Desde que tuvo a su última hija, Morgan, Tony Stark se había dado por vencido.
Se encontraba caminando por la cocina de su casa sirviéndose una taza de café. Cuando ya la tuvo lista entre sus manos dio un pequeño sorbo. Complacido por el amargo sabor, se dispuso a regresar a su taller para terminar los últimos planos de su armadura. Sin embargo, su vista se enfocó en una caja rosada que posaba sobre la mesa. Se acercó a ella y se relamió los labios en cuanto vio el contenido de ella. Las donas se mostraban hermosas ante él. Cada una de distinto sabor. Una glaseada, una con relleno de manjar y bañada en azúcar flor, otra que tenía forma de corazón y muchas más, pero por sobre todo se encontraban la más favorita de todas. La dona rellena y bañada en Nutella era su perdición. Las manos le parecieron picarle y saliva se acumuló en su boca en solo imaginar con darle un mordisco.
Miró hacia todos lados verificando que se encontraba solo en el lugar. En cuanto estuvo seguro de ello, tomó la dona tan deseada y la dirigió a la boca para saciar su gula.
-Tony...ya hablamos de esto.
El omega giró los ojos con fastidio y se dio la vuelta para encontrarse con su esposo, quien lo miraba de brazos cruzados en el marco de la puerta.
-recuerda lo que dijo el médico la semana pasada. Tú debes....
-ya se lo que me dijo el doctor. No tienes por qué recordarme que debo bajar de peso- dijo el omega enfadado.
Con todo el sufrimiento de su alma, dejó la dona en su lugar y se sentó en la mesa. Estaba enfadado y frustrado pero por sobre todo cansado. La idea de bajar de peso luego del embarazo de Morgan le estaba costando a horrores y eso que ya habían pasado cinco años de su nacimiento. En la mayoría de sus embarazos, siempre fue bueno para ganar peso. Steve junto con sus amigos siempre lo consintieron por cada pataleta que había dado. No le importaba, ya que, después de todo, ese peso se iría y volvería a tener su figura ideal. Esa figura de playboy que toda la vida había lucido. Siempre lo había hecho. Pero ahora no. Con el paso de los años, su cuerpo no estaba colaborando del todo. Lo cual hacia que la idea de perder esos kilos de más que había acumulado durante estos años fuera una tarea muy dura. A pesar de todos sus esfuerzos, estos no habían dado frutos, lo cual lo hizo darse por vencido.
La verdad es que tampoco lo afectaba. O al menos trataba de no hacerlo.
-lo único que quiero es que cuides tu salud, Tony- dijo Steve sentándose en la silla que se encontraba frente el omega.
-¿estás seguro de ello? –Preguntó Tony con los brazos cruzados- ¿o es por algo más?
-por supuesto que es por eso- dijo el alfa sin entender lo que trataba de decir su esposo.
-¿es por qué ya no te gusto más? – Preguntó poniéndose de pie de golpe- ¿acaso no te gusta como mi cuerpo luce ahora?
-Tony, no pienses estupideces- dijo el rubio intentando de calmar a su esposo- yo te amo de todas las maneras posibles.
-¿de verdad?-preguntó irónicamente el genio esperando la respuesta de su esposo.
El rubio suspiró y analizó el cuerpo de su esposo de cuarenta años. Hace bastante tiempo había dejado de lucir un cuerpo esbelto y de en sueño. De hecho, el plano y duro estomago había sido sustituido por uno más inflado y suave. Su cintura ya no era tan estrecha, de hecho tenía una considerable porción de grasa se había alojado en sus caderas. Su talla de pantalón pasó de ser 42 a 48.
Podía encontrar un sinfín de características del cuerpo de su esposo en comparación al cómo era cuando conoció. Sin embargo, si tuviera que elegir cual de ambos prefería mas, siempre contestaría lo mismo.
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¡DAD BODY!
Short StoryEl estereotipo de hombre perfecto es parecido a los hombres de revista, pero ¿quien dijo que para ser atractivo hay que estar marcado?