Mío.

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La música electrónica hacía juego con el parpadeo de las luces neón.

Tim apenas y reaccionó, cuando Jason puso su cerveza sobre la mesa metálica, y se dejó caer a su lado en el largo asiento tapizado en piel de vinil.

— ¿Y la reina del baile? —El recién llegado tuvo que forzar su voz para ser escuchado por sobre el estruendo rítmico. Por toda respuesta, Tim señaló una pequeña pista elevada donde Dick, risueño y desinhibido, bailaba entre un pequeño grupo de chicas y chicos, todos ellos, pelirrojos. — No me jodas... —gruñó.

— No pretendo hacerlo —Le empujó los pies para que los bajara de la mesa. —Dijo que estaba estresado y que quería pasar un buen rato en un buen lugar, pero desde luego que no me imaginé que se refiriera a esto— Le dio un trago a su vaso, lleno con licor de café — No me quejo, hace mucho que el ave azul no se tomaba un respiro ¿no?

Jason asintió lentamente sin apartar la mirada de la pista de baile.

Tim tenía razón, desde hacía un par de meses, Dick parecía más ausente que nunca. Demasiado ocupado para salir por un trago o para cualquier otra cosa. Kori y Wally lo llamaban constantemente, pero el primer robín siempre parecía estar en medio de algo. Era bueno ver, que, al menos por una noche, rompía su jaula.

— Ven Timbo —Poniéndose en pie, dejó su cerveza a un lado y tomó a Tim de la muñeca para obligarlo a seguirlo.

— ¡Oye, yo no quiero bailar!

El cuerpo grande de Red Hood se abría paso empujando a las personas que entorpecían su camino. No tardaron demasiado en llegar a donde estaba su hermano mayor.

— ¡Hey, hola chicos! — Dick soltó una risa cargada de diversión por verlos ahí y de inmediato, encerró a Tim en medio de Jason y de él sin dejar de bailar— No te vi llegar, Jaybird.

Tim rodó los ojos al ver que Jason comenzaba a moverse al ritmo de la música, él no tenía intenciones de hacerlo así que se cruzó de brazos y se mantuvo inmóvil. Pero Jason y Dick comenzaron a ponerle las manos encima, obligándolo a moverse como si fuera una marioneta.

— ¡Vamos Tim!

El ritmo la música creció, los parpadeos de las luces aumentaron creando un efecto hipnótico sobre los cuerpos. Una nota se sostuvo en la mezcladora digital y cuando reventó, toda la gente gritó, levantando los brazos y comenzando a saltar. Tim incluido.

La risa de Jason le golpeó cerca del oído. Hacía mucho tiempo que no se divertían así. Sus responsabilidades los habían obligado a afrontar cosas que ningún muchacho tendría que soportar.

El ambiente festivo y ligero los llenó de adrenalina. Ahí no había identidades secretas, rencillas familiares o problemas con payasos psicópatas. Solo eran r El robín rojo comenzó a disfrutarlo, bailando entre sus hermanos, hasta que una lucecita destelló en el cinturón de Dick y al percatarse, les hizo una señal y se alejó hacía la mesa.

Preocupados de que algo hubiera ocurrido, fueron detrás de él. Era extraño porque ni su alarma ni la de Jason habían sonado.

— ¿Problemas en Blüdhaven? —Aquella era la única explicación natural que Tim encontraba, pero Dick negó con una sonrisa mientras se secaba el sudor y se daba un par de golpecitos en el oído derecho para activar el comunicador que tenía ahí, era obvio que sabía quién era. Pero por algún motivo en lugar de decírselos, solo bajó la voz, murmuró algo que no alcanzaron a escuchar ni Jason ni él y cortó la comunicación.

— Debo irme chicos — Tomó la cerveza que Jason había dejado a la mitad y se la acabó en tres tragos grandes para refrescarse.

— ¿Se terminó tu tiempo, cenicienta? —Jason le pasó una mano por el cabello para ayudarle a sacudirse el sudor.

MíoWhere stories live. Discover now