Ryoko se encontraba tirada en la fría nieve del patoo mirando el cielo con la mente en blanco. Pocos eran los momentos en los que ella podía hacer ese tipo de cosas pues con las labores del castillo todo era muy estresante y ajetreado. Koney se sabía el horario de Ryoko a la perfección. Sabía a qué hora se levantaba, a qué hora tenía que hacer sus deberes y a qué hora se iba a dormir. También sabía que alrededor de las 3 de las tarde los días miércoles ella se escabullía a tomar un descanso en el patio trasero. Desde la ventana de su habitación la podía ver a la perfección a aquella vampiresa de tes pálida y labios color cereza que tanto le gustaba.
Ryoko y Koney habían sido mejores amigas desde su iniciación hasta ahora pero la atracción que Koney sentía por Ryoko era un secreto total para todos los de su raza pues era mal visto y muy poco común. Ryoko por momentos se ponía a pensar en todo lo que ambas harían, en el caso de que se encuentren en alguna relación secreta y la idea la emocionaba por completo; sin embargo justo cuando esos pensamientos aparecían Herades, el primer amor de Ryoko, llegaba a escena esfumando todos aquellos pensamientos.
La relación de Herades y Ryoko nunca se ha definido como algo serio. Herades era un chico de cabello castaño oscuro y largo cual melena de leon y que, al igual que con Koney, com Ryoko habían sido amigos desde su iniciación incluso siendo Ryoko un año mayor a él. Su estrecha relación hacía que el corazón de Koney se haga tan chiquito. Koney no podía más con ese espectáculo, lo detestaba y Ryoko no podía más con la desesperación de no saber la realidad de su posición con Herades.
Una mañana luego de algunas semanas, Herades tuvo una especie de enfermedad que podía contagiar a cualquiera que se le acercara por lo que pasó encerrado en su habitación bajo cuidados especiales de algunos brujos amigos. Koney aprovechó para pasar tiempo con Ryoko y tratar de enamorarla. Salían todos los días, dormían juntas, jugaban juntas y hasta se bañaban juntas. Koney insinuaba su amor hacia ella y la trataba tan bien que Ryoko comenzó a confundirse pues ese tipo de tratos no le daba nadie. Incluso cuando estaba con Herades no se sentía igual de bien.
Días después Herades finalmente sale de la habitación recuperado de su enfermedad. Koney y Ryoko caminaban por uno de los pasillos del castillo cuando este venía es dirección contraria. Koney se quedó inmóvil cuando Ryoko soltó su mano y corrió hasta donde el castaño. El corazón de Koney se partió ligeramente pero se acercó a ellos con una linda sonrisa en sus labios como si nada le afectara en absoluto.
ㅡ Tengo que decirte algo, Ryo.ㅡ La gruesa voz de Herades se escuchó con eco en el vacío pasillo.
Koney sabía de que se trataba pues la noche anterior lo escuchó practicando en su cuarto. Practicaba las palabras perfectas para decirle a la chica cuando se mejorara, con lo que Koney no contaba era que su recuperación haya sido tan repentina.
ㅡ Yo también tengo que decirte algo.ㅡ La voz temblorosa de Koney se escuchó segundos después y toma el brazo de la chica atrayéndola hacia ella.
ㅡ Koney, lo tuyo puede esperar ¿no? ㅡ La dulce voz de la chica se oyó en un susurro.
ㅡ Me gustas.ㅡ Suelta Koney.
Ryoko se queda impactada y los latidos de su corazón martillaban su pecho. En su expresión se notaba lo desconcentrada que se encontraba. Su boca se movía pero las palabras no le salían, estaba realmente sorprendida al igual que Herades. Él se encontraba mirando a Koney con algo de enojo. Toma a Ryo de la mano comenzando a caminar y así sacarla del lugar pero Koney lo impide tomando de la mano a Ryo impiendo que Herades se la lleve.
ㅡ Hablemos.ㅡ Respondió con la voz temblorosa conteniendo las lágrimas.
ㅡ Me gustas, desde hace mucho tiempo.ㅡ La masculina voz llamó la atención de las chichas pero sus respuestas fueron distintas.
Mientras que Koney agachaba la cabeza dejando que sus mejillas se empapen de lágrimas, Ryoko se voltea sorprendida con corazón latiendo a mil.
Herades por su lado se encontraba más tranquilo pero algo impotente pues no estaba acostumbrado a estar celoso de una mujer. Herades se había dado cuenta que le gustaba hace poco, que realmente le gustaba y confiaba en que ella también sentía lo mismo pero la sorpresa que Koney le dió lo dejó más nervioso que en otras veces.
Todo este tiempo Ryoko había tenido un gran dilema en su mente. Mientras pasaba tiempo con Koney pensaba en Herades y mientras pasaba con Herades pensaba en Koney. Sus sentimientos eran como luces de navidad enredadas: muy difíciles de separar. La voz de Ryoko finalmente se oye sobre la de los otros dos que habían comenzado a discutir por quién hablaba con ella primero pero esta se suelta luego de un "ya". Herades y Koney quedan solos en el pasillo luego de que sin decir ni una sola palabra su amada los haya dejado.
Ryoko se tiró en su cama tratando de analizar palabra por palabra de cada uno y aunque no fueron muchas lo que transmitían era demasiado. Ryoko se puso a imaginar una vida con ambos pero seguía sin poder elegir a uno. Las horas pasaron y su mente seguía llena de recuerdos increíbles acerca de los dos. Recordó un sabio consejo de alguna vampiresa anciana que le dijo a su hermana alguna vez: Cierra los ojos e imagínate besando a los. El sentimiento te dirá la respuesta.
Recordando aquel consejo, la delgada cierra los ojos y se imagina a ella al besarse con Herades. Algo que ya había pasado pues aunque su relación no estaba definida, los besos entre ellos nunca faltaron. La sensación fue la misma que cuando recordaba esos besos que tanto le gustaban. Hora de Koney; cierra los ojos y se lo imagina. Se imagina el beso que siempre quiso darle pero que nunca se atrevió. La sensación era diferente pues no se sentía barba y aquellas mariposas en el estómago las sintió un fragmento de segundo. Siguió imaginando aquel beso, los toques, los roces; cosas que con Herades ya había hecho pero que con Koney se sentían diferentes.
Se levanta finalmente de la cama saliendo de su limbo de pensamientos. Era la madrugada, Herades se hallaba durmiendo en el sofá de la sala y Koney diambulaba por los pasillos con gran ventanas hacia las montañas pensando en la estupidez que acaba de cometer. Se había arrepentido de hacerlo y pensaba en decirle que todo fue una broma. Se llevó la gran sorpresa de encontrarse con ella en aquel gran pasillo donde la única fuente de luz era la luna misma que entraba por los ventanales.
Se la veía apurada pues estaba casi corriendo en su dirección, caminó con apuro hacia ella algo preocupada pero esto cambió luego de un fuerte "tú también me gustas" que puso a Koney a temblar convirtiéndola en un manojo de nervios.
ㅡ Tú también me gustas.ㅡ Musitó tomando la pequeña cara de Koney y así besar esos labios fresa que había anhelado tanto tiempo.