La ultima vez que te vi, tu fragancia apenas era parecida a la que recordaba. El fresco galopar de la lavandina contra el resabio de una ciudad sonambula fue suficientemente salvaje en su olor a renovacion como para evitar que siga durmiendo. Apenas habia dialogo en mis sueños. Todavia no habiamos aterrizado. Saque el celular de la cargada mochila que guardaba entre mis piernas. Se acercaban las dos horas de vuelo. Mire el techo del avion. La sombra perfectamente inclinada de los asientos dobló imperceptiblemente dejandonos en la ruta exacta hacia el descenso. Busque en la galeria. Tal como siempre lo hacia. No era una adiccion proveniente del ultimo manual de enfermades psiquiatricas. Era una necesidad producto de mi condicion. La ultima foto tenia una chica al lado mio. Pelirroja de ojos verdes. Delgada pero con una firmeza adorable en su dialogo. Reconoci el fondo. Era el mismo que me sostenia. La habia sacado antes de espegar. Todavia estaba conmigo.
Guarde el aparato. Tendi mi mano hacia la derecha buscando la de ella. Me devolvio el gesto cerrando sus dedos con ligeras caricias entre sus finos anillos plateados. Su hermosa mirada me respondio con la enorme ilusion de un viaje perfectamente anhelado por siempre. Lo habiamos planeado desde antes de conocernos pero organizado en menos de tres meses. Todo esto al cabo de dos años de relacion. La pista de aterrizaje nos saludaba entre esbeltas y alargadas filas de nubes y vallas de montañas nevadas. Descendimos del avion de la misma forma en que mi memoria trastabillaba y se deslizaba contra un fronton de buenas intenciones. Mi ineludible compañera tambien guardaba en su celular la seleccion fotografica deseada e indispensable.
A cada nuevo kilometro el paisaje brillaba a traves de bosques milenarios rebosantes de secretos. Regalos ancestrales que rejuvenecian a cada abrazo de un lago inmenso adosado a la impecable ciudad. Apenas dejamos nuestro bolso en nuestro alojamiento y ya la inmensa felicidad de unas vacaciones en pareja inundó de paz y brillante vigencia nuestra tierna compañia. Estaba realmente muy enamorado de Natalia. Acompañaba mi condicion sin descargarme esos analisis aburridos sobre la fidelidad univoca entre el hombre y la mujer. Maldita monogamia. Correspondencia magnetica que imprime su remitente con sabor a hierro en una carta invisible que jamas sera leida.
Con respecto a mi condicion de la que hablo, el asunto es que no tenia otra forma de recordar. Mi unico acceso a la identidad y al orden tremprano de los sucesos se basaba en la acumulacion de una sucesion infinita de fotos. No eran tatuajes por todo mi cuerpo. La mejor manera que habia encontrado consistia en verificar a traves de fotos recientes mi entera identidad. No era victima de una moda narcicista. Mi condicion me impedia retener cualquier tipo de informacion que sucediera en las ultimas tres o cuatro horas. Simplemente no tenia memoria de corto plazo. Pasada esa brecha se despejaba y deshilachaba la telaraña negra y pegajosa que cubria el abismo del abandono. Aun asi, mi falta de memoria no era obstaculo para disfrutar junto a ella los maximos placeres posibles.
Salimos a merender en esas dulces calles de piedra y roble. Cervecerias y chocolaterias nos llenaban de calidez aún a la distancia. Si bien me consideraba un fanatico de los climas templados, no podia negar jamas tu dulce compañia en el sur patagonico. Para Natalia era la primera vez. Su asombro y descubrimiento era la perfecta pareja para mi sapiencia y obstinacion. Adonde quiera que fueramos siempre nos divertiamos y la pasabamos muy bien. Un bar con grandes ventanales se recostaba sobre el lago. Tomamos dos pintas artesanales. Mapuches, excursiones, caminos y comidas llenaron nuestra charla.
Todavia faltaba un trecho hasta el descanso del sol. Saque el celular. Recorde el frente del hotel. El numero de la habitacion. El lugar donde habia dejado el bolso. En cada esquina retratada intuia la direccion correcta dada la direccion en la que estaba tomada la imagen. Movi milimetricamente la punta de mi dedo contra la pantalla. Una docena de ventanales escondidos por cortinas grises ilustraban el escenario. Quise creer que nadie posaba desde adentro. Casi gozando de mi particular condicion. Aún con el equipo en la mano preocupé el gesto y mordi mi uña. Mi dulce compañera tomo mis manos. Ojala nunca me faltes.
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Memento mori
HorrorUnas vacaciones en pareja develan los secretos que guarda la memoria.