Yo era el típico chico tímido, sin apenas amigos y que no le gusta acercarse a las chicas. Bueno... Muy típico no suena, de todas formas, así era yo. Pero desde aquel día mi pequeño mundo ha cambiado...
Sonó el despertador,pero no le hice mucho caso. Mi hermana pequeña era la que me despertaba saltando en mi cama. Me gustaba esa manera de empezar el día. Siempre paraba cuando se daba cuenta de que le ignoraba. Era un pequeño monstruito.
-¡Hermanito! - gritó - ¡vamos!
-¿Qué quieres pesada? - dije con voz adormilada.
-¡Te tienes que levantar ya!
- Vamos peque, ven aquí- tiré de su brazo hacia mi y le abracé.
Ella intentaba separarse, pero los nueve años de diferencia se hacían evidente. Al final acabé cediendo y la solté. Ella saltó de la cama a mi alfombra, me sacó la lengua y se fue corriendo.
-Julia... - suspiré.
Para mi, la mejor hermana pequeña que un chico puede tener.
Muy diferente a mi, tanto en físico como en personalidad. Ella tiene el pelo oscuro y rizado, ojos negros y una piel bastante oscura, anda siempre muy entusiasmada y con energía, la mayoría de las tardes se las pasa jugando con sus amigas en el parque de al lado, todo lo contrario a mi. Soy pálido pelirrojo y con unos ojos verdes demasiados brillantes para mi gusto. Además, siempre estoy en mi habitación sumergido en mis pensamientos, escribiendo o jugando con el ordenador, ese era mi pequeño mundo que nadie me lo podía quitar. Cuando salía a la calle destacaba bastante, cosa que no me gustaba. Siempre he querido pasar desapercibido. Menos mal que mi personalidad, como dicen todos, es "rara", de esta manera la mayoría de personas que me conocen se alejan de mi.
Me levanté de la cama y me prepararé. Las clases de esa mañana eran aburridas. Me gustaba lo que estaba estudiando, pero no creo que ningún chico de primero de bachillerato se siente animado en clase.
Cuando me di cuenta de la hora ya eran las ocho menos cuarto, llegaba tarde.
Julia ya me esperaba en la puerta con su maleta puesta dando pequeños saltitos. La tenía que llevar a casa de la vecina para que ella la llevara un rato después al colegio. Aquella señora mayor nos ayudaba en todo. Desde que nuestros padres murieron nos ha cuidado y atendido en todo. Desde hacernos la comida hasta hacer la colada. Si ella no estuviera seguro que nos hubieran llevado a una casa de acogida, y me habría separado de Julia.
-Buenos días pequeña Julia. Hola Nicolás ¿qué tal la mañana? - nos decía cuando nos veía llegar.
-¡Hola yaya!- le saludaba Julia entusiasmada.
-Buenos días- le respondí con una pequeña sonrisa- hoy también llego tarde, así que me voy corriendo.
Le di un beso a Julia y me marché.