Renjun, jugar te hace abrazar a los demás.

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Renjun observaba el frente de él, contando de uno hasta diez para que pudiera por fin ir a buscar a esa persona que se le había perdido hace un tiempo. Cuando el último número salió de sus labios, soltó un pequeño grito y se dispuso a buscar a su compañero por toda la casa. El pequeño tenía una sonrisa en su rostro debido a la inmensa felicidad que estaba dentro de él, ¡le gustaba jugar cuando se sentía así! 

Aunque después de metros y metros caminados, y Renjun seguía sin poder encontrarlo, por lo que un leve puchero apareció en su rostro, sin embargo no pudo intentar rendirse porque segundos después escuchó la suave risa de esa persona en específico, y entonces él rió también, siguiéndolo.

Un minuto más de buscarlo, vio a un pequeño bulto al lado de un armario, acurrucado y temblando levemente. Teniendo su mayor sigilo y con una sonrisa en su rostro, Renjun saltó hacia él.

—¡Te encontré! —gritó abrazando el cuerpo.

—¡Me encontraste, cielo! —su compañero respondió igual de animado y lo abrazó de vuelta, revolviendo su cabello castaño.

No habían pasado ni cinco segundos cuando Renjun se vio siendo atacado por dos grandes manos en su diminuto estómago. Se tapó su rostro porque risas empezaron a salir de su boca por un largo tiempo, después estaba gritando sin aliento y en medio de las carcajadas estaba pidiendo que lo soltara, pues su estómago no lo iba a resistir más, le dolía hasta el pecho de la gran cantidad de felicidad que sentía.

—Hyunnie, ¡no! ¡detente! —gritaba en medio de las risas, con sus pequeñas manitas intentando apartar las manos contrarias.

El mayor rió, dejando cortos besos en las mejillas del menor antes de tomarlo en sus brazos y dejar que descansara la cabeza en el hueco de su cuello. Habían estado jugando por mucho tiempo, casi toda la tarde, y el pequeño cuerpo de Renjun se cansaba muy rápido. Se notaba que Renjun estaba exhausto por cómo se dejaba manejar sin ninguna queja y había llevado uno de sus dedos a sus labios, el niño tendía a ser muy arisco con los demás incluso estando así y sabía que no era muy bueno meterse los dedos a la boca, por infecciones y esas cosas, pero poco le importaba ahora que tenía los ojos cerrados con su respiración calmada golpeando la piel del mayor. Era momento de tomar y comer algo mientras se recostaban en el sillón para esperar a sus respectivos acompañantes, el menor a sus cuidadores y Hyunnie a su pequeño.

El mayor calentó un poco de leche para los dos mientras le hablaba despacio a Renjun, quién sólo le decía lo que quería, sin siquiera pensar en apartarse del refugio que había hecho en su cuello. El menor no era muy pesado, por lo que no había sido problema para él llevarlo encima suyo. Al final, hubieron dos tazas de leche caliente y un par de tostadas para compartir. Se sentaron en el sillón, comiendo con calma al mismo tiempo que prestaban atención a un programa en la televisión, el favorito de Renjun.

Después de quince minutos, el castaño se cansó de alimentarse a sí mismo y entonces jaló la camisa del contrario, abriendo su boquita con una sonrisa y señalando lo que quedaba de comida.

—Oh, ¿quieres que te alimente, cielo? —le preguntó lo obvio, haciendo que se recostara en su pecho.

Renjun comió con calma, sonriendo al rostro pacífico que le daba el mayor y cerrando sus pequeños ojitos a las caricias en el cabello que le daba luego de haber recibido bien un poco de su comida. Terminó en menos tiempo de lo esperado y por ello recibió halagos que hicieron que su pusiera tímido, buscando esconderse en el cuerpo contrario, se subió encima de él, sonriendo y recostando la cabeza en el hueco entre su cuello, el cual parecía ser su lugar favorito.

—Ya es hora de ir a dormir, Renjunnie —lo meció con suavidad cuando el otro cerró los ojos por unos segundos, para luego abrirlos y poner un puchero en sus labios. Murmuró una pequeña negación pero no intentó levantarse del cómodo regazo del mayor—. Estás muy cansado y es un poco tarde, mejor duerme.

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