Capítulo 1.

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“Me hice una promesa: nunca dejaré el balonmano”

-Frío, entrenamientos y un “extremo derecho desconocido”.

Toalla, chancletas, champú… Todo listo. Me apresuré a salir, ya que o me daba prisa o tocaba bronca del entrenador a causa de llegar tarde. Me miré una última vez en el espejo: vestía el uniforme que usábamos para entrenar, que consistía en una simple camiseta azul con flechas blancas a los costados y el nombre de nuestro equipo grabado en la espalda.

Después de soltar un “Adiós, mamá” salí corriendo, bajando las escaleras a toda velocidad. Era martes. Normalmente solíamos tener entrenamientos los martes y jueves, a no ser que se aproximara un partido importante y el entrenador nos citara el viernes también.

El frío se hacía notar, puesto que estábamos a finales de otoño. O en otras palabras, en Noviembre. Pronto nos esperaba el torneo de Navidad, algo que me ponía realmente nerviosa ya que competiríamos contra los mejores equipos de España y, obviamente, de Madrid (mi ciudad natal y en la que vivía).

Caminé por las largas y transitadas calles de la capital, apretujándome en mi abrigo. Efectivamente, me lo había puesto encima de la equipación. Sí, sé que no combinaba mucho, pero… ¿Qué importaba si no combinaba si me hacía ir cómoda?  

Al andar hacia el polideportivo (que no quedaba a mucha distancia de mi casa) noté que un par de tíos me repasaban con la mirada de arriba abajo. Lo consideraba normal, ya que la equipación me quedaba algo pequeña, remarcándome la figura.

Por fin, llegué al polideportivo, diez minutos antes de que empezáramos el entrenamiento. Después de saludar a mis compañeras y cambiarme, me dirigí a la pista.

Mientras me sentaba en un banco, junto a mis compañeras que comentaban emocionadas el último cotilleo del fin de semana, observaba el pequeño partido amistoso que estaban realizando los chicos de dos años más de nuestro equipo contra unos chicos de la misma edad de otro equipo de Madrid. Crucé un par de miradas y sonrisas con algunos de los chicos de nuestro bando y me fijé en los del otro equipo.

Realmente me gustaba como jugaba el extremo derecho. Su estilo de juego era más bien rápido con un salto muy potente y alto. Marcó un par de goles, o incluso más, bastante bonitos. Su pelo, castaño y nada peinado, relucía mojado a causa del sudor, sudor que hacía que la camiseta se le pegara y remarcara su trabajado cuerpo. Sonreía de una forma especial, una extraña mezcla entre la sonrisa de un tío prepotente, pero a la vez con un destello de dulzura. Sus ojos verdes eran preciosos.

Y esos mismos ojos verdes fueron los que noté sobre los míos durante un instante. Me pareció que “aquel desconocido” me miró durante unos instantes y me pareció como si en sus labios se curvara una sonrisa.

Sacudí la cabeza y decidí no pensar más en él: ni en su sonrisa, ni en sus ojos… Nada. Yo ya tenía a mi novio, Iván. Sonreí como una preadolescente estúpida de esas que se pasaban el día con las hormonas por las nubes y decidí que al acabar el entrenamiento le llamaría a mi novio.

Mi novio, sí, Iván. Recuerdo que lo conocí un día que fui al dentista. Estaba en la sala de espera cuando ese chico rubio, con ojazos marrones, se dirigió a mí para preguntarme la hora. Y, aunque suene estúpido, ahí empezó todo. Empezamos a quedar y surgió el “feeling”. Y cinco meses llevaba ya con el chico que me enamoró en la consulta del dentista. A pesar de que Iván jugara a fútbol, eso no había puesto ningún inconveniente en nuestra relación (salvo que me solía hacer tragarme partidos enteros de fútbol).

Cuando, finalmente, el partido amistoso finalizó (con victoria para los otros, desgraciadamente), mis compañeras y yo nos levantamos, hicimos una serie de estiramientos y, trotando, nos reunimos en torno al entrenador. Samuel (nuestro joven entrenador), nos dio un par de instrucciones y comenzamos a trotar en torno al campo. Al pasar por al lado de los chicos, me vi a mí misma buscando al “extremo derecho desconocido”. Pero no lo encontré.

Volví a sacudir la cabeza por segunda vez en quince minutos consecutivos. Me concentré en correr y me olvidé por completo de “extremos derechos”.

***

El entrenamiento de aquella tarde fue bastante bien. No teníamos ningún partido cerca así que nos dedicamos a hacer ejercicios divertidos, en vez de una sesión de intensos y agotadores ejercicios.

Al acabar, Samuel nos reunió en torno a él, nos comentó algo de que después del torneo de Navidad nos comunicaría una sorpresa o algo así, pero no le presté mucha atención.

Se despidió de nosotras y nos dirigimos al vestuario.

-Tía, Paula, tía –me llamó la atención mi mejor amiga María- ¿Te has fijado en el extremo lo bueno que estaba?

-¿Qué? –pregunté bajando de las nubes. Sí, realmente ese día estaba muy empanada.

-Que el extremo del otro equipo estaba muy bueno.

-¿El derecho? –pregunté, mientras abría la puerta del vestuario.

-Ui, veo que te has fijado.

-Un poco… Me gustaban sus ojos, nada más…

-Sí, sí… “Sus ojos” –María hizo comillas con los dedos y comenzó a reírse.

-¿Te tengo que recordar… -dije mientras me quitaba la camiseta- que tengo novio, que se llama Iván y que lo voy a llamar ahora?

-Vale, sí, lo sé. Pero… Te has fijado –dijo mientras me guiñaba un ojo y volvía a reírse.

Algo enfadada y avergonzada a la vez, me acabé de desvestir, enrollé una toalla alrededor de mi cuerpo y entré a la ducha.

***

-¡Hola, amor! –le dije a mi novio a través de mi móvil.

-Hola, Paula. ¿Has acabado el entrenamiento ya?

-Sí. Acabo de salir del vestuario. No me he secado el pelo y he salido la primera de mis amigas, pero es que tenía muchas ganas de hablar contigo.

Pude notar como Iván reía al otro lado de la línea.

-¿Y… Querías algo en especial? –me preguntó.

-Bueno... ¿Puedes quedar ahora?

-Mmmmm –se lo pensó durante unos instantes- No. Mañana tengo examen de Física, el último antes de que empiecen “los temidos exámenes finales” –dijo con tono dramático.

-Vale, de acuerdo… -intenté que no se notara mi tristeza- Un besito. Chao.

-Otro para ti. Mañana nos vemos.

Colgué con una amarga decepción y me dirigí a mi casa. A mi tampoco no me vendría mal estudiar Mates, iba bastante mal.

***

Recuerdo que aquella noche, después de estudiar, cenar y todo eso, me metí a la cama bastante cansada.

Y también recuerdo, que antes de cerrar los ojos, la imagen del “extremo derecho desconocido” volvió a acudir a mi mente.

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Wehehehe!!!!!!!

Primer capítulo!! :DDD!!!!!!!!!!

Esperamos que os haya gustado <333

¿Acaso pasará algo con ese "extremo derecho desconocido"? Meh, meh... SALSEO INCOMING

Hasta el siguiente! ^^

<33

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                                            Ainhoa B. & Ione U.

Handball or Love?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora