Adiós Chuuya

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Dazai estaba en problemas. Nunca imaginó verse en una situación tan vergonzosa, pero no había escapatoria a pesar de sus brillantes cálculos. Tenía el cerebro en blanco y la lengua pegada al paladar. 

     –Dazai-kun, esperamos una explicación –indicó el director de la escuela, Fukuzawa Yukichi con tono serio, mientras su padre adoptivo, Mori Ougai, lo miraba con algo parecido a la decepción en su rostro, pero eso poco le importaba, mejor dicho, no podía importarle cuando el amor de su vida estaba sentado en la silla de al lado, claramente enojado con su persona.

     Todo comenzó con el estúpido ritual del candado.

  Días atrás escuchó a un par de chicas de tercero hablar sobre el amor eterno y duradero entre dos personas si se colocaba un candado –con las iniciales de los enamorados– en un puente. La idea le pareció demasiado hermosa y, desesperado como estaba, decidió probarlo. Creyó que si usaba el de Nakahara tendría mejores resultados, después de todo, era él con quien quería formar pareja, aún si el otro no le dedicaba una sola mirada de sus bonitos ojos azules. Así que esperó hasta el viernes para llevar acabo su plan; cuando la hora del almuerzo estaba por acabar se acercó sigilosamente al casillero correspondiente y robó el objeto. En teoría, sólo haría eso, pero no pudo resistir la tentación de ver dentro locker, quería dar una miradita al espacio privado del explosivo chico que lo tenía de un ala. 

     Ojalá no lo hubiera hecho.

   Al abrirlo un sobre manila resbaló, rápidamente se agachó para recogerlo y dejarlo en su lugar, pero su curiosidad pudo más nuevamente. Al sacar el contenido vio una nota que decía:

"Eres una mierda. Me traicionaste con ése imbécil. Ahora sufre las consecuencias"

     Asustado, Dazai revisó el resto del contenido, eran fotos comprometedoras del pelirrojo con otro chico... en el gimnasio... en las colchonetas y no precisamente haciendo ejercicio, no con los pantalones abajo. El dolor que atravesó el corazón del castaño fue mitigado al instante en que escuchó la voz de Nakahara detrás de él.

     –¿Qué mierda haces en mi casillero? –la cara del chico lucía seria, pero al notar las cosas en las manos del ojicafé –quien no fue lo suficientemente rápido para esconderlas– cambió por completo, se puso rojo granate, pero no de vergüenza, sino de ira–. ¡ASÍ QUE ERAS TU CABALLA DE MIERDA! ¡TE MATO!

     Lo siguiente que supo el delgado chico castaño fue que estaba tirado en el suelo recibiendo golpes del capitán de fútbol. La campana sonó y los alumnos, guiados por el espectáculo, formaron un corro para disfrutar en primera fila de la paliza que el bicho más raro de la escuela  –a quien nadie quería– recibía a manos del estudiante más popular del instituto. A pesar de eso Dazai no soltó el paquete, si esas fotos se hacían públicas las habladurías sobre la persona que lo agredía en ese momento no cesarían y él sólo quería protegerlo.

     En algún momento debió quedar inconsciente. Despertó en la enfermería con un dolor tremendo en las costillas y la cara. No se sorprendió al notar que ahora parecía una momia, pues llevaba vendas en la cabeza que cubrían su ojo derecho e incluso un cabestrillo en uno de sus brazos, sin contar su torso vendado. Nakahara debió estar muy molesto, pero se pasó con él, quien no había hecho nada malo, excepto robar el candado... ¡¿dónde estaba esa cosa?!

     –Así que has despertado. Estás en muchos problemas. Vete ya, te esperan en la oficina principal –anunció la doctora de la escuela mirándolo como un bicho raro.

     Eso fue hace dos horas, pero en ese momento, ahí sentado frente al mismísimo director, su padre adoptivo, el papá de Nakahara –aunque no le veía el parecido con ese largo cabello negro y ese horrible abrigo–, así como el hermoso chico por el cual deliraba, no sabía cómo explicarse. Decir que fue una equivocación no serviría, después de todo estuvo en el lugar del crimen robándole un objeto a una persona que ya había recibido antes ese tipo de sobres amenazantes, según se enteró recientemente, lo cual explicaba la reacción del otro chico.

Inocente amorWhere stories live. Discover now