Realmente me agrada ser como soy.
Hola, soy Sarah Hottom. Aunque no parezca, tengo apenas 17 años. Soy demasiado jóven, según todos los reporteros que me entrevistaron hace un par de semanas. Y es que, obviamente, nadie podría pasar por alto el desagradable suceso (aunque bastante beneficioso para mí) que ocurrió hace un mes en París.
Mi madre, Caelum Fahjir, la famosa diseñadora de moda, falleció en un accidente de auto mientras se dirigía a la torre Eiffel para un grandioso desfile el cual se canceló ante la inesperada noticia.
Aunque suene mal, no la extraño demasiado. Sí la quería, fue una buena madre. Pero no la extraño tanto, ya que sí tuve oportunidad de despedirme y estoy acostumbrada a que ella no esté presente por causa de su empresa. "Querida, te amo, no lo olvides nunca. Nos veremos pronto, cuando el cielo nos lo permita". Era una frase recurrente en ella. "Yo también te amo mamá. Esperaré hasta vernos de nuevo. Adiós".
Te preguntarás, ¿Por qué es tan determinante la muerte de mi madre?
Mi padre, David Hottom, me abandonó cuando apenas era un bebé, con algunos meses y una madre cansada de sus malos tratos. Jamás estuvieron casados, por lo que no importó la separación, no afectó a la gran fortuna de mi madre. Mi herencia.
Por supuesto, crecer junto a ella definió la gran mayoría de mis gustos, capacidades y hábitos. Pero, según mi madre, tenía la lengua aguda de mi padre. Y era mucho más parecida a mi padre que a mi madre.
En fin. Los reporteros. Ante la gran noticia todos los medios me pidieron entrevistas (por las cuales obviamente les cobré una buena suma de dinero a cada productora) sobre lo que haría de ahora en adelante, pidiendo datos sobre mi vida social, amorosa, estudios, economía, algunos simplemente preguntaban cosas sin importancia para llamar la atención con mi presencia. Era algo agotador, pero obtuve mi recompensa.
Un mes ha pasado desde la tragedia, y no he podido terminar de contar la gran cantidad de empresas pequeñas que poseemos, la cantidad de dinero que podríamos ganar con ciertas inversiones (obviamente entiendo porque toda mi vida observé el trabajo de mi madre en silencio, sin llamar la atención, aprendiendo todo lo necesario). Estaba agotada. Ni siquiera he terminado mis estudios en el Soffelle East College.
Me había olvidado: la secundaria.
Como odio ese lugar. Todos esos tontos viéndote fijamente cuando caminas, coqueteándote, señalándote, mirando cada parte de tu ser, los maestros tomándote por genio o por estúpida, los pasillos vacíos en un silencio mortal casi todo el tiempo, las materias aburridas, y todo lo que implica un colegio privado de alto nivel de exigencia. A demás, al ser tan conocida a nivel mundial gracias a mi madre, se hace difícil no ser prejuzgada por todos. Por eso no tengo amigos. Mi rutina es salir de casa, entrar al colegio, al aula, al comedor, a la biblioteca, de nuevo al aula, al gimnasio y de nuevo a casa. Todo en total soledad y silencio. Y aunque suene tonto lo prefiero así. No es una queja. No estoy sola, mi soledad me acompaña y así es mejor para mí. Cuando necesito una opinión, hablo conmigo misma, ya que siempre he sido excelente en todo, y una a veces necesita la opinión de un experto. Cuando estoy mal hago lo primero que se me ocurra, cuando estoy feliz hago todo lo que se me ocurra, jamás me enojo con nadie y cuando algo me incomoda lo veo como una oportunidad de progreso y me corrijo a mí misma. No necesito de nadie, yo soy capaz de hacerlo todo sin necesidad de depender de nada ni de nadie.
Al final, nadie recordará el día de tu mayor hazaña, porque éstas son personales, íntimas. Tu mayor logro jamás será frente a multitudes, sino en tu interior. Nadie recordará lo bueno o lo malo, solo tu nacimiento y tu muerte, quizá, si dejas una huella en el mundo, sea recordado tu nombre. Por eso es lo único escrito en tu lápida, esa piedra que va sobre tu tumba, y la frase que acompaña son descripciones que los demás harán de ti, por lo cual no importan, ya que lo que los demás digan no tiene valor. O al menos, así es para mí.
Bien, prácticamente, esta es mi descripción según los demás: huérfana, multimillonaria, solitaria y antisocial.
Mi descripción propia: inteligente, independiente, poderosa, capaz, minuciosa, eficaz, productiva y audaz.
Volviendo a la realidad del presente, estoy a punto de entrar en el edificio de la empresa Heaven, tengo que terminar de organizar el papeleo cuando llegue el abogado, y terminar de una buena vez la sucesión de bienes para poder adueñarme al cien porciento de la empresa. Faltan dos meses para terminar las clases y con ello la secundaria. Dos meses para desaparecer por completo de ese colegio y poder hacer mi vida a mi antojo.
"Solo dos meses más Sarah, aguanta".
Estoy en la puerta. Debo entrar. Algo en mi ser se estremece cada vez que me acerco a la puerta, me recuerda que debo volverme una adulta responsable antes de tiempo. Soy jóven, quiero vivir, quiero hacer lo que me venga en gana. Quiero ser libre por completo de las ataduras del tonto sistema.
-Sarah, estás cerca. Persevera.
Camino lentamente hasta la puerta. Tomo la perilla, con dudas en mi interior. La giro, despacio, no tengo que apresurarme, no tengo presión. Abro. Pongo un pie dentro, aspiro el olor. Perfume de nardo puro, el que usaba mi madre. Aspiro aún más profundo. Exhalo. Termino de entrar y cierro detrás. Otra vez en este lugar. Al menos aquí no hay cámaras rodeándome por completo como hace un tiempo atrás.
Quiero terminar con esto de una vez. Quiero poder ser dueña de todo lo que me pertenece, de mi herencia. Honrar el trabajo de mi madre siguiendo sus pasos, siendo aún mejor que ella.
Soy Sarah Hottom, y ésta es mi historia.
-

ESTÁS LEYENDO
La dueña de todo.
DiversosUna adolescente multimillonaria, bonita, carismática y audaz. Su vida, llena de lujos, parece ser el sueño de cualquier chica. Rodeada de fiestas y viviendo de viaje, soñadora e impulsiva. Envidiada por la mayoría. "Nadie me conoce realmente. Y nadi...