Será como tú quieras

11.3K 874 401
                                    

Su pulso estaba acelerado, tanto así que sentía el pecho hinchado. Muy hinchado. Una de sus manos estaba apretada en un puño, su palma sufría el horror de ser magullada por unas uñas despiadadas. Toda la piel de su rostro se había vuelto roja y en su cuello resaltaban líneas pulsantes que no hacían más que dar a la aterradora imagen más fuerza. Toda la sala estaba en silencio y sólo podían escucharse las gargantas que tragaban saliva con dificultad de vez en cuando. Ese ambiente aparentemente tranquilo era roto por la presencia del líder de Secta de cuya silueta parecían emanar llamas. Toda la energía resentida parecía girar en torno a una figura poderosa, imponente, que se envolvía por túnicas de color violeta intenso y que resaltaba con la frivolidad que la mirada en sus ojos les dedicaba. Su aroma les parecía agobiante, casi asfixiante.

— ¿Y bien? —la voz casi calmada, baja y fría de Sandu ShengShou resonaba en su cabeza, amplificada por el miedo que en la veintena de discípulos escalaba sin detenerse. El repiqueteo intermitente del dedo en que se cernía Zidian sobre la mesa de madera les recordaba que el líder de Secta carecía de paciencia— ¿Quieren explicarme qué sucedió?

Las horas pasaron para Jiang Cheng de forma lenta, tortuosa y aburrida. Cuando por fin se libró de aquello, su sangre todavía hervía del enojo que la ineptitud e ineficiencia siempre le habían provocado, más aun si se trataba de los discípulos que él mismo había entrenado durante tantos años. Esa no era la primera vez que cometían esa clase de errores, y temía que no fuera la última.

Sin embargo, por ese día quería dejar el asunto como estaba. Montó en su espada con elegancia y destreza y viajó en ella con la soltura de un ave; la distancia que tuvo que recorrer no era nada cuando se estaba a esa altura. Así, en un momento que, aunque corto, le pareció eterno, llegó a su destino. Cerca de unos árboles de copas altas que tapizaban una colina de diversos tonos de un verde vibrante, se escondía un complejo arquitectónico en cuya simpleza estaba su bella suntuosidad.

Unos cuantos pares de estancias de fina madera estaban dispuestas alrededor de un patio abierto, cuyo piso estaba cubierto en piedras blancas y grisáceas. Cada estancia servía a un propósito: un salón de reuniones, un comedor, una sala de invitados, un pequeño vestíbulo, la habitación matrimonial, que era la más grande y la que se encontraba al fondo.

No había ningún estandarte, sello o motivo que indicara la pertenencia a alguna secta. Aquel lugar se le antojaba ajeno al mundo de la cultivación. En él sólo habitaban dos personas, además de una veintena de discípulos y demás personas que sólo iban y venían a lo largo del día, por lo que a esas alturas del ocaso ya la última de ellas debió haberse ido.

Aquello lo reconfortó.

Al entrar por la puerta principal, se encontró con las lámparas de papel que colgaban por todos lados, cálidamente encendidas. Nadie lo recibió, pero sabía que no estaba solo y que aquella persona lo esperaba. Lo vio apenas entró al salón principal, y todos sus sentidos se inundaron por la esencia de orquídeas que inundaba la habitación.

De pronto, todo el peso del disgusto de esa tarde y el cansancio de una jornada de entrenamiento fuera de su secta cayó sobre sus hombros. En lugar de sonreír, resopló, tratando de evidenciar su disgusto. En correspondencia a ese gesto, recibió una sonrisa que reflejaba entendimiento.

— ¿Debo preguntar cómo estuvo tu día? —preguntó XiChen con tono divertido, no intentando esconder el timbre juguetón en su voz.

— Fue una mierda, gracias.

XiChen río por aquella respuesta tan predecible y sólo asintió. Jiang Cheng caminó hasta donde XiChen estaba y se sentó a su lado. Fue recibido con una caricia reconfortante en la espalda, un gesto que aliviaba la tensión de sus músculos y le provocaba querer suspirar de alivio.

Será como tú quieras (XiCheng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora