Uno

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La maestra daba su clase, tras cada palabra mi pie se movía de forma insistente por las ansias. No me sentía bien, la libertad era cegadora después de salir de rehabilitación e intentar fingir ser un tipo común; mi mente estaba dispersa, el cuerpo se sentía pesado y en mi interior un vacío me iba absorbiendo lentamente.

Cinco minutos para que se acabara la putada de clase y poder huir. La campana de salida nunca había sonado tan celestial. Junté mis cosas con premura intentando ignorar el temblor de las manos, me levanté para irme cuando Alex se posó frente a mí. Tenía su rubia cabellera en una coleta alta, sus ojos azules me examinaban como si fuera una presa indefensa, aunque nada de eso. Se mojó los labios con delicadeza, algo se removió dentro de mí con ese gesto.

—¿Qué? —pregunté de la forma más cortante que pude para sacar algunas imágenes impuras del pasado de mi mente.

—¿De qué?

—Déjame pasar, Alexandra.

Levantó la ceja divertida.

—¿O qué?

Suspiré cansado, sabía que estaba jugando conmigo. Retrocedí unos pasos, pues su perfume solo lograba remover más recuerdos que aumentaban las ansias.

Lior me dio una palmada en el hombro para molestarme, Alex se hizo a un lado para dejarlo pasar. Me irritaban por placer, dejé que ellos se adelantaran por los pasillos de la escuela mientras pensaba que necesitaba un cigarro.

Cuando salí me volví a encontrar con el par protagonizando una escena lamentable, algún idiota estaba de rodillas pidiéndole a Alex que fuera su novia mientras todos veían y Lior entre risas ahogadas grababa todo desde su celular. Sabía que aquello terminaría con un corazón roto y muchas carcajadas crueles, así que mejor tomé mi bicicleta para alejarme de todos. Estar sobrio era difícil, necesitaba distraerme.

Avancé lo más lejos que pude, había un constante debate en mi mente que no quería ceder y para colmo el celular sonaba, Dana buscaba saber de mí. Me fastidiaba que me vigilaran tanto.

"Estoy bien. Más tarde llego a casa"
Le avisé antes de apagar el teléfono.

Llegué a una especie de parque donde me tumbé a la sombra para descansar la fatiga corporal, pues la mental no se iba. Las ansias me tenían con un hueco en el estómago que era muy incómodo. No sabía si necesitaba una línea, comer o desquitar mis ansias con una mujer, ya que cada que vez que veía a una atractiva no podía evitar seguir su cuerpo con la mirada.

—Jodido, caliente y vacío —dije para mí mismo con una amarga sonrisa.

Y como muestra del que mundo confabulaba en mi contra, mientras apaciguaba mi mente sintiendo el fresco del viento, empezó a llover. Gracias al árbol no me mojaba, pero si empeoraba el clima terminaría empapado. Una chica se posó a mi lado, era demasiado delgada, bajita y con el cabello color cobrizo. Llevaba unos jeans de mezclilla y una camiseta de tirantes color azul.

—Al parecer la lluvia nos jodió la tarde, ¿no? —Me dedicó una sonrisa tierna.

"La mía ya estaba jodida" pensé, pero no quise que se inmiscuyera de más, así que le sonreí de la misma manera.

—Sí, lo más feo de todo es que no soy de por aquí y vengo en bici. Si esto empeora —señalé al cielo—, no sé como llegaré a casa. Soy Hugo, por cierto —me presenté estirando la mano.

—Casse, me puedes decir "Cas" —correspondió con entusiasmo—. ¿Cómo terminaste acá? Tu colegio está lejos —señaló mi uniforme.

—Cosas de la vida. Mal día para hacer turismo por la ciudad en bicicleta, ¿no? —La chica soltó una razón una risita boba

OcasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora