"Una vez leí en algún sitio que escribir nos alivia los problemas. No creo que sea así. Simplemente escribir nos ayuda a darles forma. A saber plasmarlos. Quizás escribiendo es la única manera en que puedo ser yo misma. Y esto es lo que estoy dispuesta a hacer. Escribiré. Escribiré hasta que mis manos ya no puedan más y a mi corazón no le queden sentimientos. Y aunque las lágrimas me resbalen por las mejillas y esta habitación se quede llena de agua, continuaré escribiendo. La verdad es que no sé muy bien el qué. Solo sé que necesito escribir. De hecho, necesito desahogarme, y escribir es una de las únicas cosas que me gustan. A parte de criticarme a yo misma, claro. Esta es mi mayor especialidad: destrozarme un poco más todos los días.
Solo son las dos de la mañana. Digo solo porque yo no duermo. No puedo dormir. Aunque lo intento, aunque me obligo a no escuchar los susurros que aparecen en mi cerebro cuando duermo, no puedo conseguirlo. Mi cabeza nunca descansa. Siempre piensa. En todo. En todo lo que me pasa en la vida. En mis problemas, en mis preocupaciones, en mi mala suerte. Creo que hace años que no hago algo que me haga realmente feliz a mí. A mí, no a los demás. Sueño con lágrimas. Y susurros. Susurros que me dicen que no tengo a nadie. Que nadie me quiere. Que nadie recuerda mí efímera existencia. Y la verdad es que estoy terriblemente solo, pero no literalmente. Vivo con mis hermanos y mis padres. Estúpidamente creen que su vida es perfecta, y ya nadie se acuerda de mí. Ya nadie me pregunta cómo me ha ido el día o qué quiero para comer. Ya nadie recuerda que vivo. Estoy sola, tan terriblemente sola que, a veces, salgo al balcón, enciendo una cerilla y mientras veo el fuego desvanecerse en humo y quemando mis dedos, me hablo a yo misma. O lo intento. Normalmente no me sale la voz. Y aunque parezca una estupidez, me ayuda. El calor que desprende la cerilla me da calidez, y por unos segundos pienso que todo podrá ser como antes. Pero no es verdad. El pasado nunca se supera y siempre te acompaña. Es inútil convencernos de que somos felices si llegamos llorando a casa. Es como decir que amamos la lluvia, pero cogemos un paraguas para protegernos de ella. Yo no me engaño. Sé que no estoy bien y que necesito ayuda, pero no la quiero. La verdad es que estoy realmente jodida, pero nadie se da cuenta.
Soy invisible en un mundo de colores.
De hecho, ya no recuerdo el sonido de mi risa.
Solo hay un sitio donde realmente me identifico, y este no es más que habitación. La re decoré a mi gusto, y a menudo me pregunto si alguien se dio cuenta. Decoré las paredes con fotografías de aquellos lugares a los que algún día iré. Puse luces de árbol de navidad alrededor de mi cama y cojines, muchos cojines. Me gustan los cojines. Blandos por dentro, pero a simple vista, si no sabes lo que son, parecen fuertes. Es una buena metáfora. Al menos, para mí.
Y aquí, en estas tres paredes que dan a un balcón, vivo. O lo intento. Es el único lugar donde puedo ser yo misma, y de alguna manera siento que es el único lugar en el mundo que me llena. Creo firmemente que una habitación es el reflejo de uno mismo. Y me gusta que mi habitación refleje mi corazón (o lo que quede de él) en lugar de mi máscara a la sociedad. Necesito desprenderme de ella, empezar a mostrarme al mundo tal y como soy. Pero tengo miedo. Quizá no quiero salir, quizá estoy mejor aquí dentro, fingiendo ser lo que no soy ni seré nunca. Porque si no soy aceptada ahora ¿cómo lo voy a ser después? Tengo miedo, mucho miedo. Ya no recuerdo lo que es vivir, si es que alguna vez lo he hecho. Vivir no es respirar oxígeno, vivir es respirar sentimientos. Aunque estos sentimientos no sean buenos. Porque la incertidumbre, la tristeza, la confusión y la pena también son sentimientos ¿no? Para llevar una vida llena se deben de sentir esos momentos de grande felicidad, pero también aquellos en que parece que el mundo se va a derrumbar. El caso es que yo no tengo recuerdos felices. Y eso no me llena.
Aún así, sé que algún día me iré para no volver. Mi vida no ha hecho raíces aquí y necesito marcharme, bien lejos, viajar, volver al lugar al cual pertenezco, pero que todavía desconozco. Y estoy dispuesta a buscarlo. Solo sé que no es este, encerrada en estas cuatro paredes escribiendo palabras al viento. Yo prefiero vivir momentos que se queden escritos en mi corazón. Y sé que aunque a mis piernas les falten fuerzas o me fallen las ganas, encontraré mi lugar en este mundo.
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CERILLAS.
Teen FictionQuememos nuestros recuerdos, para que otros de mejores puedan aparecer en nuestro corazón para siempre.