| C h a p t e r t e n |

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...

En el pequeño apartamento se divisaba a una mujer de aspecto descuidado.
Cabello rubio cenizo, ligeramente canoso; Ojos color verde olivo, que eran opacados por unas ojeras ya moradas muy notables y por una profunda mirada, carente de emociones. Aquella, se encontraba fumando un cigarro mientras mantenía su penetrante mirada bajo su hija mayor, la cual, en ese momento, se encontraba preparando la cena.

El lugar estaba sumido en completo silencio, pero no uno bueno, más bien uno tenso, incómodo, un silencio (aunque ya usual en esa casa) que de sólo tenerlo presente te provocaba un escalofrío aterrador por toda la espalda, un silencio para nada agradable. Sin embargo, este silencio pronto fue opacado por el sonido de un plato quebrándose y un líquido desparramarse por la extensión del (reducido) espacio que abarcaba la cocina.

-¡Joder, Ann! ¡¿Es que no puedes servir un puto plato de sopa sin romper nada o qué carajos?!- exclamó la mujer cabreada.

-L-lo siento, mamá. Y-yo es q-que...

-¡Es que nada! ¡Te dije que si volvías a hacerme enojar te mandaría a allí!

-¡No! Mamá p-por favor dame otra oportunidad... ¡L-lo haré mejor! ¡Cuidaré a mis hermanos hasta tarde! ¡No tendrás que cocinar! ¡Y-yo me encargaré de todo incluso cuando estés en casa! P-pero por favor n-no me lleves allí...- le prometió en un intento desesperado de ir a la escuela.

-Esta será la última vez que te lo pase, Ann. Sabes lo que ocurrirá a la próxima que lo hagas mal...

La joven rubia asintió apenada, y tras eso la mujer salió de la casa a paso veloz, dejando a la chica sola con sus cinco hermanos.

Limpió el desastre que ella misma había ocasionado, y tras poner la mesa correctamente, llamó a todos a cenar.

Ann Chica era una joven de 15 años que había dejado la escuela meses atrás a causa del egoísmo de su propia madre al no querer invertir "más dinero del que debería". A pesar de que ella misma se había propuesto pagar lo necesario para ir, la mayor se lo había prohibido, y la había amenazado para que ésta ni siquiera lo intentara.

Mientras su madre trabajaba como "mesera" en un pequeño antro/prostíbulo (de bastante mala fama) al cual le debía mucho dinero, ella tenía que ocuparse de sus hermanos y del pequeño apartamento que ocupaban casi por completo.

Ella era la mayor de sus cinco hermanos, los cuales no pasaban de los trece años. Sam de 11; Theo de 10; Ian e Irán de 7 (gemelos) y por último, Lola de 6.

Todos ellos iban a la escuela mientras Ann llevaba el papel de adulto que su misma madre se negaba a cumplir. Les arreglaba, llevaba a la escuela, cocinaba, les limpiaba la casa, les ayudaba con la tarea, los arropaba, entre muchas otras cosas.

-Ya es hora de ir a la cama, chicos. Tienen que descansar y recargar energías- dijo dedicándoles una débil sonrisa.

-Annie- le llamó su hermanita.

-¿Qué ocurre, pequeña?

-¿Nos cuentas una historia para dormir?- preguntó inocentemente.

La rubia sólo pudo asentir mientras formaba otra sonrisa sobre sus débiles labios.

Una de las pocas cosas que le permitía seguir adelante eran sus hermanos, los cuales aún no entendían nada de la vida y aún pensaban que todo estaba bien, siendo que esa familia estaba muy lejos de estarlo.

ya me lo sé  || - FNAFHS - || frededdyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora