Mi época teenager fue un desastre, como la de muchos. Con peleas internas y cuestionamientos por cada mínima acción o palabra que saliera de mi propia boca. Además, vengo de una familia clase media, donde la violencia intrafamiliar, la coca, el tío degenerado, la tía facha-pobre y el primo alcohólico hacen que tu vida sea un poco más mierda de lo que ya es. Súmale a eso las hormonas. Estúpidas y sensuales hormonas.
En esos años sentía que mi sexualidad era como una ola en pleno océano; me pescaba mal parado y me daba vueltas a su ritmo sin poder hacer nada. Por lo que la única forma de sentir algo de control (no soy de los que se deja llevar), era explorar.
Así conocí a Martín.
Martín era uno de tantos amigos gay que tuve y que aun mantengo desde mis quince años. En esa época mi papá me veía con mi polola durmiendo juntos y saliendo cada fin de semana, pero solo con mis amigos que eran homosexuales. O sea, todos. Por lo que su respuesta siempre fue "no entiendo ni una weá", y se iba a acostar.
Pero él era distinto; él representaba todo lo que siempre admiré del ambiente "cola"; sin tapujos, sin miedos, y haciendo la disco, la calle, la feria o la bomba de bencina, una pasarela.
Recuerdo haberlo visto por primera vez afuera de la blondie caminando hacia mí; botas de charol con un taco criminal, polera de malla negra, chaqueta con todos los brillantes disponibles en el mall chino, ojos con sombra, barba tupida y un aro de cruz en la oreja izquierda, porque la weona no creía en estereotipos cliché.
Su atención estuvo enfocada en mi cuando se dio cuenta que, 5 minutos después de besar a mi mujer, estaba dando la vida con una canción de erasure como la más diva de la pista. Martín se cagó de la risa y aplaudió lo que, según él, era el weón más "open mind" que había visto.
Con las gárgolas al acecho y nosotros siendo parte de ellas, nos fuimos a la casa de Martín; y después de un par de pastis y un poco de esa weá de falopa rosada que ahora es moda, pude ver la pena en su rostro. La pena de un weón que se va haciendo viejo y no ha hecho nada de lo que esta sociedad espera, la pena de estar en lo mismo que hace 15 años y que nada haya cambiado para mejor. Pensé en que así debe ser como la Britney del 2007 se sintió; perdida, absurda, sola y sin control.
- ¿Y tú no le hací a nada de esta weá? - Me preguntó.
-No, puro copete y cigarros- Le respondí con cara de borracho.
-Ah o sea vo eri loca porque te gusta no más- Martin tenia la misma cara de las viejas en los 80; cuando querían tirar y les daba vergüenza decírselo al marido.
-Jajaja, no soy gay, ni siquiera bi en realidad- Le dije tratando de no hacerle esperanzas.
-Que fome el hetero- Me dijo al mismo tiempo en que tomaba un pito y me daba la espalda mientras lo prendía.
Si bien la hora no puedo recordarla, la teleserie mexicana que la vecina sorda tenia en la tele, me dice que podrían haber sido las 2 de la tarde, cuando le dije que iba a dormir porque estaba cansado. Martin me mostró la pieza y esperó a que me acostara. Pero antes de apagar la luz, tomó mis mejillas con ambas manos y me dio beso largo y tierno en los labios.
-Por último, pa sacarme el gustito- Me dijo con cara de niño que acaba de hacer una travesura.
-Lo mismo digo- Le dijo el curioso que llevo dentro.
Así nos acercamos y ya ha pasado toda una vida de amistad. Martin sigue en lo mismo, haciendo que cada persona que se topa, se enamore de su alma y su encanto, como el rockstar nivel fruna que es, con la fama que tuvieron los Millenium Show, pero el estilo del Alex Anwandter.
Y yo, cada día más hombre promedio, pero igual de curioso.
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Vendiendo Muñecas
Teen FictionEn la ruleta de emociones que un joven desastre atraviesa, cambiar de carril a veces parece divertido.