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14 de agosto de 2019

Hoy nuestro cuarto aniversario siendo novios, realmente no sé porque sigo aquí, muchas cosas se han aclarado en mi cabeza pero no puedo irme, siempre hay algo que me detiene. Tú por ejemplo.
Pero ya era momento.

Mientras espero en nuestro restaurante favorito, lo único que puedo hacer es dejar reposar mi cabeza en el ventanal, en espera por ti, mientras pienso una y otra vez en todo en lo que ya pensé antes.
Mis ojos pesan a causa de todo, el mal sueño que he estado teniendo últimamente, por la rutina que se repite una y otra vez y por la cual me estoy cansando. Cierro mis ojos.

En aquel tiempo todo era tan perfecto que creía que podría seguir así por el resto de mi vida justo a tu lado, pero ahora es distinto.

Acostumbrabas a llevarme flores hermosas cada vez que ibas a recogerme en mi trabajo, cada vez una sonrisa avergonzada se formaba en mis labios, luego tú la deshacías con los tuyo y nos fundimos en nuestro propio mundo del romanticismo, amaba tanto estar así.
O cuando de repente me llamabas diciéndome que te abriera la puerta de mi apartamento. Realmente me ponías en aprietos cuando yo estaba en tremendas fachas y no quería que me vieras así, vistiéndome lo más rápido que podía para verme decente ante ti, y aún decías que de todas las maneras me veía hermoso pero yo no me sentía tan cómodo así, hasta que me fuiste ablandando y conociste mejor mi lado desorganizado.

Amaba la brisa golpeando mi cara durante esos paseos y visitas en las playas cercanas, muchas veces eran durante las mañanas, otras tantas casi al atardecer ya que nos gustaba mirar el cielo con distintas tonalidades y colores, tales obras de arte eran para apreciar en su punto. Los atardeceres y tú mismo.

Mientras bailabamos en el balcón de aquélla cabaña justo en un cerro que nos dejaba apreciar la maravillosa vista de aquel poblado en Japón cuando fuimos en uno de nuestros viajes de pareja. Susurrabas palabras de amor para mí, o cosas como qué mascota tendríamos cuando viviéramos juntos, cuántos cachorros querías que te diera, como construirías nuestra casa.
O simples pero significativos "te amo".

En el inicio de todo, nosotros dos éramos mejores amigos, ese tipo de amigos que se contaban todo, estudiaban juntos, salían a muchos lugares juntos y en algunas ocasiones dormían juntos, aún que ésta última no era tan frecuente, ya que siendo tú un alfa y yo Omega, mis padres pensarían mal.
Siempre fuimos nosotros dos contra todo el mundo incluso en el momento en que iniciamos oficialmente nuestra relación como pareja.
Realmente amaba todo.

Y entonces gritaste y mis ojos se llenaron de lágrimas, tú revolviste tu cabello con frustración y yo solo pude verte sin decir una palabra, y cuando al caer más la noche llegó la hora de dormir, ambos nos dimos la espalda.
No negaré que durante la madrugada me giré para verte encontrándome solo con tu espalda y obviamente hizo mi corazón doler. A la mañana siguiente la hora del desayuno pasó tan lenta en un silencio tortuoso pero ambos nos reusabamos a hablar o simplemente no sabíamos que palabras mencionar.
Cuando al final del día llegaste de tu trabajo lo único que hiciste fue abrazarme por la espalda mientras yo preparaba la cena, yo me puse a llorar apenas escuché un "lo siento" seguido de tu tacto en mi cuerpo y más me abrazaste y pegaste a tu cuerpo, para después girarme y esconder mi cara en tu pecho.

Después de esa vez las peleas se hicieron un poco más frecuentes a tal grado de tomarlo como algo normal.
Peleábamos y al otro día nos reconciliabamos, ya sea con simples gestos de amor cómo caricias y mimos, o haciendo el amor.

– Lo siento, surgió algo en el trabajo, no llegaré a tiempo para la cena.

– Está bien.

Por lo menos me avisabas antes de servir la cena y así no desperdiciar comida que alguien más desearía comer.

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