2. Un día en la vida de Kibum

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Cuando el reloj marco las ocho horas en punto un fuerte grito resonó en la habitación al momento que Kibum se sentaba de golpe en la cama con dolor teniendo el primer impulso de golpear para empujar y quitar lo que lo lastimaba, pero con una gran fuerza de voluntad logro detenerse llevando la mano a la pequeña nariz de su hijo causando que unos segundos después este, al fin, soltara su brazo para poder respirar dando una profunda bocanada con su boca. El pelinegro gruño de disgusto y dolor mientras se levantaba acercándose al espejo para mirar las pequeñas marcas de dientes perfectamente dibujadas en su piel.

Tras un suspiro limpió la herida de la que se escapaban pequeños hilos de sangre con abundante agua y jabón desinfectando la herida, colocando una gasa para cubrirla. Al mismo tiempo se preparaba mentalmente para meter a bañar al niño que en ese momento ya se encontraba corriendo por los dos cuartos como un pequeño remolino a pesar de haber intentado en dos ocasiones atravesar la reja alta que le impedía cruzar al resto de la casa, pero no le había impedido dar saltos a subirse a los muebles que alcanzaba tirando cosas por doquier que empujaba con sus pies por el simple hecho de que le estorbaban.

Un suave suspiro más escapo de los labios acorazonados para comenzar a corretear al demonio enano que llevaba en su mano derecha un libro para colorear de dinosaurios y en la izquierda una figura de uno de esos animales prehistóricos ya sin una de sus patas.

―Tae, bebé, ven aquí ―le llamo sin obtener respuesta alguna, el mencionado seguía corriendo sin más hasta que al entrar a su recamara encontró uno de sus muñecos tirado en el suelo a causa del aire.

Un grito de enojo salió de su boca mientras tomaba el objeto de plástico tras dejar el libro para colorear en el suelo y así regresarlo a su lugar acciones que el pelinegro permitió antes de atraparlo entre sus brazos.

Lo tomo con fuerza de la cintura para evitar el intento de huida consiguiendo a cambio que comenzara a patalear y empujar intentando ser bajado al suelo. Con cuidado y manteniendo la fuerza suficiente para llevar al menor sin lastimarlo camino hasta el baño, donde cerró la puerta con seguro antes de bajarlo permitiéndole hacer el acostumbrado berrinche llorando, gritando y dando pataletas al suelo. Kibum aprovecho ese momento para abrir la llave de la tina regulando la temperatura del agua a la adecuada y así colocar el tapón negro para permitir que se llenara.

En ningún momento había despegado la atención del infante para que no llegara a hacerse algún daño de consideración. Al caminar hasta situarse a su lado agachándose para empezar a quitarle la ropa entre jalones, arañones y golpes que terminarían dejando hematomas en la blanca piel.
En el momento que estuvo listo, el pelinegro se levantó para sacar una caja de plástico azul de una gaveta que se encontraba a una altura que el menor no alcanzaba la cual le entrego observando como Taemin corría a la bañera para lanzar la caja y ver como las diferentes figuras de dinosaurio caían en el agua llenándose el líquido transparente de varios colores. Era el momento indicado, así que, sin desaprovechar la oportunidad, rápidamente lo tomo en brazos alzándolo para sumergirlo y dejarlo sentado.

Una dulce sonrisa se dibujó en el demacrado y cansado rostro al ver a su pequeño distraído con los juguetes. Se sentó al borde para tomar el champú que coloco en sus manos y llevarlas a la sedosa pero mal cortada cabellera castaña.

El baño era una de las partes fáciles de su día, Pero la que le seguía era la más difícil, pues por su problema para salir a hacer las compras en muchas ocasiones debía realizarlas por internet, pasando así el mayor tiempo posible en su casa, pero eso no impedía que cada día mantuviera arreglado y bien vestido a su amado pequeño. Aquel día le tocaba colocarle un sencillo pantalón de mezclilla nuevo sin bolsas y una playera de algodón de color azul.

Taemin salió de la tina con un juguete en cada mano siendo rodeado con una toalla de algodón. Al llevarlo a la cama para acostarlo y comenzar la travesía de vestirlo cerro sus ojos para prepararse y mirarlo para comenzar.

El enojo fue grande cuando intentó quitarle cada uno de los muñecos de sus manos y meter sus brazos así que tenía un nuevo arañón en su brazo izquierdo. Al menos los arañazos solo duraban un día con las pequeñas marcas rojizas. Pero la mayor dificultad llegó cuando intento ponerle el pantalón, a penas la tela toco su piel el estridente llanto resonó en la habitación una vez más haciendo eco por toda la pequeña casa. Con un simple suspiro lleno de frustración, Kibum sacó la prenda por los pocos centímetros que había logrado metido en su pie derecho para ponerle el pantalón de deportes de color negro que había dejado a un lado esperando aquella reacción. Una vez vestido y su cabello peinado le permitió jugar un momento con los muñecos mientras se cambiaba de ropa.

