Me termino el café justo cuando las puertas del tren se abren. Agarro con fuerza mi carpeta y salgo de allí tan rápido como puedo. Visualizo una papelera justo en la salida de la estación y empiezo a atravesar el incómodo y ancho pasillo lleno de gente que, como yo, intenta llegar a tiempo al trabajo. Y que, como yo, va a fracasar en el intento. Casi no encesto el envase en la diminuta papelera y de haber sido así hubiese tenido que retroceder para recogerlo y no sentirme mal conmigo misma.
El cielo nublado de Nueva York me da los buenos días. Odio esta ciudad, me marcharé de aquí tan pronto como pueda. Mi destino se encuentra tras el infinito paso de cebra que cruzo a una velocidad de infarto mientras decenas de coches, taxis y otros vehículos me pitan por hacerlo en rojo. Tras el concierto de gritos e insultos, me pego una última carrera y por fin llego al final de mi recorrido.
-¡Harris! Llegas veinte minutos tarde.
La voz de la doctora Moon me da la bienvenida desde la recepción de la clínica. Ser residente de medicina en la gran ciudad puede parecer una gran oportunidad, y quizás lo sea, a menos que tu superior sea la doctora Helen Moon. En ese caso solo aspiras a ordenar el papeleo y a...
-Llevo casi media hora esperando un rico café doble, te lo agradecería mucho si fueras a por él y me lo trajeras a la habitación 121. Una ambulancia está en camino con quien parece ser un pez gordo, y no podré atenderle sin mi dosis de cafeína diaria, ya sabes. Gracias, eres un cielo.-Dice sin ni siquiera dejarme contestar, coge mi carpeta y se marcha.
Pongo los ojos en blanco y simplemente obedezco. Ella a veces es amable, lo juro, pero eso solo ocurre cuando tiene un buen día, y esos no parecen abundar. El hecho de que una beca Stark me haya ayudado a llegar hasta aquí también influye en mi injusto silencio. Nunca he tenido los recursos suficientes para estudiar, pero mi esfuerzo me hizo conseguir una de estas escasísimas ayudas económicas, así que a menos que quiera quedarme sin trabajo como futura doctora en cualquier clínica u hospital del mundo, debo mantener la boca cerrada incluso cuando me encantaría escupir veneno a otros.
Pongo la tapa al vaso de plástico que contiene el café y doy las gracias al chico que está tras la barra de la cafetería. Mientras voy hacia la habitación 121 escucho de fondo la ambulancia, lo que me indica que debo darme prisa y llegar antes que el enfermo.
-¿Qué tenemos?-Pregunto a la doctora a la vez que ella coge con gracia su café.
Después, mira el informe.
-Vaya... Esto va a gustarte.
-¿Qué?
La camilla entra rápidamente a la habitación y los auxiliares colocan al paciente sobre la cama. Miro su cara detenidamente y entonces un suspiro de sorpresa se escapa de mis labios.
-Juliet, te presento al señor Stark. Le conocerás por ser uno de los hombres más ricos del mundo y por jugar a salvar el mundo con sus trajes de hierro.
Yo asiento a todo lo que Moon dice sin dejar de mirar al hombre inconsciente que tengo delante. Ayudo a preparar el material para curarle y reanimarle.
-¿Qué le ha pasado?-Pregunto a los hombres que le llevaban en la ambulancia.
-Se ha enfrentado a algo disfrazado de Iron Man. Ha sido el traje el que ha llamado a emergencias. Cuando hemos llegado solo estaba él tirado en el suelo.
-Hay algunas heridas que no tienen muy buena pinta.
Con cuidado levanto la camiseta rasgada del hombre y observo con una mueca de disgusto las numerosas heridas que presenta su torso. Algunas tan solo necesitan ser limpiadas, otras deben ser cosidas.
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Black thread.
FanfictionSe dice que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo. Bucky decidió que el color del hilo que le mantenía unido a mí fuera el negro.