Capítulo Único

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Draco Malfoy se había enfermado.

Y Harry lo maldecía por ello.

Bueno tal vez, sólo tal vez, la culpa había sido suya. ¡Pero Malfoy había empezado! Y ahora él tenía que pagar las consecuencias.

Todo había comenzado una hermosa mañana de primavera, cuando el rubio desteñido había saboteado la preparación de su poción, no es como si no lo hubiera hecho antes, en ese poco tiempo que llevaba en Hogwarts lo había hecho ya tres veces, pero esto era diferente. A Snape le dio por que la poción que preparan ese día tendría la mitad de la calificación del trimestre.

Neville estaba que hiperventilaba, sudaba y temblaba del terror, Hermione estaba radiante, ya que esa poción debía de sabérsela de memoria desde ya antes, y murmuraba con los labios sin que casi no salga ningún sonido de estos. Ron parecía como si fuera la peor pesadilla reflejada ante sus ojos. Ningún Gryffindor estaba contento. Los Slytherin estaban confiados.

Pero Draco Malfoy parecía como si hubiera recibido el mejor regalo de navidad. Sus ojos plata brillaban de emoción mal contenida, sonreía petulante, y hablaba entusiasmado con Zabini a su lado. Sólo le faltaba dar saltitos de alegría, claro, si fuera un Hufflepuff en vez de un Slytherin.

Y Harry estaba preocupado.

No quería reprobar Pociones en su primer año, pero le preocupaba aún más la actitud de Malfoy que otra cosa.

Saltaba a la vista que de esa serpiente no venía nada bueno, sólo hacía falta un cartel en su frente, con la advertencia: Niño malo, manténgase alejado.

Harry entrecerraba los ojos cada vez que lo veía.

Si había algo que Harry odiara más que sus tíos y primos, era Malfoy. Pero eran tipos de odios diferentes. Dudley y Malfoy sólo se parecían en una cosa.

Ambos eran tan caprichosos como una niña de cuatro años.

Dudley daba pena ajena, con esas mano grandotas, haciendo un berrinche, lo más alto posible, sabiendo de antemano que conseguiría lo que quería, mientras que Harry se conservaba con las sobras del pan, literalmente.

En cambio Malfoy era una cosa distinta, el chico era inteligente, y por más que a Harry le costara el alma admitirlo, era increíblemente astuto, hacía honor a su casa.

En el poco tiempo que llevaba en Hogwarts, a veces se sorprendía mirando a Malfoy más de lo normal, como si fuera un enigma. El niño era muy influyente, según había oído su padre trabajaba para el "gobierno mágico", y eran ricos, asique se la pasaba pavoneándose por el colegio como si fuera suyo. Su casa entera le tenía respeto, se reían de sus burlas hacia otros, y nadie, nunca, se metía con él, claro, excepto Harry.

Sus rasgos eran realmente preciosos, un día una niña de otra casa (seguramente Hufflepuff) le había dicho que tenía unos pómulos muy bonitos, mientras Draco había alzado una ceja rubia (¡rayos! Harry aún no lograba entender cómo había logrado hacer eso un niño de once años) y le había dicho que no estorbara, mientras se daba la vuelta, ignorándola completamente. Harry no sabía qué era pómulos, pero estaba seguro de que la niña estaba en lo cierto. No había nada de feo en Draco Malfoy.

Oh, bueno, tal vez había un pequeño inconveniente con su personalidad.

Entonces, ese día, Draco y su pandilla de lacayos se sentaron al lado de la mesa de él y Ron. Y Harry tenía un mal presentimiento.

Hasta que no sucedió, Harry no había notado nada. Porque en serio no quería reprobar Pociones, estaba seguro que al mínimo error, Snape lo suspendería, asique se obligó a dejar de mirar a Draco Malfoy, y a concentrarse en su poción.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2014 ⏰

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