Soy Raúl, despierto después de la fiesta del día de brujas que se hizo en la universidad. Me levanto como cada mañana y con la rutina de siempre. A lo largo del día desde el desayuno a la facultad, los rostros de mis padres y mi círculo me parecen extraños, tal vez por la noche de ayer. Al llegar a clase se acerca la chica de mis sueños, Angélica, que para mi sorpresa llevamos tiempo siendo novios, en un primer momento pensé que no lo merecía pues sólo soy un hombre común pero con ella soy el más afortunado del mundo. Al parecer estaba tan enamorada de mí como yo de ella. Le cuento lo de esta mañana, lo extraño que me resultó el mundo, como si saliera de la realidad. Ella ríe breve y sutilmente, era la sonrisa más bonita que haya visto, me respondió: Te dije que no te desvelaras anoche. Yo le dije que no es posible que me desvelara pero no recordaba nada de ese día pero dejé de darle importancia y nos dirigimos a clase, estando ahí era difícil concentrarme teniéndola a mi lado y aproveché para escribirle una pequeña carta- poema, para mi fortuna, el profesor no se dio cuenta y no fui expulsado de la clase, al terminar fuimos al parque y le invité un helado, seguimos hablando y por distracción se cubre con helado su nariz, le hago cerrar sus ojos mientras la limpio y aprovecho para darle un beso largo y lento, ella me abraza y puedo sentir su corazón latir con el mío, nunca creí que hubiera sincronización entre algo que no puedo controlar, sentí que volaba por las nubes.
Era inicio de Noviembre pero las clases terminaban en poco más de veinte días, estaba tan enamorado de Angélica que era mi oportunidad para salir juntos y proponerle matrimonio.
Mi único obstáculo era Fernando un compañero de clase que también quería a Angélica, pero ella no a él, sin embargo, no quería lastimarlo por lo que nunca rechazaba los pequeños obsequios que él le daba. A pesar de saber que nunca se iría con él, de algún modo me dieron celos y pensé que en cualquier momento me la arrebataría. En los momentos que no estaba con ella, Fernando aprovechaba para darle chocolates y pequeñas flores. Me dí cuenta y fui a comprar un ramo de flores, Fernando hizo lo mismo, él compró tulipanes pero yo narcisos, las favoritas de Angélica, no perdí el tiempo para invitarla a la playa el viernes veinticinco, sólo nosotros dos .Ella con alegría, aceptó. Fernando, a lo lejos con el ceño fruncido, se retira. Hablo con Angélica de que no se sienta mal por él porque nosotros ya estamos juntos y además ella no siente nada por él.
Al terminar la clase de ese día, la acompaño a su casa como la mayoría de las veces pero esta vez le comentaré nuestra salida a sus padres, ellos aceptan al ver que su hija realmente me ama, yo la he respetado y hasta ahora he sido un buen hombre para ellos, las condiciones para hacerlo era que siempre se comunicara con ellos y durmamos en cuartos separados. No querían que la hiciera madre soltera, algo que sería incapaz. Después de una larga tarde con ellos, voy a casa a dormir pensando en ella.
Llegó el día y al sonar el timbre nos tomamos de la mano y la subo a mi ford mustang color blanco del 68, su sonrisa y la brisa en su cabello aceleraban mi corazón, llegamos a la palapa que había pedido a un tío, era un lugar donde no tendríamos a nadie más que a nosotros, en la orilla del mar. La primera noche hicimos lo que sus papás dijeron y dormimos separados, ella en la palapa y yo en una hamaca que estaba entre dos palmas. Realmente la respetaba y amaba que no quería sexo. Al día siguiente fuimos al centro de la ciudad mientras tomaba fotografías en todo momento con su polaroid. Con su compañía, el tiempo me parecía lento pero fantástico y lo quería disfrutar cada vez más. Visitamos los lugares turísticos y llegamos al club más llamativo del lugar, bailamos todo el día hasta el atardecer. Regresamos a la palapa e hicimos un picnic, le canté y leí un poema que había escrito para ella, ella entre risas dice que pare y yo le sigo diciendo lo bella que es. Escarbo ligeramente entre la arena.
-Un regalo para ti- Exclamé
-¿Una concha? ¿En serio?- Respondé Angélica
-Sí, es un regalo que he pensado y quiero que tú lo tengas
-Pero sí es una concha
-No es cualquier concha
- Bien, entiendo, representa nuestra unión y el momento
-Ábrela- Le respondí
Ella sin voz y con mirada atónita ve el anillo de compromiso, yo interrumpo el silencio, me arrodillo y digo: Angélica, no seré el tipo más romántico, ni más listo pero esto lo hago desde lo más profundo de mí, no quiero estar con alguien más si no es contigo por que contigo realmente soy feliz y me siento en las estrellas, le das sentido a mi vida y la verdad... no quiero sonar infantil pero la verdad eres la mujer perfecta y siento que completas una parte de mí.
Ella me responde entre lagrimas: Sí, yo también quiero estar contigo. Nos abrazamos y vuelvo a sentir sincronización entre nuestros corazones, con mi pulgar le quito la lagrima de su mejilla y la beso lentamente a la luz de las velas, mis labios mojan los suyos, la recuesto y beso las mejillas luego su cuello pasando por su pecho y abdomen, subo sus brazos y entrelazo mis manos con las suyas, nuestras mejillas rozan y mi rostro toca su cabello, tomo su mandíbula con mis palmas de las manos y ella toma fuertemente mi espalda con sus manos, no había más ruido que las olas del mar y nuestros suspiros, eramos una llama que crecía cada vez más hasta ser el sol, mi pecho estaba sobre el de ella y volvía a sentir nuestros latidos pero esta vez sentía como nuestras almas se unían, formando un solo ser. Besé su cuello con éxtasis y la tome del cuerpo firmemente hasta llegar al clímax con un fuerte gemido de ella mientras se estremecía. La abracé por su espalda y le dije que siempre estaría con ella incondicionalmente.Quedamos dormidos pero me levanté, miré las estrellas y para mi ella venía de ellas, la luna brillaba como sus ojos, el sol resaltaba su tez trigueña, el mar hacía verla como una sirena con ese biquini verde que llevaba. Su cabello rizado llamaba la atención de cualquier ojo, su sonrisa me dejaba en shock y su cuerpo parecía esculpido por un artista renacentista. Era perfecta y una con la naturaleza. Decidí sorprenderla con un desayuno a la cama hecho por mí pero en ese momento escucho una voz de fondo:
"Despierta, Fernando. Se te hará tarde para la universidad, ¡Vamos ,dormilón!"
Escuchando esto fui rápidamente a darle un beso a Angélica.
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Fiebre del 77
Short StoryEste es un pequeña historia narrada por Raúl, un chico de universidad que está enamorado de Angélica, su novia y compañera de clase.