Entre la luz y la oscuridad

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Los veo, ellos respiran, chasquean sus asquerosos dientes y recorren los espacios afuera de mi habitación, perturban mis sueños y arañan mi puerta. Estoy cansado, no puedo dormir, siento que me descuidara tan solo un segundo... ellos me atraparían. La luz en esta habitación me ciega, pero es necesaria, los cientos de papeles y maderas clavadas en la ventana me evitan ver el mundo, pero son necesarios, si tan solo una de ellas no estuviera... ya estaría muerto.

Es un día más, si el sol salió él no se dió cuenta, sin embargo su reloj interno despertaba su cuerpo siempre a esa hora, cansado y con la cara sin lavar, levantó la mitad de su cuerpo del duro piso, el cual intentó ablandar con una manta, sin embargo su espalda dolida revelaba lo poco funcional que era hacerlo.

Gatea hasta unas sobras del día anterior, tomándola de manera desesperada rasga entre los bordes de la lata y levanta la misma, estos aceites humedecian su reseca boca.

Su cuerpo es débil, la ropa suelta revela que a perdido varios kilos, y apoyándose del suelo se levanta del mismo.

Ahora solo me queda una para la noche.— dijo entre jadeos mientras intentaba caminar hasta la mesa de lo que alguna vez fue su escritorio.

Ella sabía que algún día sería necesaria... Por eso la guardó.— estaba cansado, su peso vencía a su cuerpo, no debía gastar energía pero tenía que hacerlo, entre los cajones más grandes había escondida una lámpara de vela y espejos, del tamaño de un gran diccionario, ancha como una jarra, pero con un volúmen muy cómodo para transportar, pensada para que pudiera estar mucho tiempo con ella en la mano ya que no pesaba mucho.

Sus potentes luces del techo reflejaban entre los cristales de aquel farol antiguo y cegaban por momentos sus ojos, aún con todas las dificultades para manipularla, logró tomar una vela gruesa de su cajón y caminó hacia el duro espacio de suelo que usaba para dormir.

Busco, entre aquellas sábanas donde alguna vez guardó cerillas, las cuales no debería desperdiciar, por lo escasas que eran.

La primera se rompió al primer frote contra el lateral de su caja, la segunda encendió por pocos segundos y luego la llama se esfumó, finalmente a la tercera y con ya pocas cerillas en la caja, logra prender la vela y la coloca dentro de aquella lámpara rudimentaria, la cual poco o nada podía alumbrar en ese espacio debido al fuerte brillo de las luces en el techo.

Decidido, finalmente estaba dispuesto a armarse de valor y tomando la lámpara en una de sus manos, camina jadeante hasta la puerta, está dispuesto a salir, por primera vez desde que se aseguró en aquella brillante prisión, su objetivo era simple, tenía que ir a los suministros de la parte baja, él sabía perfectamente que debían seguir ahí pero los demonios esperaban impacientes y el enderezó su semblante mirando fijamente a la puerta, sosteniendo firme el objeto luminoso en su mano.

Puedo hacerlo, sí puedo hacerlo, necesito salir de aquí... no pueden hacerme nada... tienes la lámpara Peter, tienes la maldita lámpara, ahora sal, tú puedes.— Se repitió como un mantra, mientras su temblorosa mano tomaba la perilla, al moverla solo un poco, su cobardía aumento soltando el farol rápidamente y girando hacia su cama donde se dirigió con un notable enojo, maldecía sus demonios y soltaba groserías en voz baja mientras intentaba controlarse.

¡Tu puedes Peter!— Dijo devastado mientras dejaba la lámpara en el suelo, su voz se interrumpía mientras el hombre comenzaba a llorar, su espalda se pegó contra la pared y se dejó caer al suelo una vez más, mirando la ahora borrosa puerta, usando sus manos para exparcir sus lágrimas —Tu puedes... miró aquel objeto a su lado, la luz leve que emitía traía consigo algo peculiar, bajo la lámpara se creó algo, una sombra, desesperado rápidamente abrió la pieza de vidrio que cubría el fuego y lo apagó, lanzando lejos aquel objeto de luz.

