Todo comenzó una noche, en donde una poderosa tormenta apoderaba el cielo. Veníamos con mi novio, Michael en el auto. Volvíamos de unas lindas vacaciones. Estábamos riendo y el tenía su mano sobre la mia. Amábamos la música. El tocaba el piano y así me conoció, era mi profesor. Fue amor a primera vista. Estaba tan enamorada. Cuando faltaban sólo unos kilometros para llegar a nuestro departamento en Boston cuando una camioneta chocó contra nosotros, matando a Michael. Quede destrozada.
Meses después decidí mudarme a la casa de los abuelos de Michael, ellos habían fallecido y la casa estaba solitaria.
Esa casa, no era normal, tenia secretos, que solo los que vivieron allí saben. Decidí mudarme allí porque no tenía donde quedarme, no me alcanzaba para pagar el departamento.
Al entrar sentís una a enorme carga que se apodera de tu cuerpo, cambiando por completo tu energía, convirtiéndote en una persona triste y vulnerable. Yo sola me alojaba allí, nadie me molestaba, estaba tranquila y muy solitaria. Todas las noches pensaba en Michael y las pesadillas sobre aquel día se apoderaban de mi. Dormía muy poco. Había ay cosas que nunca entendí porqué o cómo estaban ahí. Si la ves desde la calle, parece una casa como cualquier otra, muy bonita pero antigua pero al subir las escalofriantes escaleras, que con cada pisada se escucha crujir el suelo, llenándote de pavor, se observa un piano, de roble con una larga cola atrás de él. Estaba tapado con una manta. Tenía una biblioteca a su derecha con decenas de libros.
Tenía algo muy extraño, ya que al y mis manos sobre él, las teclas las luces se apagan, las ventanas se cierran, y un olor repugnante se desprende del interior del piano y hasta que no deje de tocarlo, nada vuelve a la normalidad. Por esta razón no tocaba, me causaba terror.
Nunca supe la causa de este terrorífico fenómeno. No sabía si era asi hay alguien queriéndome hacer una broma, si alguien anda detrás del piano, o si algo del más allá me está molestando o no esta de acuerdo con que toque su piano.
Pasaron diez años, y no me casé, no tuve hijos, ni nadie se interesó por mi; todos creían que era una loca. Contaba mi historia sobre ese repulsivo piano pero sin embargo me llamaban "la viuda en la casa de los Darmoon". Nadie se quería juntar conmigo, me acercaba a algún lugar y todos se espantaban y se alejaban de mi.
Así estuve diez años, diez malditos años, sola, nunca acompañada, rechazada.
Estaba cansada de que me llamen "loca" y dejé que toda la cuadra entrase a mi casa, para que vieran de que no estaba demente, sino que era todo verdad, que no mentía. Estaba desesperada por sentirme acompañada y que se dejaran de reir de mi. Entraron, estaba súper confiada con que a partir de ese día, mi vida cambiaria. La gente murmuraba, hacía comentarios sobre la casa, sobre mi... pero no me importó, seguí con la idea que tenía en mente.
Subimos, y con tanta gente el crujido de la escalera era más molesto que de costumbre, creaba un ambiente de película de terror. Estaba tan confiada con que los iba a hacer callar, que me iban a dejar de molestar y de llamar loca.
Éramos casi cincuenta personas, ¡cincuenta personas en mi casa! Destapé el piano, le retiré esa manta verde militar, con pequeños puntos azul marino; me senté en el asiento enfrente del órgano , apoyé mis manos en las teclas y comencé a tocar una melodía de Sebastian Bach, Tocata y Fuga, que por cierto, su partitura se encontraba encima del piano cuando llegué.
De repente, las cortinas se cerraron, las luces se apagaron, y cuanto más tocaba esta melodía más olor se desprendía del órgano. Las personas empezaron a murmurar cada vez más, cada vez parecían más asustadas. Sus caras, estaban pálidas, labios violetas, ojos rojos, y su piel se volvió un tono verde muy claro, como si se estuvieran pudriendo. El olor era repulsivo así que deje de tocar, retiré mis manos del piano, me levanté del asiento, pero la música continuaba, cada vez más fuerte se oía , las teclas se presionaban solas, no comprendía qué estaba sucediendo. Me volteé, sorprendida y asustada pero las personas comenzaron a desmayarse; hasta que en un momento la única que se encontraba de pie era yo, o eso creía.
La música no se detenía,cada vez más elevado se escuchaba, hasta llegar al momento de aturdirme y comenzar a gritar. Me dí la vuelta nuevamente y había una mujer tocando el piano. Una mujer, que no se encontraba en la multitud. La mujer, vestía un vestido color bordo, color sangre, muy viejo parecía por cierto. Sus zapatos eran un amarillo oscuro, parecía ocre y sostenía en su cuello un collar de perlas, brillantes como las estrellas. De repente la música termino, ella toca el último Do, se quedó unos segundos con su mirada que no se movía del órgano. Hasta que en un instante ella se dió vuelta, me miró y suspiró.