Los dos listos caminaron a abrir la puertecilla del pasillo donde de inmediato el mayor tomo a su pequeño para sentarlo en el corral que ocupaba dos terceras partes de la sala. Preparó rápidamente la comida de desayuno cociendo las verduras y cocinando el pescado que luego empanizaría todo para el menor junto a un poco de arroz y un vaso de agua natural. Cuando todo estuvo servido y en la mesa tomo en brazos de nueva cuenta a su hijo sentándolo en sus piernas colocándole un babero que cubría casi todo su torso para darle de comer, combinando el arroz con el pescado y las verduras en ocasiones dejando que tomara la comida con sus manitas pues aun no lograba coordinar los movimientos para para aprender a usar por sí mismo los palillos.

A pesar de todo, ver esa carita manchada de comida y las manitas ensuciando también todo a su paso sabiendo que tendría que limpiar todo después el saber que ese día su niño había podido llenar su pancita saciando el hambre a él lo llenaba de felicidad.

Cuando termino limpió el pequeño cuerpo con una toallita húmeda procediendo a quitarle el sucio babero para dejarlo de nuevo en el corral y así comer él mientras recogía lo más rápido que podía la cocina, lavando los trastes sucios, limpiando los muebles, guardando los juguetes y todo lo demás que había regado para concluir bajando las cortinas de color negro que cubrían la cocina y las recamaras del resto de la casa.

Tomo la llave de arriba del ropero que ocupaba la otra tercera parte en la que el infante no estaba para sacar el maniquí negro, la ropa que tenía que entregar ese día acomodándola en la puerta sobre unos ganchos preparados para plancharlos con la plancha a vapor y dejarlo listos para darle los últimos retoques y la posterior entrega.

Una vez que estuvo todo en orden abrió la puerta de madera y dejando la de tela cerrada con el pestillo para anunciar que estaba abierto. Procedió a realizar lo principal con su trabajo en revisar la lista en la que tenía colocado el orden en el que tenía que trabajar, los números y direcciones de contacto de las personas, así como las fechas de entrega de cada prenda en su libreta con pasta gruesa y con un cachorro de chow chow en la portada que normalmente colocaba junto a la llave arriba del ropero.

Comenzó a hacer los trazos en la tela para cortar, remallar y cocer la ropa en la mesa y aparatos que tenían la vista siempre hacía su Teaeminnie, quien solo movía su dinosaurio favorito de un lado a otro, su cuerpo balanceándose lentamente de atrás hacia delante y la televisión encendida en la caricatura del rey león en un volumen bastante bajo, apenas perceptible por sobre el ruido de la máquina de coser o de la remalladora.

A las once de la mañana comenzaron a llegar personas, tanto para recoger las prendas que habían dejado para hacer, arreglar o mejorar y otros llegaban a dejar otras dejando la mitad del pago para que pudiera ordenar el material y comprarlo en línea. Mientras que otros llegaban a recoger las prendas se las medían antes de ser entregadas para hacerle los últimos arreglos y liquidar por todo.

Esos eran los momentos más estresantes del día para Kibum, no por el trabajo sino porque las personas solían ser demasiado ruidosas, algunas incluso gritaban cosas que podían alterar fácilmente al pequeño castaño y hacer entender a las personas que bajaran el volumen de voz o el de sus aparatos electrónicos podía llegar a parecerles un insulto y terminaban yéndose ofendidos y molestos lo que lo hacían perder algunos trabajos pero sus clientes más comprensibles iban sin acompañante, hablaban meramente lo necesario para explicar lo que querían y tras pagar lo justo se marchaban.

En varias ocasiones las mismas mujeres que en algún momento se habían ido indignadas regresaban a él después de que les hicieran un mal trabajo en otro lugar, pero solían ser tan altaneras que llegaban dándole órdenes y se marchaban luego de pagar. Kibum lejos de enojarse sonreía con cortesía y cuando se marchaban una pequeña risa de diversión se escapaba de sus labios.

El joven siempre había sido alegre y amigable con los demás por lo que no era difícil tratar a los otros con el respeto que cada uno se merecía.

Cuando la hora del término del día llegó, simplemente cerró la puerta colocándole el seguro y llave, camino a la mesa para comenzar a hacer los bocetos de la ropa que le habían pedido. Con cuidado deslizaba el lápiz por las largas hojas, en ocasiones borrando líneas para volver a trazarlas.

Ese había sido un día tranquilo, uno de esos en los que la hermosa tormenta que era su amado hijo estaba en calma.

Kim Taemin《Jongkey》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora