El heredero del inframundo

411 16 6
                                    

Había pasado un año, o quizás más tiempo aún, desde que él se había marchado. Había pasado quizás más de un año cuando salió por esas puertas y nunca más regresó. Lo último que dijo fue que no regresaría pronto, no estábamos seguros de a dónde dijo que iría, pues entre esas metáforas extrañas que usaba nos perdíamos en medio de sus divagaciones. Pensábamos que después de tantas batallas había perdido la cabeza, pensábamos que después de todo lo que había pasado su estabilidad mental se había visto afectada, por eso no le prestamos la debida atención en su momento. Todo fue demasiado tarde y su partida nos dejó con el sabor amargo de su sonrisa de despedida, sin siquiera decirnos que era la última vez que le veríamos.

Continuamos con nuestras vidas, aún sin conocer la suya, sin saber su paradero, sin permitirnos buscarlo porque nos pidió no hacerlo. No le preguntamos de más, no nos preocupamos de más, no pensamos de más; quizás deberíamos haberle seguido, pero ya es tarde para eso. Ya es tarde para poder encontrarle porque él ha regresado, regresó igual que como partió, o quizás un poco diferente, con una sonrisa, con esa tierna y pequeña sonrisa que nos llenó el corazón de una nostalgia extraña, difícil de describir, como si viéramos con cierta tristeza su regreso y su estado al regresar. No pudimos hacer otra cosa que no fuera acogerlo nuevamente con nosotros, por la estadía que él dijo, que no fue muy extensa de hecho. No pudimos hacer otra cosa que, sin preguntarle de más, llamamos a su hermano quien nos dijo que llegaría en un par de horas. No pudimos hacer más que abrazarlo y abrazar a ese ser que traía entre sus brazos. ¿Qué más podríamos hacer ante tamaña sonrisa de esperanza y nostalgia? Shun había regresado a casa.

Lo vi en cuento abrí la puerta de la Mansión Kido, donde habíamos vivido toda nuestra vida, donde decidimos establecernos hasta nuevo aviso. Ahí, en el porche de la puerta de entrada, con ropas anchas y descoloridas, de un verde esmeralda opacado por la sombra del porche, con un pequeño bulto en brazos, tapado con cobijas para resguardar su blanca piel del sol... Shun había regresado a casa y sostenía un bebé entre sus brazos.

Atónito, sin saber cómo saludarlo después de tanto tiempo sin verle; estupefacto por la sorpresa de verle de pie, con ese pequeño niño entre sus brazos y esa pequeña sonrisa adornada por los ojos esmeralda más puros que hubiera visto jamás; lo único que pude hacer fue invitarle a pasar y, una vez dentro, abrazarlo fuertemente, estrechándolo contra mi pecho. Lo había extrañado, ¡oh por Athena!, como había dolido su ausencia en esos días, como había pesado ese año separado de ese joven caballero.

—También me alegra mucho verte, Hyoga —dijo con voz suave Shun sin soltar mi abrazo y sin descuidar a ese bebé que sostenía.

—Me alegra verte de nuevo, Shun —comenté con la voz un poco quebrada.

Los demás le recibimos con la misma alegría de quien encuentra a un hermano perdido, algunas lágrimas de alegría escaparon de nuestros ojos, sin poder creer lo que estábamos viendo frente a nosotros. Shun parecía más que feliz de vernos, pero sentía un pesar muy grande, como una gran carga encima, una carga que debía afrontar con toda la responsabilidad del mundo. Un peso había caído sobre él, el peso del amor le podríamos llamar, le podríamos decir de esa manera, mas me parece caer en un amor trágico. No, no es no correspondido; no, tampoco es que involucre la muerte prematura de ninguno; pero sí involucra la vida de un ser amado, de un ser viviente que no merece el destino que se le está impuesto desde su nacimiento.

Nos explicó poco de su situación, pero entendimos mucho de lo que nos estaba diciendo. Comprendimos con rapidez la magnitud de las cosas, ver con la dulzura con que el joven acariciaba ese bebé en sus brazos, ver como colgaba de su cuello aún pequeño y poco fuerte, un collar con una estrella que había pertenecido a Shun antes, nos hizo comprender más de lo necesario. ¿Qué podíamos hacer nosotros por ese joven que teníamos delante, que nos estaba abriendo su corazón como nunca antes lo había hecho y nos demostraba que podía sentir más que nosotros mismos? No íbamos a darle un gran aliento, no podíamos darle nuestra vida a cambio de esa pequeña que sostenía él, pero podíamos brindarle protección y fuerza, era lo que teníamos en ese momento.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jan 17, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

El heredero del inframundoWhere stories live. Discover now