En un lejano país medieval, existía una aldea llena de pobreza, con pueblerinos que convivían en tanta paz que no hablaban mucho entre ellos. Todo siempre parecía una rutina, las personas siempre realizaban sus actividades cotidianas, y regresaban a sus hogares. Pero en ese pueblo existía una vivienda que constituía un tabú, se encontraba a la entrada del pueblo y estaba estrictamente prohibido acercársele. Existían leyendas que aseguraban que dentro había una caja de cristal, que, al ser tocada por alguien, transformaría la realidad.
Transcurrieron varias décadas y el pueblo prosperó. Mejoraron sus condiciones económicas, y aumentó la población. Cierto día llegó un viajero. Al pasar por la vivienda prohibida sintió la típica curiosidad de aventurero. Hablaba con los ancianos de la zona, leía las antiguas escrituras del pueblo buscando datos sobre la caja de cristal. Su curiosidad llegaba a tal punto que se convertía en obsesión. Pasaba el tiempo y ya se sentía un pueblerino más, ya con su rutina propia, la de buscar sin cesar el secreto de la caja. Hasta que un día, esperó a la noche y entró a la vivienda misteriosa. Agarro rápidamente la pequeña caja de cristal que se encontraba en el salón principal de la vivienda.
En ese momento halló la paz y solo la contemplaba, tanto así que pasó la noche con ella. Al amanecer la colocó en su lugar y salió a la calle. Inmediatamente luego de esa experiencia vinieron a su mente infinitas interrogantes, ¿qué cambio? ¿qué habrá pasado? ...Al hablar con la gente del pueblo y observarlos notó que todo seguía igual, nada estaba fuera de la rutina; solo él. Su mente desconcertada podía descansar. Nunca supo si ese era el propósito de la leyenda, si todo sería normal en otros pueblos, o si, simplemente, era todo un mito del pueblo de la caja de cristal.