02: Erick.

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Erick terminó de prender el último botón de su camisa cuando sonó la puerta con dos golpes y luego siendo abierta. Miró a Yoandri, su hermano con un ramo de flores y una gran sonrisa, que llegaría a ocupar casi toda su cara, de oreja a oreja.

— ¿Cómo está el futuro señor Vera? –canturreo poniendo las rosas rojas en un jarrón.

— Pésimo. Odio esto, Yoyo.

— Ya, pero sabes que esto le conviene a la empresa y a papá, además vivirás como un rey en esta mansión. Es asombrosa, ya me dediqué a recorrerla por completo.. – dijo tomando de los hombros a su hermano – de hecho nunca me canso de recorrerla.

— Sólo lo haces porque estás cansado de esto. Aquí no hay nada interesante.

— Erick… estaremos juntos aquí, no debes preocuparte. Y yo no tengo la culpa de que papá nos casara con los hermanos Vera.

Erick suspiró viendo entrar a su pelinegro sobrino con sus ojos llorosos y su avión de juguete, la cual se la había regalado su padre; rota. Su estómago se estrujó al verlo acercarse a ellos con un puchero en su boca. Yoandri se giró agachándose frente a él y pasó ambas manos por las mejillas del niño para limpiar sus lágrimas.

— Se ha roto. – susurra con su mirada abajo y sorbiendo su nariz.

— Oh, amor. Yo la arreglaré, tú ve a lavar tu cara que ya pronto almorzaremos.

El niño asiente y corre en dirección al baño.

— ¿A veces no te gustaría pensar cómo sería tu vida si hubieras encontrado a tu alfa?

— Ya tengo a mi alfa, Erick.

— No, me refiero al que el destino nos tiene preparado.

— Er, sé que siempre ha sido nuestro sueño desde pequeños encontrar a nuestro alfa, el que nos amaría tanto como nosotros a ellos, y que tal vez seríamos felices para siempre con cinco hijos cada uno. – río también junto al ojiverde – Pero no todo es como uno planea, a veces hay que conformarse con lo que nos tocó.

— Pero yo no quiero conformarme con lo que papá elige para nosotros.

Yoandri suspiró acariciando la mejilla de su hermano. Y sonrió.

— Sabes que amo que seas tan curioso, extrovertido y aventurero. Pero Erick…

— No, yoyo. Sabes que si no hubiera esa cantidad de guardias en la entrada, ahora mismo estaría corriendo hacia afuera, hasta encontrarlo. Y no me interesa si viviera en la calle, con tal de luego tenerlo frente a mí.

— ¿Y qué pasa si no llegara a ser lo que tú creer? ¿Y si es malo?

El ojiverde rio, negando con la cabeza y dijo:

— Al menos tendré la idea de saber cómo será.

— Definitivamente estás loco de remate.

Erick mordió su labio inferior reflejándose en el gran espejo de la habitación con su camisa color crema.

**

El piso resuena con cada paso que da, mientras baja sobre cada escalón y mira a su madre hablando con la cocinera de los Vera.

Se acerca apenas a ellas para escuchar a su madre decir que darle Bruschettas a sus invitados sería una buena idea.

Pero para él lo que sería buena idea es que realmente lo dejarán en paz.

— ¡Erick! ¡Erick! ¡Tío Erick! — escucha la voz de su pequeño sobrino junto un par de golpecitos en su espalda.

— Thomas. — lo mira con una sonrisa— ¿Qué sucede?

— ¿Recuerdas los girasoles? ¡Ya crecieron! — da saltitos cortos mientras toma la mano del ojiverde. — ¡Ven!

Ambos corren hacia el jardín delantero de la casa de los Vera, saltando por encima de los rosales. Pasar tiempo con su sobrino era la mejor parte del día, lo extrovertido y aventurero que era el niño le recordaba demasiado a él mismo.

Aún lo sigue siendo.

Su madre solía regañarlo siempre. Como aquella vez en la que se quebró su brazo izquierdo por haber trepado un árbol, ella estuvo dándole un sermón por horas o cuando se fue de visita a casa de su abuela, desapareció por todo un día. Por perseguir a una ardilla.

Aún la sigue culpando por haber sido tan malditamente adorable.

Tal vez para los demás eran solo travesuras de niño. Pero para él era ser aventurero.

A medida que fue creciendo dejó de preocupar a su madre para comenzar a leer libros de aventura. Y era realmente maravilloso, tanto que hasta comenzó a escribir.

Tanto así, que un día husmeando en la biblioteca de su padre, encontró el libro que cambiaría todo y lo haría preguntarse dónde estaría su amor.

Romeo y Julieta, no era más que un libro de dos adolescentes tontos e inexpertos, y eso lo llevó a buscar otros finales para aquella historia. Una en la que no terminara tan trágica.

— Tío Erick, te lastimaste…

Salió de su trance cuando su sobrino tocó su mano.

No recuerda en qué momento llegaron a los girasoles pero ya estaban sentados sobre el césped de jardín, mientras Thomas las regaba.

Suspiró mirando su brazo.

El ardor que sentía no era nada comparado a como se sentía por dentro.

Always Yours [Joerick] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora