Un día fui un ave que voló cerca del sol y casi quema sus alas plateadas, otro día fui el viento que recorrió el horizonte y aprendía de los humanos que miraba desde el cielo.
Entonces caí.
Amanecí ahogada dentro de una tina enorme, flotaba mientras la sangre salía por mi boca y mis oídos, fui un bovino que sufrió de ántrax y murió a las doce con cinco minutos debajo del sol de Texas. Mi último recuerdo fue mirar hacia el cielo y desear volver a ser pájaro, y volver a ser viento.
Me he visto a mí misma en miles de formas diferentes.
¡He vivido mil vidas y cada una ha terminado atravesada por una lanza aguda! Cada corazón sufrió un infarto o cada cerebro un balazo. Me he suicidado y he renacido tantas veces que a veces despierto sin saber quién soy.
¿Seré el carroñero que vuela alrededor de un cuerpo muerto? ¿Seré el árbol más grande con los frutos más frescos? El macrófago o la bacteria, la causa o el efecto.
Me olvidé de mi nombre en un sueño profundo, lo siento madre, desperté sin saber quién era, de pronto ya no reconocía ni mi nacionalidad ni mi acento ni mi propia Tierra.
Perdón les pido perdón a todos los que han pasado por cada estación que fluye de mi cuerpo, cada otoño he muerto y cada primavera me lleno con hojas nuevas, plumas nuevas o me agito contra la marea.
He escrito poesía y he cantado rezos. Un día oré y al siguiente a la catedral le prendí fuego.
A veces me pregunto si al despertar olvidaré cómo escribir y ese es mi mayor miedo. He olvidado todo en este mundo, cómo sentir, cómo amar, cómo olvidar, cómo buscar, cómo reconocer, cómo perder y cómo ganar. Todo lo he perdido.
Perdí mi pasión y luego perdí el fuego. Encendí la llama y dentro de mi nacieron miles de universos. Entonces, cuando me harté de mirarlos, los rompí con mis propias manos y pensé que no era cierto, que nadie es polvo de estrellas ni podemos huir bajo el firmamento.
¡He sido agua de cascada y he sido río! ¡En abominación me convertí y no reconocí mi hedor creciente! Perdí las ganas, perdí el querer y bajo la noche un día quise marcharme con una soga atada al cuello.
Oí las palabras de aquel que lloraba y cuyos ojos te hacían entrar en un estado de hipnosis profundo, y amé hasta sus movimientos. Danzaba mi alma junto al diablo.
Fui lo que leí, fui lo que creí, agitada por mil mareas creí tantas cosas diferentes, fui lo que decía Nietzsche y luego Kant. Fui lo que creían mis padres y luego fui por mi misma, hasta que me perdí.
Oh, era verdad, cuando sales de la creencia te pierdes, te pierdes tantas veces que olvidas cuando fue el último día que reconociste tu propio rostro frente al espejo, porque ahora no tengo rostro ni tengo alma, no hay reflejo ahí, sólo una marca, una marca de lo que fui una vez, antes de que me elevara hasta el cielo.
¿Este es el precio de la verdad y la ignorancia, de lo alto y lo pequeño, de lo mucho y de la nada? Volvería a pagarlo completo.
¡Yo fui rey, fui mendigo, y fui una muñeca de porcelana con los brazos rotos!
¡Yo fui un tulipán que creció bajo el cielo violeta, y una marea que arrasó con toda alma viviente!
Yo fui escasez y fui agua, yo fui poder y fui ruptura, fui el amor que nace y el odio que se ejecuta.
Cada día me vestí con ropas diferentes intentando disimular mi aspecto, las ojeras, el dolor y la tristeza en forma de una pintura gris con azul marino, el amor y la esperanza en forma de estrellas. Me perdí dentro de los ojos negros de un daltónico y dentro de la sonrisa de una rosa. Conviví y bailé en luna llena junto al diablo y sus aliados, y un día dejé que mis válvulas cardiacas fueran inspeccionadas por un amante del arte, por una poeta inexperta y por una mujer que no sabía quién era.
Me dejé tocar por mil manos diferentes buscando una que me hiciera sentir que estaba viva, que era algo o alguien y dejé que mis pensamientos les pertenecieran incluso a los muertos. Yo creí y me aferré a la idea de conocer todo a mi paso y amar todo mientras más aprendía.
¡Yo fui música estruendosa, triste y delirante! Yo fui lo que volvía a la cuna y rompía sus propios huesos.
Quise creer que toda acción tiene un efecto, me guíe bajo las creencias banas y las totalmente fundamentadas, y un día cansada, incluso me imaginé el hubiera, si yo hubiera tomado otro asiento, si hubiera decidido amar a alguien más o hubiera elegido una carretera diferente. ¿Me llevaría al inicio o al final de la historia que me mantuve escribiendo?
¡Oh, bajo las estrellas agonice sobre el mar y las flores que amo y los pájaros que ya no vuelan! Mi cuerpo flota ahora sobre una tina enorme y mis oídos colapsaron, se pregunta mi alma si después de todo esto, dejó de escribir poesía o comenzó a escribir arte.