La astuta y entusiasta Marinette tomó su libro favorito y su pequeño bolso de mano color pastel antes de dirigirse al baño para retocar las pocas evidencias de frizz que la brisa matutina había dejado en su cabello. La mañana apenas comenzaba a despertar, y aunque el día aún no alcanzaba su máximo esplendor, para Marinette cada minuto era crucial. No podía permitirse llegar tarde.
— ¡Marinette! —escuchó la suave voz de su madre, resonando desde el primer piso—. He preparado uno de esos pastelitos que tanto te gustan —exclamó con una sonrisa. Ella y su madre vivían solas en ese pequeño pero acogedor hogar, y ambas estaban acostumbradas a disfrutar de la compañía mutua sin la interrupción de terceros.
— No, gracias, mamá —respondió Marinette, un tanto nerviosa, mientras terminaba de arreglarse. Sus ojos avellana brillaban con entusiasmo mientras se alisaba el cabello oscuro y brillante como la noche—. Me reuniré con Alya en la cafetería de la esquina —dijo con un suspiro, intentando disimular la inquietud que sentía—, y luego iré a la universidad.
Antes de que pudiera terminar de hablar, se despidió rápidamente y salió de casa con pasos apresurados. Le quedaba poco tiempo y no podía dejar pasar esa oportunidad. Necesitaba estar en esa cafetería, puntualmente a las siete y treinta, como cada mañana.
¿Iba a reunirse con alguien? No, exactamente. ¿Esperaba algo de ese lugar? Definitivamente.
Miró su reloj de pulsera, un regalo navideño de su madre, y se lamentó al ver la hora. No podía creer que ya iba retrasada. Sentía la necesidad de verlo, aunque fuera de lejos, y por un momento, deseó que el tiempo estuviera de su lado para poder cruzar miradas con aquel chico que iluminaba su día solo con aparecer.
Comenzó a correr con desesperación, aunque la cafetería estaba a solo quince minutos de su casa. Se detuvo un segundo para verificar si aún tenía dinero en el bolso, pero el movimiento brusco hizo que su libro favorito cayera al suelo. Marinette gimió al recogerlo, sintiéndose más ansiosa. Odiaba la impuntualidad, y si alguien la conocía bien, sabría que su segundo nombre podría ser "responsabilidad".
— Debes calmar esa impulsividad, Marinette —le susurró su subconsciente, como si fuera Alya hablándole—. No tienes que apresurarte tanto, probablemente él también se retrase. —murmuró, deteniéndose un segundo para recuperar la compostura. Frente a ella estaba la cafetería, justo al lado de su universidad—. Pero ya estoy aquí.
Finalmente llegó a su destino, la cafetería estaba igual que el día anterior, intacta. Exhaló un suspiro profundo, armándose de valor. Se acomodó un mechón de cabello desordenado y revisó su atuendo pastel, aunque no le importaba mucho si alguien notaba su apariencia ligeramente desarreglada.
Pasó por la entrada, y aunque el lugar estaba lleno de personas, a Marinette no le preocupaba la multitud. Solo le importaba una cosa: el lugar donde se sentaba siempre estaba disponible, como si ese rincón reservado solo para ella la esperara cada mañana.
Atravesó el local bajo la mirada curiosa de algunos. Algunos hombres la observaban con una mezcla de admiración y ternura, mientras que algunas chicas la miraban con una sonrisa ligeramente sarcástica. Pero nada de eso importaba realmente a Marinette.
Porque ella tenía un objetivo muy claro en mente.
Chasqueó su lengua con un toque de buen humor mientras absorbía la atmósfera de la cafetería; ese lugar siempre le transmitía una calidez especial. Entró, escuchando el tintineo de la campanilla que anunciaba su llegada. Una bella chica de cabellos rojos, tan vibrantes como un atardecer, le ofreció una sonrisa amable. Marinette se acercó y, a pesar de no ser su costumbre, pidió un café y dos muffins. No tuvo que esperar mucho; el pedido llegó rápidamente.
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Mi fuente de inspiración (Au)
FanfictionDesde que Marinette comenzó a frecuentar la cafetería, algo misterioso se tejía en su vida. Allí, entre tazas de café y risas compartidas, Adrien Agreste, el chico que la cautivaba en silencio, había comenzado a aparecer en sus pensamientos. Pero lo...