Capítulo único

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Era una mañana gris de un día gris, en una semana aún más gris. O así lo sentía Akaashi. Ahogando un bostezo y con una taza de té en mano, encendió el interruptor de una pequeña habitación y entró en ella. Allí solo habían cosas guardadas en estantes y apiladas en cajas pero, puesto que debería mudarse de nuevo, la limpieza y descarte de innecesarios era obligatoria. Pasó buena parte de la mañana organizando carpetas y papeles útiles, y objetos que solo conservaba por su valor sentimental. Akaashi no era especialmente romántico ni nostálgico, sin embargo, siempre le gustó guardar algo material sobre momentos especiales de su vida: la vieja libreta moleskine de su abuelo, llena de sus relatos y dibujos al viajar por el mundo; las caracolas de su primer viaje en familia a la playa; la etiqueta de, hasta ahora, el onigiri más delicioso que había probado en su vida; fotos de la escuela media y algunas pequeñas medallas deportivas; y, entre otras varias cosas, había un botón.

Aquel diminuto botón, tan gris como la mañana y la semana, atrapó su mente al instante en una vorágine de recuerdos de los cuales ya habían pasado más de diez largos años...

Aquella mañana, casi doce años atrás, no era gris ni deslucida. Por el contrario, el cielo estaba despejados y el sol brillaba radiante tras las copas de los cerezos casi en flor. Aquella mañana lo único gris era el humor de Akaashi, aunque tratara de ocultarlo lo mejor posible. Ese día se estaban graduando sus senpais de tercer año. Ese día el equipo de volleyball de Fukurodani se quedaba sin varios de sus mejores jugadores. Ese día, Akaashi se quedaba sin Bokuto.

Bokuto Koutaro, como siempre, andaba armando revuelo luego de la ceremonia de graduación. Vivaz y locuaz, correteaba de aquí para allá sacándose fotos con amigos y profesores, y poniendo de los nervios al entrenador cuando propuso levantarlo en andas entre todos para la foto grupal. Akaashi lo observaba tranquilamente, tratando de asimilar que la próxima vez que estuviese en aquel amplio patio de la preparatoria, al barullo general le faltaría la voz más estridente, la más molesta y la que más le gustaba escuchar, llamándolo una y otra vez hasta el hartazgo.

"Akaashi. Akaaaaaashiiiii. Akaaasheeeeee. AKAAAASHIII".

—Te estoy hablando, Akaashi, ¿me oyes?

La fuente de las tribulaciones de Keiji estaba parado frente a él, esbozando esa sonrisa amplia, radiante y estúpida que lo perseguía hasta en sueños.

—Ah, sí, Bokuto-san, estaba un poco distraído —replicó con compostura, como si por dentro no estuviese añorando que la idiotez de Koutaro hubiese sido suficiente para que repitiera el último año de preparatoria...— ¿Qué sucede?

—¡Las fotos, Akaashi, las fotos! —Exclamó el otro chico— ¡No sales en ninguna! ¿Qué clase de recuerdo de preparatoria serán esas fotos si no aparece mi Akaashi en ellas? ¡Vamos!

"Mi Akaashi".

Si tan solo esa frase fuese literal y no solo una expresión de apego, pensaba Keiji mientras Bokuto lo arrastraba a sacarse mil fotos junto con los demás. Siempre se le había dado bien ocultar sus emociones, pero aquel día en especial parecían que iban a desbordarlo y quería que aquella ceremonia acabara cuanto antes; y al mismo tiempo prefería que no terminara nunca, pues significaría el final definitivo.

Un rato más tarde comenzó el revuelo de las risitas y los cotilleos, puesto que muchas chicas habían aprovechado ese día para confesarse a sus senpais antes de que se marcharan; y las que no, al menos se animaban a pedir el segundo botón del uniforme a la persona de su afecto. Mientras algunos aplaudían a una parejita recién formada y otros cuchicheaban sobre otras posibles parejas, Bokuto se veía muy ofuscado.

—No te preocupes, Bokuto-san, estoy seguro de que alguna chica te pedirá el segundo botón —le comentó Akaashi entonces, adivinando correctamente los pensamientos de su senpai.

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