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Admiró su reflejo una vez más. La huincha metálica meticulosamente estrujaba cada vez un poco más de su “sobrante piel”, como solía llamarle. Por más veces que subiera a la báscula, el número seguía siendo el mismo, absolutamente el mismo.  “¿Qué he hecho mal?” Se preguntó primero en voz baja, subiendo nuevamente la mirada hasta su reflejo, hasta el momento se veía tan calmado, pero no era eso sino el más claro síntoma a que pronto estallaría.

“¡¿Qué mierda he hecho mal?!” Gritó esta vez, formando un puño con su mano estrelló la poca fuerza que tenía en contra el espejo libre de culpas. Sus nudillos quedaron rojos pero su frustración intacta. Había perdido demasiado tiempo, por lo que suspiró un tanto frustrado al tener que acomodar aquellas prendas una por una sobre la atrocidad que tenía por nombre de cuerpo.

Una capa de crema, dos de base, una de delineador, otra de base. Era una rutina perfectamente maquinada para que no existiera clara evidencia de la aglomeración de los años en un rostro tan joven.

─¡Takanori! ¡Ya baja a desayunar!

“Lo que me faltaba” Pensó.

─¡Ya voy!

Casi ignorando la orden de su progenitora continuó ahora peinando su cabello castaño, haciendo resaltar unos mechones más que otros, revisó su maquillaje y se dispuso a salir del baño, no sin antes –de manera vanidosa- echar una última revisada, hasta que incluso el último detalle de su apariencia estuviese en correcto estado.

Abandonó el baño, cerrando la puerta. Miró su habitación y se preocupó de dejar todo en perfecta ubicación, el orden de manera compulsiva era una de las cosas por las cuales podía caracterizarse sin dudarlo. Bajó lentamente hasta lograr llegar a la primera planta, suspirando.

─Ya me voy. ─Anunció en voz baja, su madre le dirigió una mirada.

─¿No desayunarás?

─Voy tarde ─Murmura y le regalo una sonrisa débil.

Su madre se levantó apresurada y envolvió parte del desayuno del castaño, dándoselo.

─Takanori, debes comer para estar saludable y poder rendir.

Terminó por asentir, su madre tenía razón y él nada podía esconder contra el hecho de que cada vez tenía menos fuerza y las ideas se chocaban entre sí, provocando que se desconcentrara con mayor rapidez a como hace un tiempo lo estaba.

Cuando cruzó por la puerta, sintiendo su bolso pesado debido al peso de su desayuno, suspiró con pesadez;

...un nuevo día comenzaba. 

Liebe ist für alle da (the Gazette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora