🍂 fifth; ethereal 🍂

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- Perdón por la ausencia prolongada, ya estoy aquí y este capítulo destila EreMika, es de mis favoritos debo admitir uwur. No olviden votar y si quieren déjenme saber que les pareció con un comentario. No sean fantasmones :(. Ahora sí, disfruten la lectura <3.

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La primera semana fue, sin lugar a dudas, la peor de todas. Cuando los recuerdos, las risas y los secretos que hubieron compartido en algún pasado distante, inundaban aquella habitación rebosante de nostalgia. Las lágrimas empapaban su almohada mientras intentaba ahogar sus lamentables quejidos con esta.

Escaseaban los días en que se animaba a salir de aquel recordatorio de todos sus infortunios, incluso Armin ya comenzaba a preocuparse, insistiendo en que despejara un poco afuera, qué le haría bien respirar aire fresco. Ese cuarto la había visto llorar despreciable infinidad de veces por tantos motivos que Mikasa no podría siquiera nombrarlos. Incontables las ocasiones en que se hallaba sola en el comedor y se echaba a llorar como una niña pequeña.

La primera semana fue, tal y como Eren le había predicho, la más cruel de las torturas.

La tempestad afuera empeoraba cada vez más. Las gotas gruesas golpeando su ventana sin cesar y el viento retumbando sin piedad sobre la misma no le daban oportunidad a pegar ojo. Tampoco es que pudiera, la culpa no era del clima en lo absoluto. Por más que intentara pasar una noche en calma, sus esfuerzos eran en vano. Las pesadillas que solía sufrir cuando niña habían regresado, cada vez más nítidas, cada vez más frecuentes. No había té ni brebaje capaz de hacerla dormir toda la noche sin interrupciones. Definitivamente y para su desgracia, el insomnio se había vuelto su nuevo compañero de habitación. Y esta vez, no había a su lado quien la abrazara en medio de las penumbras de la pieza.

Este drama apesta, maldijo para sí misma. Las preguntas más agobiantes de cada noche que pasaba en vela era hasta cuando duraría la actitud infantil de Armin con respecto a Eren, los planes impulsivos e ideales casi extremistas de libertad del susodicho —a quien ya habían liberado y visto un par de veces, siempre sin mediar palabra el uno con el otro—, y la presión que a veces Hanji ejercía sin notarlo sobre ella.

Unos toques constantes sobre su puerta la sacaron de sus cavilaciones. Dejó escapar un suspiro impregnado de amargura y contó hasta cinco en voz baja intentando recuperar la compostura. Se levantó a regañadientes, con pasos adormilados y totalmente desganada. Deseaba con todas sus miserables fuerzas que aquellos golpecillos hubieran sido una mala jugada producto de su mente agotada y asediada por la prolongada falta de sueño, sumándole a ello el estrés acumulado de esos días. Se detuvo un momento frente al espejo de tocador, aunque le resultó imposible disimular sus evidentes ojeras y la demacrada apariencia de su rostro.

No esperaba visitas a tan altas horas de la noche, pero mentiría si dijera que el verle ahí, en el umbral de la puerta de su habitación a casi medianoche, no le trajo muy buenos recuerdos de tiempos que habían quedado enterrados en un pasado bastante agradable al que daría cualquier cosa por volver. Su cabello húmedo y esa cara de inocencia pura que sale a relucir cuando necesitaba usarla a su favor; no tenía la voluntad suficiente para decirle que no.

Río por lo bajo, acariciándose la sien. Carraspeó un poco.—¿Qué necesitas?— cuestionó impasible, siendo apenas capaz de esconder una pequeña sonrisa que amenazaba con asomarse en sus labios agrietados.

El castaño hizo un ademán pidiendo permiso de entrar, Mikasa le despejó el camino con algo de duda. Se despojó de su abrigo a medio secar con soltura, dejándolo caer en la cama de la asiática ante la mirada estoica y algo expectante de la misma.

Sinners [EreMika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora