El Impostor

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DISCLAIMER: TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN A J. K. ROWLING


El Impostor

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Se miró al espejo por última vez antes de acercarse al cuerpo tendido, con desparpajo, en el piso. Arrugó la nariz con desprecio y, en un rápido movimiento, le arrancó un par de cabellos. Al echar las fibras en el líquido, grisáceo y espeso, la poción adquirió una tonalidad rojiza, casi idéntica al tono de cabello de su presa. Tenía que ser.

Muy Gryffindor. Muy Weasley.

Qué asco.

Apretó la mandíbula con fuerza, recordándose una vez más el porqué de lo que hacía.

Sería su última oportunidad para tenerla.

Siempre había sentido algo muy fuerte hacia ella. Desde la primera vez que la vio, con su naricilla respingona en alto y el gesto de sabelotodo grabado como con tinta indeleble en sus facciones.

Nadie jamás le había parecido tan irritante.

Después supo que era una sangre sucia y aquella irritación se convirtió en desprecio; la chica era solamente una miserable muggle con delirios de grandeza.

Pero cuando intentó ponerla en su lugar y no pudo; cuando, una a una, lo iba superando en cada asignatura, el desprecio se convirtió en odio.

Un odio lacerante, intenso y profundo.

Al llegar a cierta edad, sin embargo, ese sentimiento tan visceral y primitivo comenzó, sin saber muy bien cómo, a tornarse en deseo. Un deseo duro y agresivo que le nacía del centro mismo de su ser; quemándolo vivo y asfixiándolo.

Al principio le pareció humillante que él, un sangre pura del más fino linaje, se sintiera atraído hacia ella. Incluso intentó acallar esos sentimientos indignos redoblando sus ataques verbales, intentando por todos los medios degradarla hasta el nivel que le correspondía. Pero, como siempre, sus intentos fueron menoscabados. La condenada sangre sucia ni siquiera se inmutaba.

Lo peor del caso era que, cada vez que ella lo ignoraba, aquella llama secreta que calcinaba su interior ardía con exponencial fuerza.

Ahora, después de tanto tiempo y tanta lucha interna, había por fin aceptado su situación: la deseaba.

La necesitaba desgarradoramente.

Sólo por una vez, con eso sería suficiente para aplacar su ímpetu acuciante.

Pero, ¿cómo lo haría?

El gemido de Weasley, tirado en el piso, lo hizo despertar de sus evocaciones. La comadreja comenzaba a moverse.

Sacó la varita del bolsillo de su túnica y volvió a hechizarlo, esta vez con más fuerza, para evitar que se despertara mientras él estaba ausente. El pelirrojo volvió a quedar tendido, inmóvil, con la boca abierta como el retardado que era.

Ver su cara de estúpido lo hizo recordar el día en que su plan comenzó a formarse en su cabeza.

Él la observaba, disimuladamente, mientras ella estaba sentada en la mesa de Gryffindor, sumergida como siempre en su lectura matinal de El Profeta, cuando la comadreja llegó. Se sentó a su lado y, como si fuera lo más normal del mundo, la besó en los labios.

¡El muy descarado!

El odio que sintió aquella ocasión volvió a quemarlo como una hoguera.

Incluso siendo una sangre sucia, Granger podía conseguir algo mejor que aquel tarado muerto de hambre. Hasta Potter resultaba una mejor opción; también era un imbécil, pero al menos un imbécil con fama y menos pobre.

El Impostor [DRAMIONE]Where stories live. Discover now