Respiro lentamente, hago una mueca de dolor que se expande por toda mi cara. ¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde estoy? ¿Por qué me duele todo? Intento abrir los ojos y veo oscuridad. Parpadeo y me voy acostumbrando a esta. Estoy en un cuarto, hay una mesa al fondo y en esta parece haber comida; hey, yo no he cocinado. Intento llamar a alguien.—H... — ¡Oh, Dios! Me duele demasiado la garganta, por lo que intento carraspear un poco. Hago otra mueca de dolor. Vuelvo a carraspear, seguro grité mucho el día anterior. Quizás salí algún lugar y no lo recuerdo.
Me levanto para encender la luz, pero. Qué, ¿qué pasa? ¡Estoy atada! No entres en pánico. No entres en pánico. Muy tarde, no entiendo nada.
—Ho...hola, alguien. —murmuro, sale muy baja mi voz. Tengo que salir de aquí, seguro me secuestraron y agradezco que haya sido tan solo un murmuro lo anterior; es mejor que no sepan que ya desperté. Al final, logro quitarme esa cuerda de mis manos. Okey, eso fue demasiado fácil.
Me levanto y caigo al suelo, ¡ouch!, eso me dolió. Emito un quejido, o algo parecido, me levanto nuevamente; Dios, mis piernas tiemblan. ¿Qué rayos hicieron conmigo?, al menos tuvieron la decencia de atar bien mi cabello y así no me va a estorbar para mi huída.
Busco algo para defenderme. ¡No hay nada! Quiero llorar, pero no es momento para eso, no seas tonta; con lágrimas no lograrás nada. Me digo e intento calmarme. Respiro, una, dos, tres grandes bocanadas de aire. Eso es, así. Esperen, ¿qué eso? Uh, parece ser un martillo, muy extraño. ¿Por qué me dejarían un martillo a la mano? No me importa, pero lo voy a usar a mi favor.
Me dirijo a la dirección del martillo, está abajo de la mesa. Lo tomo. Camino hacia la purta. Contengo la respiración. ¡¿Y ahora qué?! Solo, no entres en pánico, aún no. Me aliento, aquí vamos. Mi corazón late a mil por hora, no quiero hacerlo. Ah, Dios, ¿yo qué hice? Toco la puerta y sujeto con fuerza el martillo, debo salvar mi vida, carajo. No escucho nada del otro lado. Aclaro mi garganta e intento sonar demandante, ya me ha dolido antes y sé que puedo hasta gritar en estos momentos; estoy acostumbrada.
—No tengo dinero y mi familia tampoco, ¿qué quieren de mí? —pregunto, esperando una respuesta..., nada, ¿no piensan hablarme? Quizás es mejor así, ¿no?
—Se, Señor, malandro. —frunzo el ceño, ¿señor malandro? ¿Tú quieres que te maten?, me regaño; tomo una bocanada de aire y decido empezar nuevamente.
—Digo, usted no es un señor malandro, no quise llamarlo así aunque lo acabo de hacer, ¿no? ¡Perdón! Emh, señor secuestrador, si lo que quiere es vender mis órganos en el mercado negro, por qué ahí los venden, ¿cierto? Digo, no tiene que decirme. Lo que le iba a decir es que tomo mucho, demasiado —busco más sinónimos, estoy segura de que sé más. Al diablo, no me acuerdo—. Demasiado café— digo y dejo caer mi frente en la puerta, pero no como para que me duela—. Y mis pulmones tampoco funcionan, tengo asma, señor malandro. Y mi corazón ni se diga, tengo una maravillosa herencia de problemas en este. No le sirvo para nada, estoy acabada.
Suelto un bufido y pateo la puerta, frustrada con el monólogo que acabo de tener. ¡Rayos! ¿Y ahora?
—Oigan, tengo hambre, ¡sean unos secuestradores responsables! —musito, molesta por estar aquí en contra de mi voluntad. Ya, que me maten si lo van a hacer y vendan mis órganos; a pesar de las advertencias que les di, porque todo es verdad, eh. Siempre supe que para algo tenían que servir tantos problemas, así que, mentalmente, me doy unas palmaditas en el hombro a modo de felicitación.
—HOLAAA. —quizás estoy sola, vuelvo a patear la puerta y, de repente, escucho un fuerte sonido proviniente de afuera; como si cayó algo muy pesado. Me vuelve a invadir el miedo al saber que no estoy sola, había imaginado que lo estaba.
AAAAAAAAAAAAHH.
Enloquesco justo cuando escucho movimiento muy cerca de mi puerta, o mejor dicho, la puerta del señor malandro.
¿Aquí vienen? Siento como todo el color sale de mi cara y me empiezan a temblar las manos, cuando siento un peso proveniente de unas de ellas. ¿Me pesa una mano más que la otra, acaso? Veo hacia ellas con el ceño fruncido. ¡El martillo!, lo preparo a modo de atacar y espero.
No obstante, me voy despidiendo de este mundo. Adiós, mundo cruel y hermoso, fue un placer estar aquí. Adiós, familia. Adiós, amigos. Adiós, todos. Yo acabé aquí, no hay porque ser optimista en estos momentos. Despidanse de una gran persona, quiero que pongan en mi lápida: aquí yace Dobby, un elfo libre. Así nadie sabrá mi verdadera identidad.
Llegó mi momento, van a abrir la puerta. En verdad, esto se acabó.
ESTÁS LEYENDO
La Vida en Tiempos de Gracia
Teen FictionUna boda. ¡Estoy en una boda ocho meses después de mi secuestro!, si quedé un poco traumada, pero siempre intento sobreponerme con chocolate y demás. Sonrío en grande al ver a la novia, es tan linda, hasta quiero llorar. Y, eso no es todo, yo soy la...