Sí, eso es verdad, me dejó a mí por él, pero no por las razones que tu cabeza mezquina imagina —le explico—. Ellos tenían una vieja historia de muchos años atrás y yo no podía luchar contra ello. Y mírala, es obvio que ella está completamente enamorada de él, no de su fortuna.

Nunca creí ni por un segundo, aun con los rumores que se expandieron por toda la empresa; chicas chismosas y envidiosas como Liliana Falcone por ejemplo, que Carolina me dejó a mí y se lío con Iván Forter por su fortuna. Ella no es ese tipo de mujeres. Tuvimos un romance muy corto pero la conocí lo suficiente para saber cómo es ella, es una mujer con valores y principios, además de sincera. Me dolió que lo nuestro no hubiera funcionado, esa chica de verdad me gustaba, o quizás todavía me gusta, es tan bella por dentro y por fuera y sentía tanto orgullo de tenerla cuando estábamos juntos, pero comprendí que no puedes obligar a una persona a que te quiera. Para mala suerte mía, Iván Forter tenía ese corazón ganado desde hacía mucho tiempo y nada yo podría hacer contra eso, fue por ello que respeté su decisión de terminar conmigo porque amaba a alguien más, sin tener idea de que se trataba de uno de los dueños de la empresa. Lo que me alegra es saber que ella es feliz, pues llegué a creer que con su fama de sinvergüenza y mujeriego le haría daño e iba a romper su culo promiscuo si hubiera llegada a hacerlo.

—Como sea. ¿Por qué sigues mirándola como si todavía sintieras algo por ella, León? —Porque así es—, en esta empresa hay mujeres que daríamos lo que fuera por hacerte feliz.

Alzo una ceja, recargándome de la silla mientras llevo mis manos contra mi pecho.

—¿Cómo tú por ejemplo?

Ella sonríe, inclinándose sobre la mesa y con su dedo traza un contorno en mi barbilla. Me mantengo quieto y con la mirada impasible, observa mi boca cuando saco la lengua para lamer mis labios resecos y después fijamente a mis ojos.

—Para ti no es secreto que me gustas. Me gustas muchísimo, León y me gustaría tanto que me dieras una oportunidad.

Le tomo la mano cuando intenta tocar mis labios con un dedo y sin ser brusco se la coloco sobre la mesa.

—Eres una mujer hermosa, Liliana, pero lamentablemente, yo no te puedo ver más allá que como una compañera de trabajo. Lo siento pero... no eres mi tipo. Ahora sí me disculpas, tengo mucho trabajo esperándome en mi oficina.

Me pongo de pie y viendo la cara de enfado de Liliana ante un nuevo rechazo de mi parte me volteo dándome la vuelta y, ubicando las manos en los bolsillos de mis pantalones, tomo el camino hacia mi oficina.

El Refugio Perfecto ( Inevitables #3.6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora