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Es increible recordar mi vida de antes en Tijuana, mirar la pistola negra aun cargada, aquel cuchillo con mis iniciales gravadas, todo eso inunda mis ojos, recordar los ojos de ese muchacho.

La vida en Tijuana era dura, realmente de la chingada, por la mañana escuchar los disparos afuera en las calles, por las tardes el paisaje se llena de niñas de 12 años embarazadas, mientras los padres de sus hijos están consumiendo marihuana o inyectandose, tomando, fumando todo el tiempo, vendiendo droga en tas las esquinas, es decadente ver hasta donde hemos caido, mirar las camionetas caras paseandose por las calles, que nuestros hombres estén afuera combatiendo con el narco, con el pendiente que ya no regresen y por las noches las madres de esas niñas se prostituyen porque los hombres ya no regresaron.

Vivía en una colonia donde estas pendejadas eran el pan de cada día.  mi madre nunca se involucró en estos negocios, pero mi padre se hundio completito primero, como capataz de uno de los capos del rancho que queda cerca de la colonia, después como repartidor de mercancia, despues como uno de sus hombres que lo siguen todo el tiempo hasta que mató a 6 cristianos por ley de su patrón y luego este nos mando su cabeza y sus dedos en una caja con una pistola negra que siempre cargo.

A los nueve años, ya sabía cómo cargar una pistola, tenía la mejor puntería, esa que solo los mercenarios tienen al aventar sus granadas, la que los matones tienen cuando apuntan a los ojos de los contrarios. Mi padre se encargó de enseñarme bien a defender a la familia, a mi madre y a Mia. mi hermana de tan solo 9 meses de edad, mi madre de 23 años, somos una familia de adolescenes y una bebé.

Un día, salpi de mi casa a jugar, por un momento quise sentirme como una niña normal, rodeé la calle y me senté frente a una casa roja de portón negro, con algo de plantas en la azotea. Miré mi muñeca toda despeinada y quemada de alunas partes de su artificial cuerpo, en sus ojos derretidos vi que algo cambiaría.

Un muchacho de camisa vino, pantalones, botas y sombrero negros,, caminó hacia mí, yo quedé impactada de ver tal cosa, me puse algo nerviosas que erguí mi espalda y acomodé el vetido de flores rojas que caía sobre mis piernas, peiné hacia atrás el cabello de mi cara y escondí la muñeca debajo de mi vestido.

-¿Cómo estas bonita?- me levantó la cara con sus dedos, yo no respondí.

-¿Cómo te llamas?- se inclinó de frete y tomó mi cara entre sus manos.

-Diana- él sonrió.

-Bueno chulada, necesito que me hagas un favor mira, en esa casita, ive mi padrino, necesito que me avises cualdo salga ¿fierro? Toma- estiro un montón de billetes de 200 pesos hacia, los tomé sin tardanza- eso morrita, voy a estar en esa camioneta negra, en cuanto salga, me avisas corriendo ¿si?

Se levanto sin más, yo no mencioné palabra alguna hasta observar que se metió a la camioneta que me había dicho.

-Si- dije al fin.

Pasaron apenas un par de horas cuando salieron dos hombres de la casa y que afortunadamente se quedaron parados en la puerta, al parecer solo hablaban, pero acariciaban sus armas y revisaban la calle. Ya sabía a donde iba todo esto, ya lo he visto antes, tenía que correr o arriesgarme a quedarme ahí.

Me puse rápidamente de pie y corrí hacia la camioneta, estaban tres hombres con los pies encima del tablero y los sombreros sobre los ojos, me quede mirando al muchacho que me había dado el dinero y con temor le agité el brazo que estaba en la ventana.

-Oye- voltepo a verme y sus ojos de inmediato se clavaron en los mios- ya salieron esas gentes esas.

De inmediato salieron todos corriendo con las armas cargadas.

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⏰ Última actualización: Sep 01, 2019 ⏰

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"La vida de una Halcón"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora