Todos hemos escuchado alguna vez a historia de Cenicienta, aquella joven pobre que con magia asiste a un hermoso baile y enamora al príncipe azul, pues este viejo autor recuerda con alegría esa época de pomposos vestidos y grandes bailes, sin embargo, debo admitir que la historia de Cenicienta fue totalmente cambiada con el pasar de los años hasta llegar a esta nueva era, así que déjenme contarles una historia de una joven que fingió ser alguien que no era para salir de sus deudas.
Todo empezó con Clara, una joven lo suficientemente hermosa para tentar a cualquier viejo acaudalado, pero lo suficientemente astuta para valorar su integridad. Ella trabajaba en la tierra para cultivar por el día, en la noche era mesera de la taberna local, era una joven huérfana que ya había sido echada del hogar para niños por cumplir la mayoría de edad.
Su cabello era de un dorado resplandeciente, aunque claramente descuidado, su tez blanca parecía de porcelana y sus bellos ojos azules completaban la imagen más armoniosa que cualquier pintor pudiera imaginar. A pesar de sus viejos trapos que usaba diariamente, su belleza no podía ocultarse, me atrevo a decir que con un vestido lo suficientemente elegante sería la más hermosa del reino.
Lamentablemente, las políticas del reino no estaban bien, la gente peleaba por un pedazo de pan y eran necesarios dos trabajos para solventar los gastos de una sola persona. El viejo rey, astuto como siempre, decidió subir la moral del pueblo organizando un lujoso baile donde el príncipe heredero buscaría una esposa, ya fuera noble o plebeya. Esta estrategia surtió efecto y la gente olvidó por un momento la miseria en la que vivían para preparar a sus jóvenes hijas y esperar que un milagro ocurriera.
Las costureras se llenaron de trabajo, las tintas para embellecer el rostro volaban de los estantes y las jóvenes plebeyas no hacían más que hablar del príncipe y su rostro, el cual debo de admitir que era suficiente para tentar a las jovencitas. Una cabellero frondosa de color negro como el carbón, una tez pálida y esos ojos azules le daban el aspecto de todo un noble europeo, sin olvidar que su físico estaba en su mejor momento y, como cereza del pastel, su majestuoso nombre "Harald" resonaba finamente en los susurros de las sonrojadas damas.
El rey también presentaría en el baile a su segundo hijo, el príncipe Christian; el cual, a pesar de tener un fino rostro con cabellera castaña y los característicos ojos azules de la familia real, no era tan codiciado porque nunca llegaría a ser rey, como siempre, la ambición de la gente nublaba su juicio.
Por otro lado, una vieja señora viuda que vivía alejada de los demás exhortaba a Clara a participar en el baile, pues por su enorme belleza podría conquistar a uno de los príncipes. Clara visitaba con frecuencia a esta señora para llevarle un poco de pan y frutas silvestres, pero siempre tomaba sus comentarios a broma, pues ella misma no se veía como una princesa.
El día del tan esperado baile llegó, las jóvenes nobles destacaban como siempre por su extravagancia, me atrevo a decir que parecían criaturas exóticas envueltas en tantas plumas y pieles, por otro lado, las plebeyas llevaban vestidos más sencillos pero destacaban varios rostros bellos con figuras envidiables.
Lo que no sabían las damas ilusas era que el príncipe ya estaba en un acuerdo matrimonial con la hija del sargento mayor del ejército del reino, quien a pesar de no destacar en belleza tenía una sabiduría sin igual, además su unión formaría un fuerte lazo con la espada del imperio.
En el otro lado del reino, una indecisa Clara fue convencida por la señora viuda de asistir al baile, quien solo le pudo dar un vestido de su época dorada en la sociedad. Aunque sencillo, el vestido resaltaba los finos rasgos de la hermosa chica, una delicada seda azul como el mar envolvía su figura mientras los ornamentos dorados formaban un bello cinturón que ajustaba el vestido y el encaje brillante envolvía suavemente los brazos, dando una sutileza que se adaptaba a la belleza de Clara. Por último, las zapatillas eran de un tono transparente decoradas por hilo dorado en los extremos, que combinaba a la perfección con el elegante vestido.
El viejo dueño de taberna se ofreció a llevar a Clara y así partieron rumbo al gran palacio. Al llegar, las miradas curiosas y envidiosas se dirigieron hacia Clara, animada por sus compañeras plebeyas y excluida por las nobles damas.
Los ojos de ambos príncipes se dirigieron hacia la hermosa dama, quien cautivó a todos los presentes. El príncipe Harald realizó el primer movimiento ante los ojos furiosos de su padre y sacó a bailar a la joven en una noche donde la luz de la luna llena atravesaba los enormes vitrales del palacio.
El príncipe Christian aceptó su derrota y cuando se disponía a retirarse del baile tropezó con una joven delgada de suaves facciones, cabello ligeramente ondulado y ojos del color de un amanecer dorado. Su belleza no era excepcional pero tampoco le quitaba mérito. En cuanto la joven pronunció una disculpa por el incidente el segundo príncipe se percató de su hermosa voz que se imponía:
-Lo siento joven caballero, por mi descuido podría haberle provocado un accidente - Dijo con una voz suave y armoniosa.
-No debe preocuparse, el baile es para disfrutar - Mencionó el príncipe con un aire de nostalgia.
-No parece muy convencido de sus afirmaciones caballero -.
-Es perspicaz, como puede ver no disfruto mucho de la velada, olvide a este aburrido hombre y disfrute de la velada -.
-Lamentablemente no podría dejarlo ir en ese estado, ¿Qué le parece si le invito a bailar? -.
El príncipe comenzó a reír, pues ninguna jóven tenía la convicción de aquella delgada señorita con unos ojos que demostraban que hablaba en serio.
-Supongo que no puedo rehusarme - Dijo el príncipe mientras tomaba la mano de la joven.
-Entonces, espero que su velada mejore, pues dos personas desoladas son mejor que una - Afirmó con una encantadora sonrisa.
- ¿Desoladas? ¿Acaso usted ha perdido una potencial pareja en este baile? - Preguntó el joven príncipe.
- De hecho, mi pareja fue tomada por una joven con la cual no podría competir, su belleza me ha dejado atónita incluso a mí, mientras a usted le ha dejado un sabor amargo su dulce presencia - Contestó la joven con una sonrisa burlona.
- No me diga que usted es... - Dijo el príncipe asimilando apenas lo que acaba de escuchar.
-Así es noble caballero, mi nombre es Kirel Smith, el plan original era ser su cuñada pero me temo que ese plan ha sido disuelto -. Respondió la joven antes de que el príncipe pudiera terminar su frase.
Los dos se miraron durante un momento, ella confiada y segura mientras el pobre Christian lidiaba con el shock. Así comenzó esta impactante y dramática historia.
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¿Cenicienta?
RomanceTodos conocemos la típica historia de cenicienta, pero ¿que pasaría si a la chica que le queda la zapatilla no es cenicienta?, ¿deberíamos juzgarla o comprenderla?