CRISIS

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Un dedo varonil con un sello de oro en el botón del ascensor.

—Vamos, ricura, hazlo. —Suben—.

—Estás loca, ¿lo sabías? —Hay poco tiempo—.

—¡Deprisa!

Sin preámbulos: uno, dos... Mudan gestos, palabras, pantis, suéter, blusa... Se destetan, se desbaban, se desbragan. Se desean como perras, como amas de cría, voraces.

Isidoro Conde, conocido empresario en bancarrota, destila perlas color grana. Disimula una penosa erección con su portafolio de piel de cocodrilo. Remira la esfera rota del rolex. Canturrea por lo bajo. Disipada la idea del suicidio, no sabe si sube a la azotea, o baja al infierno con dos ángeles.

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