A Ana siempre le ha aterrado la oscuridad, sin ninguna influencia de las historias o películas de terror, simplemente porque su imaginación así lo dictaba, o al menos eso es lo que ella creía.
El aire siempre le pareció más denso al apagar las luces, entre cuatro paredes que parecían no tener otra función más que atraparla, pensando que no tenía lugar para huidas, de lo que sea que ella temía. La oscuridad parecía asentarse en ella al recostarse en su cama, como si una materia desconocida llenara el lugar, acompañada de un gélido silencio perturbador.
Con los años se había acostumbrado a la pesadez de lo invisible antes de dormir, o tal vez simplemente había olvidado como se sentía ser normal, aunque también albergo la posibilidad de nunca haberlo sido. Siempre excusaba las sombras más oscuras que veía como solo un reflejo, un engaño de su mente, y no como en realidad eran, un presagio de su destino.
Tenía 23 años cuando el final había comenzado, no se explicaba como al cerrar los ojos y acunarse en un dulce sueño, despertaba en una pesadilla que se calaba a ella como la tierra en sus uñas con las que siempre amanecía. Su solitaria vida no pudo haber propiciado mejor la pérdida de su cordura.
Siempre trataba de llevar sus días igual de normales, a pesar de que un nauseabundo olor había hecho presencia por toda su casa, a pesar de estar viendo cada vez más las sombreas "reflejo" en cualquier lugar con mínima oscuridad.
Un día, tratando de encontrar el origen de tan repugnante hedor , se rindió, y solicito ayuda encarecidamente a uno de sus compañeros de trabajo el que casualmente era su vecino, para ayudarla a encontrar el origen de tal fetidez, solicitud que fue aceptada con gozo, por el interés que había despertado en el la solitaria Ana.
Dispuestos a arrancar el motivo de tantas molestias, ambos decidieron dividirse para así más rápido, tal vez, encontrar la causa.
Al caer la noche sin querer Ana había sido absorbida por el cansancio y pesadez de la angustia por no haber logrado nada en toda la tarde, sin ganas de buscar a su ayudante por toda la casa, sencillamente se dejó caer en el sofá, dejándose llevar por la oscuridad de la peor pesadilla de su vida.
Con la rara sensación de que ya había caído totalmente la noche, con el silencio prestándose a la preocupación de no encontrar cualquier señal de luz o a su ayudante.
Comenzó a caminar hacia donde, al parecer, el olor estaba revelando su ubicación, a duras penas llegando a la puerta del sótano, encontrando la puerta abierta, haciendo fácilmente que el asco entrara en todo su cuerpo por sus fosas nasales, inseguramente dio el primer paso, bajando, parecía estar descendiendo por el mismo infierno, con el aire volviéndose cada vez más fétido con cada escalón que descendía, apenas y llego a vislumbrar un diminuto rayo de luz de luna que había encontrado su camino por un pequeño tragaluz a lo lejos de las escaleras, inquieta y ansiosa por conocer el origen de su búsqueda, apuro demasiado el paso, y cayó chocando con el suelo, donde un charco de una sustancia desconocida pero que con su aroma ya anunciaba malas noticias le dio la bienvenida, empezó a acercarse al tragaluz con la esperanza de ver con que se había empapado, y la luz de la luna aclaró todas sus dudas al ver sus manos ensangrentadas, ahondando así la creciente angustia en su interior, hizo lo que le pareció más razonable, corrió, pero con solo un par de zancadas tropezó con algo desconocido que solo emanaba repugnancia, sus sentidos de curiosidad se hicieron presentes, gateo para reconocer el causante de su caída, y lo hizo, reconoció al instante la muerte, la muerte en la piel desgarrándose por un simple tacto, la muerte de lo que alguna vez fue humano, retrocediendo instintivamente a rastras, volvió a encontrar algo obstruyendo su paso, no hacía falta tocarlo para saber lo que era. Todas esas veces con las manos envueltas en tierra habían cobrado sentido, y no uno normal. Una telaraña de posibilidades se bosquejaba en su mente con todos sus recuerdos, y al ver como se acercaban a ella las sombras más oscuras que la noche, solo una prevaleció.
Aquellas sombras nunca fueron reflejos, y sus miedos nunca fueron infundados, con esos pensamientos se hundió profundamente en la oscuridad que se ceñía a su cuerpo mente y espíritu, y le adelantaban que de esto nunca podría escapar...o despertar.