No tenía nadie a quién mentirle, estaba aterrado, mirar cada pequeño segmento abandonado de luz le hacía creer que del mismo nacería una de esas bestias, sus manos temblaban, mientras miraba lo que alejó y se dió una palmada en la cara, seguida de un golpe fuerte en la frente y luego otro junto a un choque contra la puerta
¿Qué diablos haces..?Gatea una vez más y de entre aquellas mantas nuevamente extraño los cerillos, aspirando la mucosidad que salía de su nariz se arrastró otra vez hasta alcanzar aquella lámpara, tuvo cuidado, abriéndola lentamente, tomó la vela y luego los cerillos, prendiendo a la primera y devolviendo aquella luz leve, generando nuevamente esa sombra.

¿Cómo luz con luz puede crear sombra? se dijo así mismo mientras miraba temblando la parte baja de la lámpara, tal vez no entendía la estructura de la misma o ya había perdido totalmente el juicio, de igual manera ya no era tiempo de pensar. Se levanta con decisión, aún tiene miedo, camina hasta la puerta, sus piernas tiemblan, tomando la perilla vuelve a llenarse de miedo dejando la lámpara a un lado, no podía, arrodillándose en el suelo junto a la puerta y lanzó gritos desgarradores mientras sus manos se agitaban haciendo un berrinche como un niño, pegándole al piso y agitando los puños de arriba a abajo.

Luego de varios minutos de cólera se quedó mirando el techo totalmente blanco, sus labios tiemblan y cierra los ojos, intenta hablar pero estar apunto de llorar provocan un tartamudeo cobarde, producto de la vergüenza que sentía al no poder lograrlo —No hay nada ahí afuera... yo las maté... ¡yo las maté!— comienza a llorar, grita, su desesperación es notoria mientras lanza golpes fuertes contra el suelo con su mano derecha, lo golpea tan fuerte hasta que ya no puede más. Con su mano herida se levanta, la frota un poco y para de quejarse, tomando la lámpara un vez más y ahora, sin dudar, abre la puerta.

Solo había oscuridad afuera de aquella habitación, la luz que se escapaba lograba iluminar parte del camino, pero aún faltaba la mitad del mismo antes de llegar a las escaleras para descender al primer piso, con los ojos enrojecidos y lagrimeantes el hombre da sus primeros pasos, saliendo de la habitación muy decidido, con la luz detrás y la lámpara al frente, ve como su camino se ilumina, hasta que queda con la espalda aclarada por la luz del cuarto y el frente protegido por lo brilloso de su linterna, en ese momento deja la misma en el suelo y tomando aire de manera agitada, da lentos pasos mirando a la oscuridad.

—Y-Yo las maté y aquí afuera...— Su mano se acercó lentamente a esa oscuridad absoluta, sería este el momento en el que perdería su miedo, aquel terror que lo había obligado a aislarse —No hay nada...— Pero no, sus miedos se revelan, exponiéndose ante él, cuando un chirrido ensordecedor se escucha justo invadir aquel vacío con su mano, junto a un grito salvaje y demoníaco, feroz, como un animal rabioso, una criatura de dientes espantosos y piel pálida abrió sus grandes fauces, se lanzó contra la mano de Peter, arrancándole de una sola mordida varios de sus dedos (meñique, anular y medio) quemándose al instante con la luz de la linterna y huyendo. Anonadado no llega a sentir ni por un segundo el dolor de haber perdido parte de su mano, pero siente un horror increible de golpe al rápidamente cae al suelo y comienza a escuchar gritos, se arrastra un poco soltando quejidos de dolor, grita, con toda su fuerza, pero sus dedos le dan igual, grita por miedo por un miedo que no había experimentado nunca, asustado tomó su linterna con la mano izquierda y mientras apegaba la que tenía los dedos mutilados a su cuerpo, corría desesperado por volver a la habitación, cerrando la puerta de golpe y cayendo al suelo, suelta largos jadeos, derrumbado con todo el pecho lleno de sangre, miraba una vez más su cegador techo, mientras intentaba soportar el dolor; nuevamente se repite que no son sus dedos perdidos lo que le duele más, si no el de una verdad que le daba pavor. No estaba solo.

[Se estarán corrigiendo los párrafos pero aquí acaba el capítulo.]

Luminoso - Ningún lugar es seguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora