Historia 1: Un pequeño pasaje entre realidades paralelas

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¿Qué hacer cuando la persona que tienes al lado no te permite crecer? Ni siquiera te permite ser quien eres realmente, extrayendo cada gota de libertad como si fuera un manjar que degusta con total soberbia frente a ti.

Cuando estás con la espada contra la pared y aún así no decides bajar los brazos ni sublevar tu propio orgullo, quieres dar pelea pero resulta cansador, agotador a lo largo de la semana. Tantas horas que debes soportar, más tolerar comportamientos inaceptables para cualquiera, sólo porque te topaste con estos seres que no sólo no saben qué es lo que quieren, sino que encima se empecinan en fastidiar a quien da su mejor esfuerzo.

— ¿Qué hacer? Realmente estoy confundida...— pregunté al aire liberando un suspiro de agobiamiento.

— ¿Me lo preguntas a mí, mocosa? — contestó una voz femenina que irradiaba fastidio por ser increpada por mi subconsciente.

— ¿Mmh? — fui sorprendida con su respuesta, no sólo porque no la esperaba sino que me había impactado el hecho de que hubiera alguien tan cerca sin que me diera cuenta antes.

— Yo sé exactamente qué se hace con esa clase de inútiles. — respondió sin rodeos.

Mientras descubría la figura de aquella mujer seria de mirada filosa y tan fría como el hielo de la tierra de mi querida Antártida vi mi cara desencajada en sus ojos por lo que intenté recuperar el aliento frente a su repentina aparición.

De pronto, mientras terminaba mi cigarrillo en la soledad del patio de mi casa, me vi acompañada por aquella forastera que sólo Dios sabrá cómo fue a terminar allí conmigo.

Luego de mirarme de reojo volvió la vista hacia el frente para encontrarse con la hermosa planta de Santa Rita que mostraba exuberante sus colores vivos de un fucsia que intoxicaba la vista de quien se atreviera a contemplarla. Aquella frondosa planta fue suficiente para que se perdiera en algún recuerdo mientras me daba el tiempo suficiente para procesar sus palabras.

No sabía de dónde había salido así tan de pronto, pero a pesar de su aspecto poco amigable no me incitaba desconfianza ni miedo. Parecía un alma vacía pero con tanto para dar.

— ¿Tú qué harías en mi lugar? — quise saber la opinión de mi interlocutora. Hacía mucho que no tenía otra perspectiva sobre ése problema personal en particular. Pocas personas me comprendían, nadie podía ponerse en mi lugar lo suficiente como para sentir empatía con mi situación. Y a pesar de saber que aquella extraña era ajena a mi propia historia, sentí curiosidad de su opinión. La soledad había sido mi consejera en ésos últimos meses y me había resignado a la idea de que alguien algún día pudiera ayudarme. En otras palabras, estaba por rendirme.

— No es ésa la cuestión. Depende de cuánto estás dispuesto a perderte para seguir en el mismo lugar.

— ¿A qué te refieres?

— Fuiste tú misma la que decidió perderse. Depende sólo de ti encontrarte.

— Eso no me ayuda mucho que digamos.

— Porque no me estás escuchando.

— ¿Debería irme?

— ¿Y tu orgullo?

— Ni mi orgullo ni mis ganas me dejan dar el brazo a torcer, estoy acá porque me lo merezco por todos mis esfuerzos, esto es parte de un sueño que tenía. Es mío. Más mío que de ellos.

— Entonces pelea por ello.

— ... Lo hago, pero es agotador...

— Recuerda que es más tuyo que de ellos.

— ...

— Además...— añadió y entonces volví la mirada hacia ella expectante por su repentino silencio, fue entonces que vi que tenía sus ojos clavados a los míos —. Acabas de decir que esto era parte de un sueño que tenías... ¿Pasado?

— Pues... Si... Así es...

— Creo que ya es hora de que te vayas buscando un nuevo sueño.

— ...

— Esas cosas se renuevan constantemente, no te sientas culpable si te diste cuenta de que tus prioridades cambiaron. Es natural. Los seres humanos son muy cambiantes. Eso es algo en lo que nos parecemos mucho.

— Lo dices como si no fueras humana, jaja — reí nerviosa mientras comprendía la certeza de sus palabras.

— Quizás ya no lo sea, o quizá nunca lo fui pero recién ahora me doy cuenta de que nunca lo he sido. No sabía que los Guerreros fueramos una especie diferente a la de ustedes.

— ¿Guerreros? — me imaginé a los salvajes de las películas de ciencia ficción y aventura situadas en las épocas medievales y ella no encajaba en lo absoluto con dicho perfil. Más sin embargo, por la paz que transmitía y su serenidad al hablarme sumados a su aspecto cálido que adquiría con cada palabra que emitía, me di cuenta de que ella encajaba con otra especie que me llenaba el alma y que sinceramente era lo único que podía explicarme la forma repentina de su aparición. —. Yo diría que te pareces más bien a un Ángel...

De pronto, su rostro se suavizó al punto de enternecerse.

Compartimos una mirada cómplice y ambas supimos que el tiempo nos era escaso.

El conflicto de ambas había sido resuelto una por la otra y era hora de que cada una se enfrentara a sus respectivas crisis de identidad.

— Buen viaje.

— Buen viaje... y no te preocupes, nos volveremos a ver.

— Yo espero que no.

— ¿Por qué...?

— Porque no quiero que vuelvas a sentirte así jamás. Eres sorprendente, no lo olvides.

— ... Gracias... Yo... Vos también, eres luz a donde quieras que vayas, no lo olvides.

Ambas intercambiamos una sonrisa de nostalgia, ésa definitivamente sería la última vez que nos veríamos pero cómo había valido la pena.

Un segundo, un simple pestañeo y se desvaneció de la misma forma que yo lo hice para ella. Cada una volvía a su realidad, ahora con la certeza de que sólo nos teníamos a nosotras pero que contábamos con algo muy importante. El apoyo de la otra y el ánimo esperanzador de que existiera en algún lugar recóndito de un universo paralelo, alguien que no sólo nos comprendía sino que esperaba que diéramos lo mejor de nosotras para seguir adelante con nuestras vidas.

Buen viaje viajeras. 

Anécdotas de una guerreraWhere stories live. Discover now