Niña.

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Llegaste al Matlalcuéyetl (montaña donde abundan diversos árboles de ocote y oyamel) ubicas el árbol seco que habías comenzado a talar un día anterior.
Das cinco hachazos, cae una rama, bajas para cortarla en varios pedazos, algo llama tu atención. Una mujer yace sobre la tierra, tú le llamas: "¡Niña!..." pero "Niña" no responde.
Caminas hacia donde ella, su mirada pérdida y angustiante te hacen pensar que "Niña" murió de forma lenta y dolorosa. Observas detenidamente el cadáver y hayas una daga sepultada con dirección a su corazón, su vestido blanco bañado con su sangre. Sientes una empatía inexplicable por ella, tus ojos derraman un par de lágrimas.
A paso precipitado bajas al pueblo para anunciar a las autoridades sobre el cuerpo sin vida, que por desgracia encontraste, todos hacen caso omiso a tu llamado, el centro de atención es el macabro asesinato de los tres niños.

Regresas nuevamente a donde está el cadáver de "Niña". Temeroso de que los coyotes devoren el cuerpo, comienzas a cavar un hoyo para darle cristiana sepultura.
Con tres padres nuestros y cinco Ave María despides a "Niña", como si se tratase de una persona a la que en vida amaste tanto, tus ojos vierten lágrimas, los espasmos del adiós se hacen presentes, concluyes con un: "Descansa en paz, Niña". Permaneces unos momentos en mutismo viendo el bulto de tierra húmeda, el viento helado (característico del mes de octubre) te da un abrazo, mientras escuchas el latigueo de las ramas de los árboles cuando son movidas bruscamente por el aire.
Recoges tus trebejos y marchas a casa.
Después una caminata de dieciséis minutos, llegas a tu casa, abres la puerta y ahí estará Chabacano dándote la bienvenida con sus peculiares
ladridos y movimientos de cola, ignoras a tu mascota y te conduces directamente a la mesa. Tu madre te nota taciturno, se acerca a ti y te pregunta:

—Hijo, ¿qué tienes? ¿Te sucedió algo?
—Nada grave. Solamente comencé a sentirme mal, tuve vértigo. Esperé un largo rato para aliviarme, pero hasta ahora no hay mejoría. Por eso regresé. — ¡Ay, hijito! No me asustes. Ve a descansar un poco en lo que te preparo un té de ruda. Quizás agarraste un mal aire.
—Gracias madre.

Omites lo que realmente sucedió para evitar que tu madre se altere.
Ahora estás recostado en tu cama mirando hacia arriba, cuentas las cincuenta tejas que cubren el techo de tu pieza; simultáneamente haces un recuento de todo lo que viviste en la mañana: tres pequeños muertos en el río, la mujercita
con una incisión en el cuello, pocos metros adelante, una mujer con una daga clavada en su pecho. Crees que todo tiene relación. Unes los cabos y obtienes la presuposición más evidente: "Niña" era la progenitora de los tres infantes, a quiénes les arrebató la vida.
Se te dificulta asimilar que la hermosa mujer haya sido una asesina, pero todo la señala como autora de los tétricos hechos.
Prolifera tu afán por hallar la verdad, tu siguiente tarea será conocer los motivos que orillaron a "Niña" para cometer tal acto, ubicar su lugar de origen  y, lo sumamente importante, el nombre de cada niño y el de ella.
Durante el transcurso de la tarde organizas tus ideas y te propones iniciar con la pesquisa al día subsecuente.
Las tinieblas han consumido la luz del sol.
Cada una de las actividades que realizaste te han fatigado, llegas a acostarte nuevamente en tu cama pero esta vez el sueño te vence.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2019 ⏰

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