Prólogo

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Todo comenzó en un día alegre.

Tamama mecía sus piernas en la limusina de Momoka, iba en camino a la casa de su amado sargento. Una dulce sonrisa adornaba su rostro junto a un pequeño rubor pálido en sus mejillas. En su regazo había un pequeño regalo envuelto que traía para su Sargento.

La limusina se detuvo de repente, dándole a entender que ya había llegado a su destino. Se levantó del asiento y salió del auto, parado justo en la entrada de la casa de los Hinatas.

Tamama caminó hacia la puerta y la golpeó suavemente. Después de unos cuantos segundos de espera lo recibió Natsumi y lo invitó a pasar.

Ya estando dentro, Tamama saludó a los Hinatas.

"Hola Natchi, Fukki, ¿dónde está el señor sargento?" pregunto adorablemente.

"Está en su habitación." Respondió Natsumi.

"Tienes suerte de haber venido en su día libre, Tamama," habló Fuyuki "de otra forma, Natsumi ya lo habría convertido en su esclavo personal." Natsumi le dirigió una mirada fulminante a su hermano, Tamama sólo rió.

"Tomaré eso en cuenta la siguiente vez que lo visite." y con eso continuó y bajó hasta la habitación de Keroro.

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"¡Hola, sargento~!" Tamama saludó con una voz dulce mientras entraba a la habitación de Keroro.

Sin embargo, no había nadie allí. Tamama se sintió como un tonto por hablar solo. Caminó hasta el centro de la habitación, perplejo por la ausencia del Keronense verde. Tamama sostuvo el regalo que traía para Keroro en sus manos.

"Tal vez esté en algún lugar de la base." se dijo a si mismo.

Así que se adentró en el pequeño portal disfrazado de frigorífico en la habitación de Keroro, y se dispuso a entrar en la base.

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Caminó a través de los pasillos, buscando en cada uno de ellos algún rastro de Keroro, pero no se veía en ninguna parte.

Tamama frunció el ceño '¿dónde ranas está el sargento?' se preguntó a si mismo, 'dioses, tienes que pensar, Tamama, si tú fueras el sargento, ¿en qué lugar de la base te gustaría estar?', entonces la bombilla en su cabeza se encendió de repente, y cuatro palabras claras volaron a la parte superior de su cabeza.

La sala de Gundams.

Tamama se apresuró a correr a la sala de Gundams, con la esperanza de poder encontrar a su sargento en ella.

Corría y corría cada vez acercándose más a aquella sala, hasta que al dar vuelta en la esquina de un pasillo se encontró con algo plano y chocó contra eso. Su cabeza le dolió un poco y veía unas cuantas estrellas rebotar en su vista.

Se levantó del suelo en el que había caído y se sacudió el polvo del piso que se había impregnado a su cuerpo.

"Kuu, m-mis gafas..." una voz gimoteó a su alrededor.

Tamama se giró para contemplar al dueño de la voz y se dio cuenta que había derribado a nada más y nada menos que al Alférez Kururu, quien buscaba ciegamente las gafas que se habían caído de su rostro.

"Uy..." Tamama hizo una mueca, luego se inclinó y recogió las gafas de Kururu del suelo "Toma, lo siento."

Kururu los tomó de la mano de Tamama y rápidamente se los puso. "Deberías tener más cuidado, mocoso." Regañó, ahora levantándose del suelo.

"L-lo siento, yo sólo no te ví" farfulló Tamama.

Kururu sólo lo miró por un par de segundos, y luego habló de nuevo "Bien, lo que sea, ya no importa" Kururu lo desechó, con indiferencia "de todas formas, ¿qué te tiene tan descuidado?" preguntó, ajustándose bien sus gafas.

R  E  F  L  E  X  I  O  NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora