1 El Cuerpo

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A Angel no le gustaba especialmente madrugar, y ademas no era la rutina de su día a día. Llevaba trabajando ya 11 años en la empresa de gestión de residuos RGSU en Ciudad Real, y en este trabajo no había rutinas. Los turnos y horarios cambiaban de tal modo que ninguna semana había un horario fijo, ni siquiera las rutas que le tocaban solían ser las mismas. Esa semana estaba de noches, su turno comenzaba a las 22:30 con la reunión inicial con su equipo para ver itinerario y asignar flota de vehículos. Aquella madrugada Angel iría con su compañero Basilio (al que todos llamaba "Basi") en el vehículo de avanzadilla. Le gustaba compartir turno con Basi, un trabajador incansable que hacia las noches muy amenas, pues siempre tenia algo de lo que hablar. Los turnos pasaban rápidos con él, entre risas anécdotas. Basi era un hombre de 46 años que había pasado por muchos trabajos. Trabajó en la construcción, en la restauración como camarero e incluso pasó 22 años en el Ejército, pero tras licenciarse del mismo, había encontrado un puesto en la empresa de gestión de basuras, y él era de ese tipo de personas que encajan rápido y valen para cualquier tarea que se le encomendara.

Tenían la misión de ir por delante, de ahí el nombre de vehículo de avanzadilla. Su trabajo era comprobar que la ruta que posteriormente seguiría el camión, estuviese despejada para sus compañeros, que los contenedores estuvieran donde tenían que estar, que no haya residuos u objetos alrededor de los contenedores que impidiera el trabajo del equipo que posteriormente iría a manipularlos. Eran las 23:47 cuando pasaban junto al cauce del arroyo seco en Torraba de Calatrava cuando vieron algo que les hizo parar.
-¡Joder! ¿has visto eso? - pregunto Basi mientras daba un frenazo deteniendo el vehículo en seco. Angel, alterado, miraba hacia todos lados sin entender nada, pero entonces se dio cuenta. -¡Basi! ¿Eso es un brazo?
Ambos bajaron del vehículo, descendiendo la pendiente del cauce del arroyo seco. Allí estaba, el cuerpo de un hombre de unos cincuenta y tantos, con la ropa echa jirones, visiblemente ensangrentado y marcas de múltiples contusiones, pero no era eso lo que les llamo la atención, fue esa expresión en su cara, nunca habían visto nada igual.

Por un momento Angel dudó, no sabia qué hacer, pero su compañero Basi ya se le había adelantado y estaba llamando a la central.
- ¡Jefe! Estamos junto al arroyo en Torralba, ¡hemos encontrado algo! ¡Un muerto , Jefe! ¡Un muerto!.
Desde la central, les dijeron que permanecieran en la zona, en la que ellos alertarían a emergencias. Y así lo hicieron. Basi encendió un cigarro mientras esperaban apoyados en el capó del todoterreno. No hablaban, trataban de asumir lo que acaban de ver, ninguno de los dos se atrevía a dirigir la vista hacia el cuerpo, y aun así, en sus mentes seguían viendo esa cara... esa expresión... esa mandíbula... esos ojos. Fue entonces cuando sintieron un ruido, al otro lado del arroyo, entre los arbustos. Sacaron la linterna del coche y apuntaron hacia la zona de la que venían los ruidos.

-¡¿ Has visto esos ojos!? ¡Hay unos ojos ahí! ¡A la izquierda! - grito Angel que estaba fuera de sí por los nervios.
- ¡Angel! ¡Tranquilo! ¡Que solo es un conejo!- Le reprendió Basi entre risas. Basi era de esas personas que, a pesar de lo que pudiera ocurrir a su alrededor, siempre tenia un sonrisa para relajar la tensión.

A los pocos minutos empezaron a llegar efectivos. Los primeros fueron la Policía Local de Torralba que habían sido alertados desde la central de emergencias del 112.
- Buenas noches. ¿Dónde está? - Pregunto el agente conforme bajo del vehículo junto a ellos.
- Ahí delante, junto al arroyo, se puede ver el brazo junto al borde del cauce, por eso nos hemos parado- Respondió Basi, que siguió contándole al agente como lo había descubierto.

Durante los siguientes minutos aparecieron allí efectivos de la policía judicial, una ambulancia de soporte vital avanzado, la alcaldesa del pueblo y una multitud de vecinos curiosos que, atraídos por el despliegue de luces de emergencia de los vehículos no podían resistirse a acercarse para ver que había ocurrido.

Hija de la VendimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora