Prologo: El barco

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 Un hombre se sienta detrás de un escritorio dentro de un consultorio repleto de libros, archivos polvorosos y un ordenador ridículamente grande, las ventanas a penas ofrecían iluminación gracias a las persianas partidas, las cuales no permitían cerrarlas o abrirlas, así que estaban en un punto donde estaban entre abiertas, sin fungir bien su propósito, pero sin ser reemplazadas tampoco. Al frente de este escritorio se sentó otro hombre con una expresión acongojada en su cara, sus ojos estaban faltos de brillo, como los ojos de un pescado muerto, se veía desaseado y desaliñado, todo lo que hacía era presionar nerviosamente la punta de su dedo anular izquierdo con su pulgar e índice derecho.

- Cuéntame... ¿Daniem? ¿Ahora quieres que te llame así? – Dijo el hombre sentado detrás del escritorio mientras leía un papel que tenía en su mano.

- Si, se lo agradezco.

- Bien Daniem, dime, ¿Cómo te has sentido esta semana? ¿Has hecho algo nuevo?

- Bueno acabo de regresar de un crucero.

- ¿Un crucero? – Al decir esto el hombre detrás del ordenador prepara su bolígrafo para anotar.

- Si... un crucero ¿Alguna vez se ha montado en uno?

- Si por supuesto, ¿Qué tal te fue?

- Para ser honesto, no muy bien, un crucero se supone que está lleno de actividades ¿no? Es algo te debe relajar, divertir y sobretodo hacerte feliz, sin embargo, yo no quería salir de mi camarote.

- Está bien, ¿te sentiste encerrado en tu... camarote?

- No, la puerta estaba abierta, podía salir cuando deseara, pero no quería y es algo gracioso, porqué detrás de las delgadas paredes podía escuchar música, risas, champaña y el rechinar de los cubiertos contra los platos, era algo que se supone que me debería animar a salir ¿verdad? Sin embargo... no quería, como si no fuese suficiente para ese tipo de cosas, como si no las merezco... me preguntaba acostado en mi camastro que estaba mal conmigo, mi mente me repetía que yo no era así, yo era feliz, todo en mi cabeza empezó a enredarse hasta que quede en blanco y me volví a olvidar temporalmente de esas preocupaciones, pero había algo constante que me perseguía, ajeno a este sentimiento de no querer salir de mi camarote.

- ¿Algo ajeno? No tiene que ver con el hecho de que te sientas mal por no querer salir, ¿Hubo algún problema con el crucero?

- En realidad, si y bastante grave, en mi camarote también podía escuchar la habitación de máquinas, todas las noches entre el oleaje escuchaba ese engrane que faltaba, lo sé porque alguien lo había removido de allí mientras yo seguía adentro, la diferencia era tan clara como el agua, me sentí aterrado de pensar que en cualquier momento el barco pudiese hundirse solo por eso, no quería estar cuando pasara, nadie parecía darse cuenta, pero yo si lo sabía y eso me daba ganas de lanzarme del barco.

- ¿Así que tenías miedo que el barco se hundiera contigo adentro?

- Si... digo no, en realidad no sé, no quería estar en el barco, solo quería lanzarme al agua.

- ¿Desde hace cuánto tiempo no querías estar en el barco?

- Sinceramente, creo que desde que dejé de escuchar ese engranaje. Creo que lo peor de todo es cuando salga de aquí y tenga que regresar al barco, volver a enfrentarme a ese sentimiento de lanzarme es algo me da nauseas, pero a la vez siento que lo deseo.

- Daniem, tengo el presentimiento que no estamos hablando de un crucero real ¿verdad?

- No sé, ¿usted qué cree? 

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