cita en favor de alguna otra ocupación es, creo yo, el único tipo de rechazo de paradigma al que pueden, por sí mismos, conducir los ejemplos en contrario. Una vez descubierto un primer paradigma a través del cual ver la naturaleza, no existe ya la investigación con ausencia de paradigmas. El rechazar un paradigma sin reemplazarlo con otro, es rechazar la ciencia misma. Ese acto no se refleja en el paradigma sino en el hombre. De manera inevitable, será considerado por sus colegas como "el carpintero que culpa a sus herramientas". A la inversa puede llegarse al mismo punto, con una eficiencia, al menos, similar: no existe la investigación sin ejemplos en contrario. ¿Qué es lo que diferencia a la ciencia normal de la ciencia en estado de crisis? Seguramente, no el hecho de que la primera no se enfrente a ejemplos en contrario. A la inversa, lo que hemos llamado con anterioridad los enigmas que constituyen la ciencia normal, existen sólo debido a que ningún paradigma que proporcione una base para la investigación científica resuelve completamente todos sus problemas. En los pocos casos en que parecen haberlo hecho (p. ej. la visión geométrica), pronto han dejado de constituir problemáticas para la investigación y se han convertido en instrumentos para el trabajo práctico. Con excepción de aquellos que son exclusivamente instrumentales, todos los problemas que la ciencia normal considera como enigmas pueden, desde otra perspectiva, verse como ejemplos en contrario y por consiguiente como fuentes de crisis. Copérnico consideró ejemplos en contrario lo que la mayor parte de los demás seguidores de Tolomeo habían considerado como enigmas en el ajuste entre la observación y la teoría. Lavoisier vio como un ejemplo en contrario lo que Priestley había considerado como un enigma resuelto con éxito en la articulación de la teoría del flogisto. Y Einstein vio como ejemplos en contrario lo que Lorentz, Fitzgerald y otros habían considerado como enigmas en la articulación de las teorías de Newton y de Maxwell. Además, ni siquiera la existencia de una crisis transforma por sí misma a un enigma en un ejemplo en contrario. No existe tal línea divisoria precisa. En lugar de ello, provocando una proliferación de versiones del paradigma, la crisis debilita las reglas de resolución normal de enigmas, en modos que, eventualmente, permiten la aparición de un nuevo paradigma. Creo que hay solamente dos alternativas: o ninguna teoría científica enfrenta nunca un ejemplo en contrario, o todas las teorías se ven en todo tiempo confrontadas con ejemplos en contrario. ¿Cómo podía parecer diferente la situación? Esta pregunta conduce, necesariamente, a la elucidación histórica y crítica de la filosofía y esos tópicos quedan fuera de este ensayo. Pero, al menos, podemos señalar dos razones por las que la ciencia parece haber proporcionado un ejemplo tan adecuado de la generalización de que la verdad y la falsedad se determinan únicamente y de manera inequívoca, por medio de la confrontación del enunciado con los hechos. La ciencia normal se esfuerza y deberá esforzarse continuamente por hacer que la teoría y los hechos vayan más de acuerdo y esta actividad puede verse fácilmente como una prueba o una búsqueda de confirmación o falsedad. En lugar de ello, su objeto es resolver un enigma para cuya existencia misma
debe suponerse la validez del paradigma. Elmo lograr una solución desacredita sólo al científico, no a la teoría. En este caso, todavía masque en el anterior, se aplica el proverbio de que: "Es mal carpintero el que culpa a sus herramientas". Además, el modo en que la pedagogía de la ciencia embrolla la discusión de una teoría con observaciones sobre ejemplos de sus aplicaciones, ha contribuido a reforzar una teoría de confirmación extraída principalmente de otras fuentes. Si tiene la menor razón para hacerlo, el hombre que lea un texto científico podrá llegar con facilidad considerar las aplicaciones como la prueba de una teoría, como las razones por las cuales debe creerse en ella. Pero los estudiantes de ciencias aceptan teorías por la autoridad del profesor de los textos, no a causa de las pruebas. ¿Qué alternativas tienen, o qué competencia? Las aplicaciones mencionadas en los textos no se dan como pruebas, sino debido a que el aprenderlas es parte del aprendizaje del paradigma dado como base para la práctica corriente. Si se avanzaran las aplicaciones como pruebas, entonces el fracaso de los textos para sugerir interpretaciones alternativas o para discutir problemas para los que los científicos no han logrado producir soluciones paradigmáticas, acusarían a los autores de parcialidad extrema. No existe ninguna razón para semejante acusación. Así pues, volviendo a la primera pregunta, ¿cómo responden los científicos a la percepción de una anomalía en el ajuste entre la teoría y la naturaleza? Lo que hemos dicho indica que incluso una discrepancia inconmensurablemente mayor que la experimentada en otras aplicaciones de la teoría no debe provocar necesariamente cualquier respuesta profunda. Hay siempre ciertas discrepancias. Incluso las más tenaces responden usualmente,