estoy aquí

pt 1

- Entonces... sólo quieres aprenderte el estribillo?

- Ehhh, sí, no creo que mi memoria me dé para más.

Empieza a sonar Señorita de las ídolas girls (también conocidas cómo (g)-i-dle), y Teresa procede a enseñarle la coreografía a su amiga

- Espera, espera - dice Jennifer visiblemente amenazada por la complejidad del baile - ¿Y si lo haces tú des del principio y yo me añado en el estribillo?

- Yo también puedo hacerla desde el principio si queréis - dice el único chico del grupo.

- Es verdad, Adrián se sabe prácticamente todos los bailes, no sé cómo no habíamos caído antes en que, lógicamente, este no iba a ser una excepción.

Aunque no se conocían desde hacía más que unos meses, habían encontrado ya muchas cosas que les unían más allá de la música que escuchaban. Eran muy diferentes entre ellos, sus vidas no tenían nada que ver, y ni siquiera compartían edades, pero sabían que, al final del día, todos estaban juntos en esto.

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- Holaaaa, cómo estas?

- Pues mucho mejor, quieres que me pase por tu casa luego y vemos una película juntas? Te echo tanto de menos...

Esa era la novia de Jennifer, Lucía. No llevaban demasiado tiempo juntas, apenas unas semanas, pero era inevitable imaginar un futuro juntas. Lucía y Jennifer eran muy similares, ambas habían sufrido la ausencia de la figura maternal, y por lo tanto habían sido criadas por padres solteros. También compartían habilidades, sobre todo para el dibujo, que fue lo que les unió en un primer momento, y aunque no compartían el Instituto, ambas habían optado por el Bachillerato de Artes.
Sus ideologías no eran exactamente iguales, pero, por lo general, sus opiniones no las hacían chocar.
Visiblemente, solo había una cosa que en la que no solían estar de acuerdo, una minucia en verdad: la música. Jennifer disfrutaba del kpop con sus amigos, e incluso se atrevía a aprenderse algunos de esos bailes tan raros y únicos, que tanto le llamaban la atención. Por el contrario, su novia no salia del RNB y demás ritmos urbanos, y se negaba a escuchar música que no fuera en Ruso, Sueco o Inglés.

Pero todo esto no las separaría, al menos por ahora.

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- Cuánto me das por el anillo y las dos sillas?

- No puedo darte más de 50€, las sillas son muy viejas y el anillo es bastante pequeño.

- Venga ya, al menos dame 75€, todo está en buenas condiciones.

- No, esto después lo tengo que vender, y necesito sacar beneficio, no voy a subir de los 50.

- Tú y yo sabemos que puedes sacar muchísimo más de 100 pavos si lo pones bajo buena luz y en un sitio visible de la tienda; 75€.

- Trato hecho.

Raquel agitó la mano del hombre que se encontraba en el otro lado del mostrador, cogió su dinero y se fué rápidamente hacia casa para mostrar a sus padres lo que había conseguido.

Ya en la casa, nadie le abría la puerta, las luces estaban apagadas y no había rastro de que ahí estuviera alguno de sus familiares.

- Papá? Mamá? Nico? - Dijo la chica esperando una respuesta.

Nada.

Camina hacia el interior de la casa y finalmente encuentra a su madre.

- Hola mamá, ya he vuelto. Qué tal todo? Porque no me habéis abierto la puerta?

- No hemos escuchado el timbre, creo que no funciona, y tampoco tenemos luz.

- Ya nos la han quitado?

- Sí cariño. - Dice su padre. - Por favor dime que has sacado algo de dinero con lo que te dimos tu madre y yo esta mañana.

Raquel se saca la mano del bolsillo y muestra los 75€ que ha logrado conseguir. Su padre, acto seguido, los coge y se los guarda en su vieja cartera grisácea, finalmente dice:

- Muy bien, esperaba algo más pero supongo que ha sido todo lo que has podido hacer.

- Sí.

- De acuerdo. Te has preparado ya todo para mañana?

- Sí papá, ya he hecho las dos redacciones y lo he guardado todo en la mochila. Podemos cenar ya? Estoy hambrienta.

El bebé empieza a llorar y el padre acude en seguida para cogerlo entre los brazos.

- Enseguida hacemos la cena. - Contesta la madre.

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Adrián ya ha llegado a casa, está escuchando música y repasando los pasos de cada coreografía a la vez que abre la puerta de su armario y se dispone a cambiarse el pijama.

El único chico del grupo es también el más mayor, tiene 19 años y gracias a su trabajo como dependiente en una tienda del centro, ha conseguido independizarse.
Ha sido siempre un buen estudiante, y aunque actualmente tenga que compaginar su carrera con el trabajo, es capaz de conseguirlo gracias a que estudia online todas las mañanas.

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Teresa, la más joven del grupo, también ha llegado ya a su casa. Ella no suele dedicar demasiado tiempo a su apariencia, aunque siempre consigue parecer más arreglada que todos los demás. Es un alma libre y muy capaz, y a pesar de que suele bromear muchísimo, las personas que realmente la conocen saben que es mucho más inteligente de lo que se muestra, además de ser seria siempre que la situación lo requiera.

Tiene un hermano mayor con el que se lleva bien, y una pequeña gatita llamada Soyi. Su relación con sus dos padres es también buena, ambos se preocupan por sus hijos y a pesar de que están bastante ocupados, siempre muestran mucho cariño.

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Jennifer tiene 19 años también, pero es menor que Adrián porque ella nació en Octubre y él en Julio. Tiene un gran sentido del humor y es muy sincera, incluso demasiado a veces. Su manera de pensar es... peculiar, y sus ideas suelen ser las menos previsibles. En lo que respecta a sus dibujos, tiende a centrarse la magia y en seres sobrenaturales, cosa que, al resto del grupo, le parece genial.

Su madre y su padre son bastante sobreprotectores, y cómo no tiene ningún hermano, Jennifer suele agobiarse por la presión que parece caer siempre sobre sus hombros.

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Raquel es introvertida y solitaria. Tiene 18 años y su mayor afición es cuidar a su hermanito pequeño, Nico. Tanto su madre como su padre trabajan en la construcción, pero esto no les basta para llegar a fin de mes, por lo que se ven obligados a vender parte de sus pertenencias.

Ella estudia lo que puede, y para divertirse investiga sobre ídolos y personas que le llaman la atención. Tan solo tiene un par de amigos que conoció en una de las varias tiendas a las que va para conseguir dinero a cambio de sus pertenencias, pero no tienen una relación demasiado cercana.