Desleales Ventanas

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Recuerdo lo último que vi fue una luz deslumbrante dirigiéndose directamente hacia su rostro combinado con un alterado y desordenado sonido estremecedor de risas. Recuerdo perfectamente el final. Lo único que me quedó claro en ese instante es que todo tiene un inicio casi tan interesante como nuestro final, aunque tanto el suyo como el mío no fue el mejor ...

Él era un hombre alto, moreno, solitario y para terminar de completar exquisita creación, era gracioso y adicto al cigarro. Poseía una sonrisa intrínseca de esas que se incrusta y nunca se olvida por el resto del día. Su nombre era Mateo.

Todas las mañanas Mateo, desde hace tres años con los primeros pigmentos del alba comienza de la misma manera: con una inocua clinofilia auto diagnosticada. Minutos posteriores de luchar por salir de la cama se dirige hacia la ventana y esboza una pequeña sonrisa –Quiero creer que es para mí-. Regresa al interior de su cuarto y al transcurrir un largo rato se le ve caminando por las calles, dirigiéndose hacia su trabajo, supongo siempre llega tarde y por eso regresa a casa en el conticinio. Al llegar del trabajo a su casa: sube las escaleras, se dirige hacia la ventana y esboza una pequeña sonrisa. Camina hacia el comedor donde Sofía se encuentra cada noche esperándolo con la cena. Siempre es la misma rutina: la besa, se sienta a comer, ella se ríe de algo gracioso que él dice, hablan de lo que hicieron en el día, aunque él nunca menciona que cada mañana entra y sale una mujer diferente efímeramente. Supongo se quieren y por eso vuelven cada vez que la costumbre les ronda por la mente o simplemente la resiliencia les golpea fuerte. No sé sabe. Todos tienen su debilidad y su forma de afrontar el dolor tanto como de tenerlo frente a frente queriendo regresar a el.

Ahora desde hace ocho semanas ha cambiado todo por aquí. Él es diferente, su rutina es diferente y eso me hace sentir diferente; es como si todo lo que conozco o conocía de él no existe. Esfumándose así en el pasado y en el presente.

Todas las mañanas Mateo, desde hace ocho semanas regresa a casa de dónde solo los árboles y la luna son testigos de su procedencia en la madrugada. Al llegar, sube las gradas. Ya no se detiene en la ventana. No sonríe. Entra a su cuarto y lo primero que acaricia su piel son las suaves sábanas blancas que cubren su cama. Suena el dispositivo más inoportuno e insistente con una estremecedora y discreta alarma advirtiéndole a la cama que esos pequeños minutos de gloria han terminado. Procrastinando la pelea rutinaria de levantarse agregando la nueva costumbre de atribuir sus tan triviales ataques de ira por las mañanas para finalizar alzando su cuerpo. Sin bañarse o pronunciar palabra, un pensamiento se adueña de su mente: llevar un cigarro hacia sus labios, y ya teniendo el arma en su boca, con toda la disposición de hacerle daño por doceava vez en el día, le concede el poder de matarlo en cada innhalación haciendo un poco más corta la ardua espera con la caída de ceniza sobre su cuerpo. Decide apagarlo sobre sus piernas sin ninguna muestra de sensibilidad o importancia dirigiéndose hacia la puerta donde minutos después se le ve caminando por las calles rumbo hacia su trabajo; ahora es puntual. Regresa a casa de dónde solo los árboles y la luna son testigos de su procedencia en la madrugada ...

... Así continuaron los días por las últimas ocho semanas. Sofía no ha regresado, me alegra.

Al pasar las semanas, la típica rutina fue abruptamente rota por un día que no era deseado o bienvenido para Mateo. Llegó temprano a casa sin saber lo que le esperaba detrás de la puerta. Abrió

- ¡Feliz cumpleaños! Gritaron su mamá, tías, Sofía y más personas que nunca había visto o cruzado palabra ni por accidente.

- Idílico –Expresó con ironía Mateo

Su familia y otros desconocidos se acercaron a felicitarlo por su cumpleaños número 39 con la inestable esperanza de ver una sonrisa iluminando su rostro tan solo una vez más, después de anhelarlo durante tanto tiempo.

Para cualquier persona, el recordatorio de su cumpleaños sería feliz y emocionante, pero no para la nueva versión de Mateo. El nuevo y desconocido Mateo.

Pasaron las horas y la fiesta que sería usualmente agradable conforme los granos de arena caen para marcar el tiempo acercando al triste y amargo vórtice final solo fueron desesperados y agrios minutos con ansias de finalizar.

El reloj marcó las 3:10 am Todos en su mayoría seguiamos aún despiertos y otros solo permanecieron en la fiesta aguardando por el pastel. Era anaranjado; el color favorito de Mateo.

- ¡Vengan! ¡Vengan! Es hora de partir del pastel que Sofía hizo para Mateo - Exclamó la mamá de Mateo.

- Usé una receta especialmente hecha para Mateo. - Al terminar la frase expulsó una risa misteriosa, seguido de un abrazo incómodo para Mateo deseándole feliz cumpleaños. Finalizó diciéndole al oído: - No te guardo rencor.

Mateo sonrió mortificadamente y volteó el rostro.

- ¡Que lo muerda! ¡Que lo muerda! - Sonaron al unísono diversas voces.

Él se acercó lentamente al pastel y para nuestra sorpresa recuerdo lo último que vi fueron varias luces deslumbrantes dirigiéndose directamente hacia su rostro combinado con un alterado y desordenado sonido estremecedor de risas. Aun no entiendo el porqué de lanzarle el pastel tan espontáneamente al rostro junto con 39 velas teniendo la determinación de representar la cantidad de años cumplidos hasta ese día. Fue gracioso tanto como doloroso. Verlo ahí, sin hacer nada y sin decir nada, donde su única expresión fue inexpresión. Nunca experimenté tanto silencio en un lugar donde el pastel estaría esparcido por todos lados. Sentí pena por él.

Al limpiarse el rostro. Apartando el pastel de sus ojos con las manos. Justo en ese momento ...

... Dirigió su vibrante mirada hacia mí. Entré en un estado de pánico tanto como de nerviosismo. Traté de esconderme. No sabía qué hacer o cómo reaccionar, así que intenté crear la mayor normalidad posible y pasar desapercibido. No funcionó.

La oscuridad se expande por toda la calle inundando su casa, siendo el silencio el primero en tomar el reinado. Los pensamientos que rondaban por mi mente fueron lo más fuerte que resonó durante horas. Traté de dormir, pero un fuerte golpe a mi puerta irrumpió mi esfuerzo.

Abrí mi puerta y justo en el reflejo de sus ojos me encontré. Con su mano azotando la puerta entró con cierta prepotencia a mi casa sin emitir palabra. Seguí a Mateo, el cual se dirigió caminando hacia mi habitación. En la lóbrega noche, donde nadie podía escuchar absolutamente nada, el sonido de la saliva rodando cuesta abajo sobre mi garganta hizo eco en las cuatro paredes lo cual hizo notar mi nerviosismo atrayendo su atención. Paso tras paso llegó finalmente delante mía. En un movimiento brusco me tomó violentamente por el cuello, alzando completamente mi cuerpo sin posibilidad alguna de mis pies tocar el suelo. Su mano olía al mentolado veintiunavo cigarro del día.

- Otra vez dejas que esos ataques de ira te posean - Respondí con dificultad.

- ¿Quién eres?

- Deseaba algún día estar entre tus brazos.

- ¿Quién eres? - Preguntó esta vez con más brusquedad. Se podía percibir su enojo en la forma en que arrugó la nariz.

- Reí y con una pizca de descaro le contesté: - Soy tu vecino: Miguel. Existen cortinas ¿Sabes?

Al momento de terminar esa frase, el aire dejó de llenar mis pulmones siendo así la manera de como mis ojos murieron entre sus ojos. Y como mi cuello ya frío pero lleno de gozo se regocijo por unos instantes al entrar en contacto con sus espléndidas manos y ser presionado fuertemente por sus dedos.

En este punto solo me queda presentarme y explicar porque sé todo sobre la vida de todos, en especial la de Mateo. Soy Miguel, tengo 17 años y por tres años fui vecino de Mateo; mi pasatiempo favorito es o fue: usar unos binoculares que obtuve por mi cumpleaños número doce, dedicándole una de las mejores utilidades existentes: evaluación del comportamiento humano. No me gusta llamarlo espionaje, pero si ese nombre te queda más cómodo, llamémosle así. La ventana era mi cómplice, mi mejor amiga y era el único reflejo que necesitaría para encontrar la perfección al otro lado sin salir de casa. Fue un trabajo. Lleva su tiempo. Las 98 personas que evalué deberían estar agradecidas por fijar mi atención en ellas. Mateo no me agradeció, pero me dio un gran regalo: poder morir en él.

Si me pides un consejo te diría: cierra tus cortinas.

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⏰ Last updated: Aug 28, 2019 ⏰

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