Eran las 20:00, era la hora de trabajar. Cogí mi chaqueta, las llaves, y una camiseta de mangas largas por si hacía frío.
Ya estaba en el bar, ya que había venido un rato más antes para llegar puntual.
Miré y había poca gente, sólo pedían coca colas y cervezas.
A partir de las 20:15 en adelante ya empezaban a pedir lo que querían comer, fui a atender a una familia, se veían bastante felices.
- Hola, ¿que desean? - les dije con una sonrisa y cogiendo la libreta.
- Tres pizzas familiares y cuatro coca-colas, por favor. - terminé de apuntar.
- ¿Desean algo más? - levanté la cabeza.
- No, gracias. - di la vuelta y fui a dejar lo que habían pedido en la cocina. En realidad, me encanta trabajar de camarera, es complicado, porque hay veces que llegan a caerse algunas bebidas que llevó y me da un poco de vergüenza. Volví a la mesa de la familia con las tres pizzas familiares y las bebidas. Se les ven tan felices, ojalá hubiera tenido una familia así.
Bajé la cabeza y me metí en mis pensamientos, pero fueron interrumpidos por la gente que venía, fui a sus mesas y volví a hacer lo mismo.
Llevar lo apuntado y llevar lo que querían. Así hasta que fueron las 0:00, ya ni había tanta gente y me sentía aliviada.
Me quedé mirando hacía un punto fijo, hasta que estuve a punto de quedarme dormida.
Por suerte, no me quedé dormida, ya que hoy quería estar con mis compañeros, me llevo bastante bien con ellos.
Bebí un vaso de agua y empecé a hablar con ellos sobre cualquier cosa: futuro, sueños, cotilleos, lo típico.
Sonó el pequeño timbre que había encima de la puerta e inmediatamente miré.
Era un chico, de mi misma altura un poco más alto.
Me acerqué con la libreta preparada y le pregunté lo que quería.
- Hola, ¿que desea? - le dije.
- Una cerveza, por favor. - levantó la cabeza y sus ojos chocaron con los míos.
Eran preciosos, azules color hielo con un brillo increíble.
- ¿Algo más? - le dije sin parar de mirarle.
- No, gracias. - bajó la cabeza y de su mochila sacó un cuaderno pequeño.
- Ahora vuelvo. - me di la vuelta y fui a por la cerveza que me había pedido.
Su pelo era increíble, largo y rubio con un poco de castaño.
Volví a su mesa con la cerveza y se la acerqué lentamente.
- Aquí la tiene.
- Gracias. - dijo sin levantar la cabeza de su cuaderno.
Parecía estar escribiendo, así que decidí irme a donde estaba sentada antes para no molestarle más tiempo.
Mire mi reloj y eran las 2:00, había pasado bastante rápidas las horas.
Cogí mi camiseta de mangas largas y mi chaqueta y me las puse. Hacía bastante frío.
Me despedí de mis compañeros, ya que algunos se quedaban a cerrar el bar y los otros a esperarles.
Me senté en el bordillo de la acera y me puse a mirar las estrellas, son tan bonitas.
Mire mi reloj de nuevo y ya eran las 2:30.
A esa hora vendría el autobús.
Pero pasó bastante tiempo y no venía, tenía miedo por quedarme tirada en la calle toda la noche.
Me quedé otro rato esperando, quedándome aún más dormida que antes.
Sentí una mano en mi hombro y me di la vuelta asustada.
- Hey, hola. - era el chico de antes.
- Hola, ¿como estás? - le dije abriendo los ojos.
- Bueno, supongamos que bien, ¿y tú? - me preguntó mirando también las estrellas.
- Con sueño pero bien. - le dije mirándole.
- Por cierto, ¿como te llamas?
- Me llamo Ginevra, ¿y tú?
- Me llamo Kurt, Kurt Cobain. - dijo con voz un poco ronca.
- Bonito nombre. - le dije.
- Gracias, igualmente. ¿Que hacías aquí sentada? - me preguntó.
- Supuestamente esperando el bus, pero ya ha pasado media hora y sigue sin venir.
- ¿Quieres que te acompañe a tu casa? - me preguntó cruzando nuestras miradas.
- No quiero molestar.
- Tranquila, no molestas. La calle por las noches es muy peligrosa. Te acompañaré.
- Oh, gracias.
- No tienes porque darmelas. - nos levantamos y fuimos andando hacía mi casa. Solía pasar eso, el autobús nunca pasaba, y pues casi siempre tenía que ir andando hacia mi casa, con un compañero o compañera, o los dos. Ya que ellos también decían que había que tener cuidado por las noches en la calle.
Tardamos media hora en llegar y llegó la hora de despedirme de ese chico.
- Muchas gracias, Kurt. - le dije dándole un abrazo.
- No me las des, Gine. Espero que nos volvamos a ver otro día si el destino así lo quiere.
- Igualmente. - él me dio un abrazo y mientras él se iba le despedí con la mano, él también lo hizo desde lo lejos.
Puse las llaves en la cerradura de mi puerta y entré. Estaba cansada pero no tanto como otros días, esta noche había sido calmada. Recordé que tendría una semana de descanso, porque estuve sin parar de trabajar durante un mes, así que me puse feliz.
Cogí el pijama, me lo puse y me acosté en el sofá, no tenía ganas de andar más.
Morfeo se apoderó de mí y me dormí profundamente.
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