CAPITULO 1

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el sol pega suave en mi rostro, acaricia de forma sutil y delicada mis facciones. por un momento, solo por un momento puedo sentir paz; cierro mis ojos e intento acompansar mi respiracion a la suave brisa, el cantar de los pajaros inunda mis timpanos y envia sensaciones agradables a cada poro de mi cuerpo. trato de concentrarme, quiero relajar mis musculos antes de ver el resultado, quiero tener, aun que sea, un momento de tranquilidad.

mi vida últimamente no goza de ese derecho.

pasados un par de minutos, inhalo profundamente y abro los ojos, sin moverme de mi sitio, tomo la prueba de embarazo que esta depositada en la misma banca en la que estoy sentada.

el amanecer se hace mas notorio, los gallos han empezado a cantar y el olor a leña quemada empieza a llegar a mi, los murmullos no se hacen esperar, los trabajadores empiezan a salir de un lado y otro dirigiéndose a sus que haceres.

observo disimuladamente el resultado...

un suspiro pesaroso inunda mi pequeña burbuja. mis facciones son una mascara fría que no revela el desorden que se ha desatado en el interior de este cuerpo.

en un movimiento sutil, escondo la prueba de embarazo en mi chamarra y aparento esa calma y tranquilidad fingida, en la que he trabajado estos 6 meses.

a lo lejos, un pura sangre, negro como la noche, levanta tierra con sus patas blancas al galopar; brioso, incansable e imponente como su jinete.

mi corazón pega un vuelco desbocado, acelerado y asustado.

ha regresado...

- señora, buenos días- saluda maría, la hija menor de Matilde, la cocinera. -quería informarle que el desayuno esta servido, su suegra y la señorita Marieta, la están esperando.-

salgo del trance y le regalo mi mas sincera sonrisa.

- eres muy amable, maría, en un momento voy con ella.- informo Cortes

la pequeña, que tendrá no mas de 16 años, hace una reverencia y se retira. me agrada. es una chica discreta y amable, además, fue su hermana la que me ha facilitado la prueba de embarazo. son de las pocas personas a las que le tengo aprecio en este lugar.

observo como el jinete ha llegado a la entrada de la hacienda, los trabajadores corren en la búsqueda de su patrón para saludarlo y ayudarle con el pesado morral que carga. al desmontar a Alcaraván, enseguida, pablo, el trabajador mas fiel de Arturo, lo retira para darle de comer y que descanse, han sido varios días de viaje.

"mi marido", se quita los cueros de montar y fija su vista en mi, se dirige sigiloso sin apartar sus profundos ojos negros. es tanta la ansiedad que eso me produce, que desvió la mirada y tomo camino hacia el comedor.

me adentro en la gran sala, un lugar poco lujoso, la decoración  no es basta y mas bien resulta rustica, como todo aquí. sigo por el corredor, saludando a las mucamas que se dirigen al segundo piso llevando sabanas limpias. para poder llegar al comedor, debo cruzar la cocina, así que trato de pasar inadvertida, no me gusta el cuchicheo que se forma con mi presencia. a pesar de eso, debo reconocer que es mi lugar favorito. aun cocinan con fogón de leña y las ollas de barro albergan el olor de la comida de manera exquisita, el lugar huele tan bien, que mi estomago siempre esta alerta. logro pasar sin ser vista, ya que estamos en cosechas y las cocineras tienen mucho trabajo al cocinar para tantos trabajadores.

al llegar al comedor, tomo aire y me encamino directo al nido de víboras.

la mesa esta llena de alimentos, como siempre; hay pan fresco, varias frutas, un latón exclusivamente para las mejores uvas que ha dado la cosecha, café, y algún consomé típico de la región. mi estomago ruge de hambre, ya que desde anoche no he podido pasar bocado.

obligame... si es que puedes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora